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La (triste) estrategia del pequinés

Hace unas semanas nos dejaba, sin avisar, Alexis Ravelo. Es posible que a muchos lectores de este blog no les suene su nombre, pero seguro que aquellos aficionados a la novela negra y al cine del mismo color lamentan, como yo, su pérdida. Alexis tenía (tiene) una notable producción literaria, gran parte de ella ambientada en su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canaria, pero con una visión del alma humana tan descarnada y sincera que permitiría situar a sus personajes en cualquier otro lugar del mundo.

LA CONDUCTA ESTRATÉGICA

Alexis no sabía nada de Economía y aun así algunas de sus obras siempre me resultaron tremendamente útiles para explicar el comportamiento estratégico de los individuos que subyace en muchos de nuestros modelos de teoría de juegos. En La estrategia del pequinés, sin ir más lejos – una novela publicada en 2013 que mereció el premio Hammet de la Semana Negra de Gijón y que algunos asociarán con la versión cinematográfica dirigida en 2019 por Elio Quiroga y protagonizada por Unax Ugalde y Kira Miró, entre otros – se cuenta la historia de El Rubio un ex-delincuente que, sin recursos ni ahorros, debe volver a las andadas para hacer frente a los cuidados que conlleva la grave enfermedad de su mujer. El Rubio es un desgraciado, un perdedor de barrio que sabe perfectamente que para salir con vida de la selva en la que se mete tiene que emplear una estrategia hit and run de manual: como un pequinés, debe aparentar fiereza, enseñar los dientes y aprovechar cualquier despiste del adversario para morder alguna zona vulnerable y huir como alma que lleva el diablo. Para los economistas es fácil reconocer en esta conducta algunos elementos del equilibrio bayesiano perfecto con sus correspondientes refinamientos y, al explicarlo en clase junto con la lectura de algunos pasajes de la novela de Alexis, la abstracción cobraba vida y proporcionaba a los alumnos un recuerdo que les ayudaba a fijar el concepto y a recordarlo muchos años después.

La estrategia del pequinés también puede relacionarse con el comportamiento estratégico asociado a la entrada de un nuevo competidor en un mercado, tal como lo describen, en términos animalistas, Fudenberg y Tirole en su conocido trabajo de 1980 (The Fat-Cat Effect, The Puppy-Dog Ploy, and the Lean and Hungry Look). De nuevo, una actitud (aparentemente) irracional y agresiva por parte de una empresa pequeña – en términos de sobreinversión en capital – puede conducir a una situación de equilibrio en la que esta solventa con éxito las potenciales amenazas de represalia de los incumbentes.

UNA REFLEXIÓN PERSONAL SOBRE LITERATURA Y ECONOMÍA

Es obvio que no soy el primer docente – y espero que tampoco el último – que utiliza ejemplos de novelas, obras de teatro, cantantes o películas en sus clases de economía. No son pocos los economistas interesados por la literatura, o incluso los que cultivan la novela o la poesía (como Amartya Sen, John Kenneth Galbraith o nuestro José Luis Sampedro), pero en mi opinión resulta mucho más enriquecedor recorrer el camino inverso y disfrutar encontrando cuestiones económicas muy precisas en las obras de Cervantes, Quevedo o Shakespeare, por citar a los clásicos, o en los cuentos de Borges o Cortázar (estos y otros ejemplos pueden encontrarse en la recopilación Economía y Literatura y otras obras similares). Posiblemente una de las mejores descripciones del dilema del prisionero se encuentra sin duda en la novela de James Ellroy, L.A. Confidential, cuando la policía interroga por separado a dos sospechosos de un crimen (aquí, en la película homónima de 1997, protagonizada por unos jovencísimos Guy Pearce, Kevin Spacey y Russell Crowe).

No obstante, reconozco, con cierta pena que cada vez encuentro menos alumnos que lean (siquiera el periódico) o vean cine, por lo que recurro con mayor frecuencia a películas, series o incluso a vídeos de algún influencer del momento. Tampoco es para dramatizar, ya que lo que buscamos en última instancia es establecer un canal de comunicación con quienes asisten hoy en día a nuestras aulas y el docente universitario no puede encastillarse en su torre de marfil. Al fin y al cabo, la enseñanza de la economía debería evolucionar a la misma velocidad a la que lo haga la sociedad.

Y ello me lleva de nuevo a Alexis Ravelo, ya que muchas de sus obras constituyen un retrato sin concesiones de la situación económica en la que vive una gran parte de la población española actual. Sus novelas describen una sociedad en la que la gente hace lo que puede por sobrevivir, dentro de las limitaciones en las que se encuentran, pero con la ética del trabajo duro y descorazonado de quienes saben que la familia y los amigos constituyen la única red de protección social con la que pueden contar. Eladio Monroy, un marino retirado que protagoniza varias de estas obras es consciente de que Los tipos duros no leen poesía (2011), pero incluso aunque estemos viviendo El peor de los tiempos (2017), él actuará Como si no hubiera un mañana (2021).

Temas como la especulación urbanística o la corrupción, abundantemente tratados en este blog (aquí o aquí, por ejemplo) también están muy presentes en toda la obra de Ravelo. En La Ceguera del Cangrejo (2019), ambientada en el Lanzarote de César Manrique, el escritor construye una trama que retrata el crecimiento del sector inmobiliario que refleja lo sucedido en muchas regiones de España en las últimas décadas. En Un tío con una bolsa en la cabeza (2020), compartimos las reflexiones de un alcalde corrupto que disecciona los pasos que le han conducido hasta su situación actual en una incisiva indagación sobre la economía, la justicia y la ética en nuestro país.

Podría seguir escribiendo sobre otros muchos ejemplos de cómo la literatura y la economía están relacionadas y cómo se pueden ayudar mutuamente a describir la realidad. Seguramente, quienes lean esta entrada podrán aportar los suyos. Sin embargo, con el permiso de los lectores, prefiero dejar aquí este breve y sentido homenaje que me ha inspirado un gran escritor y, sin embargo, amigo.