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Generosidad y Demagogia

Cuando hace unas semanas se anunció la donación a la sanidad pública por parte de la Fundación Amancio Ortega de 320 millones de euros para equipos relacionados con el diagnóstico y el tratamiento del cáncer me pareció una gran noticia. Esto es algo que sucede habitualmente en otros países, donde benefactores individuales ayudan a financiar servicios como la educación, la sanidad o la cultura. Que la persona más rica de España hiciera una contribución de ese tamaño podría no solo mejorar la sanidad sino también dar ejemplo y ayudar así a aumentar estas contribuciones en el futuro.

Por este motivo no he podido salir de mi asombro cuando algunos colectivos (afortunadamente muy concentrados) se han mostrado radicalmente en contra y lo han hecho de manera muy vehemente. Como discuto en el resto de esta entrada sus argumentos se pueden agrupar en tres categorias y están llenos de contradicciones y de demagogia solo interpretables como resultado de una agenda propia (ver aquí el video).

Los argumentos son esencialmente los siguientes:

1. La sanidad debe ser pública. Se argumenta que la sanidad debe tener suficientes medios públicos como para no tener que “mendigar” a los ricos ¿Y qué tendrá que ver? ¿Hay alguna cláusula en el convenio que Amancio Ortega firma con las consejerías de sanidad de la Comunidades Autónomas que limite el acceso universal a la sanidad? ¿Se pretende restringir el uso de esos equipos? Evidentemente no. Además, parece descabellado pensar que como resultado de la donación de 320 millones de euros el presupuesto total para la sanidad en España se vaya a reducir. Lo más probable es que aumente y parte del dinero público que se podía utilizar para estos equipos ahora se destinará a otros fines dentro del área sanitaria extendiendo así los beneficios. Es más, actualmente ya es habitual que muchos servicios se financien conjuntamente entre el sector público y las donaciones privadas. Otras fundaciones ya dan dinero para la investigación en universidades públicas. Muchas ONGs ayudan a los colectivos más desfavorecidos y durante la crisis han sido esenciales como complemento de la labor de los servicios sociales ¿Debemos también prohibir su ayuda?

Relacionado con este argumento también hemos oído decir que una de las condiciones de la donación es que todos los estudios que hagan uso de los equipos deben mencionar a la Fundación Amancio Ortega ¿Y cuál es el problema? Los académicos estamos acostumbrados a dar gracias en nuestros trabajos a aquellos organismos públicos o privados que los financian. Es más hoy en día es una obligación hacerlo para garantizar que los trabajos no están sesgados hacia empresas que proporcionan fondos en la sombra.

2. Los equipos no son necesarios. Se argumenta que España ya tiene suficientes equipos para el diagnóstico y tratamiento del cáncer que están además infrautilizados y, por tanto, no es necesario comprar más. Acto seguido se afirma que comprar más equipos implica proporcionar más tratamientos en casos como el cáncer de mama o de próstata donde la Organización Mundial de la Salud afirma que muchos de ellos no son necesarios. Lo primero que hay que observar es que las dos afirmaciones anteriores son contradictorias: si los equipos están infrautilizados no parece que comprar más vaya a aumentar el número de tratamientos y no debería preocuparnos. Si en cambio, este número aumenta, es responsabilidad de los médicos incorporar los avances en la investigación a su diagnóstico de las enfermedades para determinar cuándo tratar y cómo hacerlo. Decir que si tenemos mejores equipos para el diagnóstico y tratamiento se van a hacer las cosas peor parece totalmente kafkiano. Segundo, teniendo en cuenta que el diagnóstico precoz es una de las mejores estrategias para tratar la enfermedad, lanzar el mensaje de que a veces no es necesario hacerlo parece poco responsable. Por último, hay que recordar que son las Comunidades Autónomas las que decidirán qué equipos se compraran, lo que debería implicar un uso más cercano a las necesidades de cada una. Al fin y al cabo, según la Sociedad Española de Oncología y Radioterapia, en 2016 el 30% de los enfermos de cáncer no recibían el tratamiento adecuado por falta de material.

3. Es su obligación. Se argumenta que Amancio Ortega paga menos impuestos de los que debería y produce fuera de España y es por ello que puede hacer estas donaciones. No existe información pública que indique que Amancio Ortega o Inditex no estén al corriente de sus obligaciones tributarias. Los ciudadanos solo tenemos la obligación de pagar los impuestos que fijan los poderes públicos. Si pensamos que algún colectivo paga menos de lo que debería lo que hay que hacer es cambiar las normas y no culpar a la gente que las cumple. Además, y tal y como hemos mencionado a veces en este blog, Amancio Ortega es un caso de éxito basado en el esfuerzo y las buenas ideas, a diferencia de lo que sucede a veces en este país donde las conexiones políticas acostumbran a ayudar a los mediocres a medrar (el capitalismo de compadreo nos lo han contado Josep Pijoan y Matthias Kredler en entradas como esta o esta). Es decir, su riqueza y su éxito no parece deberse a ningún privilegio ni a pagar menos impuestos que los demás. También se argumenta que en realidad la donación no es de 320 millones de euros dado que una parte (dicen que hasta el 40%, aunque probablemente será algo menos) es desgravable. Entonces, ¿si la donación neta es de 200 millones ya no vale?

En cuanto a la producción fuera de España hay que dejar clara una cosa. Inditex es una empresa que se debe, entre otros, a sus accionistas, de los que Amancio Ortega es uno de ellos. Una de las obligaciones de esta empresa es proporcionar valor a estos accionistas y hacerlo dentro de la ley. Tomar decisiones que empresarialmente sean cuestionables puede abrir la puerta a demandas por mala gestión. Además, existen buenos motivos para argumentar que es mejor que la empresa se dedique a ganar dinero y sus accionistas a hacer las buenas obras que cada uno considere pertinente.

Es evidente que todo es mejorable. A nivel general, necesitamos la ley de mecenazgo que el gobierno prometió en la legislatura anterior para promover esta actividad. Y en el caso que nos ocupa, sería mejor que la donación no fuera finalista, aunque es licito que el que da el dinero lo haga para el propósito que le pueda parecer más importante (y es lo que hacemos todos cuando damos a nuestra ONG favorita, por cierto). También sería buena idea garantizar que los hospitales receptores tengan suficiente personal preparado para aprovechar estos equipos, etc.  Pero aún con esas limitaciones, aceptar la donación parece lo responsable.

Argumentarios demagógicos como los discutidos en esta entrada hacen un flaco favor al país. Más allá de este caso, sus implicaciones negativas para el futuro deberían preocuparnos ¿Quien va a dar dinero si piensa que unos pocos le van a crucificar por hacerlo? Hace unas semanas se supo que una maestra sin familia había muerto, dejando todos sus bienes (unos 800 mil euros) al Museo del Prado ¿Tendrá una pequeña placa en el museo, como sucede en otros países, que se lo agradezca? Probablemente no. Y es que somos un país de desagradecidos.