Reproducimos aquí debido a su interés un artículo publicado en el mundo el pasado lunes. También se han introducido algunos links. (@conderuiz)
Nadie pone en duda que la economía española ha dejado de caer. Ya tenemos dos trimestres con crecimiento positivo gracias al sector exterior, y en el empleo el ritmo de deterioro es cada vez menor gracias a los contratos temporales (ver aquí post de Marcel y Samuel). Así, en el año 2014 veremos tasas de crecimiento del PIB en el entorno del 1% y un leve crecimiento neto del empleo. Sin duda es una buena noticia. Pero, ¿significa esto que ya hemos salido de la crisis? Es evidente que no.
Saldremos de la crisis cuando seamos capaces de crecer a un ritmo suficiente para que el desempleo vuelva a niveles razonables. Y es aquí donde no se aprecian señales para el optimismo. Necesitamos que entre capital en nuestro país y que invierta en aquellas actividades productivas que contraten a nuestros desempleados. El proceso que debemos observar será: aumento de la inversión, creación de empleo después y, por último, la recuperación del consumo. A día de hoy, tal como vimos en el post de ayer, no hay ninguna señal que anticipe el aumento de inversión. El crédito está estancado. El Índice de Producción Industrial y la Formación Bruta de Capital Fijo continúan en caída libre. La Inversión Extranjera Directa, aunque ha mejorado levemente, sigue estando muy débil. Y no se aprecia ningún síntoma de mejoría en la creación de empresas, mientras que se siguen destruyendo muchas.
Pero, ¿por qué no entra inversión que contrate a nuestros desempleados? Esta pregunta es muy difícil de responder, pero déjenme explicarles cuáles son, desde mi punto de vista, los principales problemas.
En primer lugar, tenemos cerca de seis millones de desempleados, de los cuales más de la mitad no han completado la Educación Secundaria Obligatoria y muchos de ellos cuentan con experiencia laboral en un sector, como es la construcción, con escasas perspectivas de futuro.
Además, el 60% de estos desempleados poco cualificados son ya parados de larga duración, con más de un año sin trabajo. Y esto es un problema añadido, pues sabemos que mientras permanecen en situación de desempleo se deteriora su capital humano, y sabemos que a mayor tiempo en el paro, menor es la probabilidad de reemplearse.
Urge ayudarles a buscar empleo y a reciclarlos o a formarlos, ya sea en aulas o en el puesto de trabajo. Y, para ello, es necesario reformar y potenciar las políticas activas, grandes ausentes en las reformas laborales del Gobierno. Para rediseñar las políticas activas, la experiencia internacional debe jugar un papel importante. En este post de Marcel y Samuel se explica a la perfección la importancia de las políticas activas.
Además en el ámbito laboral no hay que olvidar el marco contractual. Se han hecho importantes avances para flexibilizar la negociación salarial, y esto, unido a que España es campeona en contratos temporales, ha sido suficiente para que las empresas existentes se hayan hecho más competitivas de cara al exterior. Sin embargo, para crecer necesitaremos más empresas; y para ellas, un mercado laboral dual como el español, donde sólo la contratación temporal es competitiva, no ayuda. Por esto, sigue siendo prioritario la introducción de un contrato único con coste indemnizatorio creciente. La clave reside en que este contrato se diseñe de tal forma que no aumenten los costes de despido que pagan las empresas en el agregado. En este sentido en el año 2009 coordinada desde fedea sacamos dicha propuesta y este año volvimos a justificarla.
En segundo lugar, tenemos un déficit público estructural que parece imposible bajar del 6,5% del PIB y, al mismo tiempo, nuestra deuda pública superará durante el 2014 la barrera psicológica del 100% del PIB. Llevamos diciendo desde hace mucho tiempo que el problema fiscal es un problema de ingresos. España ha sido el único país desarrollado cuya recaudación como porcentaje del PIB ha caído durante la crisis. Lo normal es que la recaudación caiga si el PIB es menor, pero no debería caer como porcentaje del PIB. O al menos así ocurrió en el resto de países europeos. Pues bien, en España hemos perdido cinco puntos del PIB con la crisis. Si hubiéramos tenido un sistema impositivo moderno, como los otros países, nuestra recaudación sería cinco puntos del PIB mayor y el déficit estaría en el 1,5%. Tendríamos una recaudación del 42% del PIB y simplemente no estaríamos hablando de crisis fiscal.
El próximo 2014 será el año de la reforma fiscal y aquí nos jugamos mucho. Es lógico que si el Gobierno anuncia una reforma que entrará en vigor en 2015, los inversores esperen para ver cómo serán los nuevos impuestos. Saben que sin desmantelar los principales programas del Estado del Bienestar es muy difícil bajar el gasto. La dificultad reside en que aunque ahora se consiga bajar el gasto el proceso de envejecimiento y el alto servicio de la deuda que tendremos en poco tiempo compensará dicha caída. Es decir, saben que la reforma fiscal para cerrar el déficit estructural debe dar como resultado un aumento de la recaudación. Pero, ¿cómo hacerlo sin dañar el crecimiento?
Tanto en el IRPF como el Impuesto de Sociedades tenemos tipos marginales más altos que la media europea, pero recaudamos mucho menos. Y esto es debido a que el sistema devuelve parte de lo recaudado a través de generosas deducciones y beneficios fiscales. Esto no tiene ningún sentido, pues los tipos más altos hacen mas difícil la atracción de capital humano cualificado y frenan la entrada de la inversión productiva. La propuesta aquí es clara: se deben bajar los tipos para situarlos en la media y al mismo tiempo eliminar todas las deducciones de ambos impuestos. Ver aquí y aquí para un mayor detalle sobre esta propuesta.
En el caso del IVA, donde también recaudamos muy por debajo de la media europea (más de dos puntos del PIB menos), el problema es parecido. Tenemos nuevamente bases impositivas menores, y en este caso es debido a que más de la mitad de la cesta de bienes y servicios no están al tipo general, sino al tipo reducido o súperreducido. Y aquí el error es pretender progresividad con los impuestos indirectos. No tiene sentido que tengamos bienes al tipo reducido para que las personas con menos recursos los puedan comprar más baratos y que también saquen ventaja de ello los más ricos. Aquí la estrategia es instaurar un tipo único del IVA, quizá en un nivel mas bajo del actual 21%, y compensar a los contribuyentes más pobres bajándoles el IRPF. Ver esta presentación para mas detalle sobre esta propuesta.
En definitiva, sabemos que la única vía para salir de la crisis pasa por atraer la inversión y para ello aún quedan reformas importantes por hacer. Confiemos que el Ejecutivo no caiga en la tentación electoral y no relaje su impulso reformador durante el año 2014. Es mucho lo que nos jugamos.