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El pozo sin fondo del AVE

Los Presupuestos Generales del Estado traen la buena nueva sobre el incremento de la inversión pública. Es un momento para alegrarnos todos porque el 45% del presupuesto del Ministerio de Fomento se dedicará al AVE. Se anuncia que en año electoral el AVE llegará a siete nuevas capitales de provincia. ¡Qué mejor manera de gastar el dinero público! ¿Políticas activas de empleo? ¿Educación? ¿Universidades? ¿Para que?... ¿Investigación y desarrollo? Mejor que investiguen ellos.

Se anuncia que se invertirán 891 millones en el corredor Madrid-Galicia, 1359 en adaptar el corredor mediterráneo al ancho convencional, 307 millones al tramo Boadilla-Granada, 1197 al corredor norte (Asturias y el País Vasco), y (¡atención!) 204 millones a la linea Madrid-Frontera Portuguesa, a pesar de que nuestros vecinos han advertido por activa y por pasiva que no tienen intención (y con buen criterio) de hacer su parte hasta Lisboa.

¿Y todo esto tiene sentido? Se que en el pasado ya hemos discutido este tema (yo lo hice, por ejemplo, aquí), pero vale la pena insistir. Así que en esta entrada voy a volver sobre algunas de las falacias típicas que aún oímos:

1. El AVE es rentable. Pues no. Hay pocas lineas en el mundo que se puedan considerar rentables si tenemos en cuenta el coste de la inversión. La mayor excepción es el corredor principal de la alta velocidad japonés, que transporta a 80 millones de pasajeros al año. La línea París-Lyon, con 22 millones podría estar cerca de ser rentable. Recordemos que el AVE Madrid-Barcelona tiene algo más de 5 millones de pasajeros.  De las otras lineas mejor ni hablamos.

2. El AVE es socialmente beneficioso.  Lo siento pero tampoco. Es cierto que los usuarios obtenemos unas ganancias por el AVE mayores de las que el operador puede extraer vía precio del billete. Sin embargo, de eso debemos deducir las pérdidas que se originan en otros medios de transporte que, como el avión, ven reducido su número de pasajeros y sus ingresos por culpa del AVE. Teniendo estos efectos en cuenta, de Rus (2012) calcula que el AVE Madrid-Barcelona originará unas pérdidas sociales de alrededor de 5,000 millones de euros durante toda su vida. ¿Y eso es mucho? Aunque no es exactamente comparable, recordemos que los recortes en Sanidad y Educación en 2012 fueron de 7,000 y 3,000 millones, respectivamente.

Madrid-Barcelona
Fuente: De Rus (2012)

3. Aunque no sea rentable, tiene sentido terminar las lineas en construcción. No, no, no. Las lineas ya construidas difícilmente cubren el coste de funcionamiento (es decir, olvidándonos de la inversión multimillonaria que se hizo en su momento). Por ello, terminar una linea y ponerla en funcionamiento significa más pérdidas todos los años.  Es decir, invertir en el AVE no solo reduce el gasto en educación, I+D, etc de hoy sinó que también hipoteca el gasto futuro.

4. Tan malo no será si el resto de los países lo tienen, ¿no? En la mayor parte de los países las decisiones sobre invertir en  alta velocidad o no tienen un componente de coste-beneficio que en España se considera un trámite más (Ginés de rus hizo hace un tiempo algunas propuestas en este blog para cambiarlo). Si no me creen, miren la siguiente tabla que proviene de Preston (2013).

objetivos AVE
Fuente: Preston (2013)

Así es como nos ven desde fuera: Además de la velocidad nos preocupa promocionar la tecnología nacional, el prestigio del país y la integración política. No parece que estemos teniendo mucho éxito, por cierto, en estos objetivos... a pesar de que España es el segundo país del mundo en kilómetros de alta velocidad, después de China. La comparación con el caso británico es como mínimo llamativa (ver aquí la discusión sobre la linea HS2).

5. El AVE ayuda al desarrollo de la zona que comunica. De nuevo, no hay evidencia de ello, tal y como mencionaba en mi entrada anterior.

6. Pero el AVE al menos reduce la contaminación, ¿verdad? Ni eso. El AVE genera mucha más contaminación de la que pensamos (ver, por ejemplo, esta entrada de Ginés de Rus). Primero, está la contaminación que genera la maquinaria para la construcción. Segundo, el AVE en sí contamina. No vale decir que el AVE utiliza energías renovables, dado que esa energía se habría utilizado para otra cosa. El coste medioambiental del AVE tiene que ver con como se produce la electricidad adicional necesaria para hacerlo funcionar. Y eso ahora mismo (y todo parece que por muchos años, dada la última reforma del sector eléctrico) significa combustibles fósiles. Tercero, en distancias intermedias el AVE reemplaza en gran parte el tráfico que se habría hecho con trenes convencionales. Finalmente, el transporte aéreo es responsable de una pequeña parte de todas las emisiones de un país. Así, si queremos preocuparnos del medioambiente mejor que empecemos por reducir la contaminación del transporte en carretera (y en eso el AVE en España es poco útil, entre otras cosas porque por diseño tiene demasiado desnivel para el uso de trenes de mercancías).

 

¿En qué pensamos los votantes? Y si los AVE son tan malos, ¿por qué dan tantos votos?

Estas falacias complementan lo que podríamos llamar el efecto "agravio comparativo" que hace que la inversión en el AVE sea políticamente rentable, especialmente en año electoral. ¿Tienen motivo para estar agradecidos al gobierno los votantes de las siete capitales de provincia a las que llegará el AVE en 2015? Argumentarán, y con toda la razón, que el gobierno está siendo, por fin, justo con ellos. Ya han contribuido a pagar el resto de las lineas sin recibir nada a cambio y ya era hora de que todos los españoles contribuyeran a su AVE. ¡A ellos sí que les sale el análisis coste-beneficio! El coste se reparte entre todos los españoles pero ellos por una vez se llevarán el beneficio. ¿Y el resto de los votantes? Aquellos que viven en municipios que ya tienen AVE tienen poca justificación moral para quejarse. ¡Con lo privilegiados que son de que se les diera prioridad!

Pensemos qué habría pasado si los votantes hubiéramos sabido desde el primer día el tamaño que iba a tener el monstruo y lo que iba a costar que todos tuviéramos un AVE en la puerta de casa. Probablemente no habríamos pensado que fuera una buena idea porque habríamos tenido que comparar lo que íbamos a beneficiarnos de NUESTRA línea y lo que íbamos a pagar por TODAS las líneas. Y ahí el análisis coste-beneficio no iba salir ni a tiros.

Así que, estimado lector, no hay motivos para que se alegre por el incremento en la inversión pública en el AVE el próximo año. Más bien debería pensar en lo que nos ha costado ya y lo que seguiremos pagando debido a las pérdidas de las líneas existentes y de las que están por venir. También le invito a que piense en por qué, puestos a ganar votos, parece mejor para un gobierno seguir invirtiendo en el AVE en lugar de incrementar el gasto en otras partidas también populares como la educación o la sanidad.