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El nuevo sistema de precios para la electricidad (I): Entre la tarifa gusiluz y la tarifa batamanta

El Ministerio de Industria ha anunciado un nuevo sistema de fijación de precios de la electricidad para los hogares que entrará en funcionamiento el 1 de abril. Este cambio forma parte de la transformación del sector eléctrico que el gobierno está llevando a cabo por fascículos. No parece, sin embargo, que estos fascículos fueran diseñados como parte de un mismo volumen. El que nos ocupa es más bien la reacción al ridículo espectáculo que conllevó el incremento en los precios de la subasta CESUR del pasado diciembre y contó con la inestimable colaboración de la CNMC. ¿En qué consiste este nuevo sistema? ¿Será beneficioso para los consumidores?

El título de esta entrada será familiar a los espectadores de El Intermedio. El pasado 13 de febrero explicaron en que iba a consistir el nuevo sistema en una recreación que reproduzco a continuación y que vale la pena ver.

Los consumidores pagaremos por la electricidad un precio por kwh que variará con el precio en el mercado mayorista (pool). El precio del pool se fija en intervalos de una hora, lo que significa que los consumidores pagaremos un precio que será distinto cada hora del día y entre días. Sin embargo, para beneficiarnos de esta nueva tarifa deberemos tener un contador inteligente, que mida no solo el consumo sino también cuando se consume. Actualmente existen cerca de 7 millones de estos contadores aunque aparentemente solo unos 4 millones pueden ya facturar por horas. La previsión es que el sistema esté implantado en 2018 para todos los hogares.

Cuando oí esta propuesta debo reconocer que mi primera reacción fue parecida a la del gag de arriba. Eché un vistazo al manual de instrucciones de mi lavadora para ver si se podía programar para que se encendiera a las 4 de la madrugada (para los que quieran saberlo, sí, sí que se puede). Y es que para la mayor parte de los consumidores se va a hacer difícil entender, al menos al principio, por qué debemos vivir pendientes del precio horario de la electricidad, que puede fluctuar notablemente.

¿Qué efecto puede tener este cambio en la tarificación sobre la factura de los hogares? Pongamos un ejemplo. El viernes 14 de febrero, poner la lavadora a las 5 de la tarde costaba €1 MWh en el mercado mayorista mientras que ponerla a las 8 costaba €7 MWh. Sin embargo, una lavadora (que es el 8% del gasto en electricidad de un hogar medio) de eficiencia energética A tiene un coste medio ponderado de 1Kwh (o 0,001 MWh). Poner la lavadora una vez a la hora equivocada multiplicaría el coste por 7 que es una variación extraordinaria en términos porcentuales, pero para un hogar sería poco relevante, dado que estamos hablando de importes minúsculos aún si añadimos impuestos, etc. Lo que encarecería nuestra factura es si nuestros hábitos implicaran poner la lavadora siempre cuando el precio es alto y no tuviéramos posibilidad de cambiarlos.

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Fuente: OMIE

Por otro lado, la diferencia en el precio entre días también puede ser espectacular. Así, el lunes 17 de febrero el precio del MWh era de €37 a las 5 de la tarde y €99 a las 8. No es un error. ¡Comparado con el día 14, el precio a las 5 de la tarde era 37 veces mayor! ¿Cuántos hogares habrían anticipado este cambio?

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Fuente: OMIE

En cualquier caso, no hay motivo para obligar a que los consumidores tengan que soportar sí o sí estas variaciones en el precio. A diferencia de lo que pueda parecer, ignorar los precios y mantener el mismo consumo que con el precio constante no será para muchos hogares una opción razonable puesto que no garantiza facturas más bajas aún siendo el precio medio inferior al de la tarifa actual. Dependerá de si el perfil de consumo del hogar se parece al del usuario promedio o si usa más energía en horas donde la electricidad es más cara. La evidencia sobre estos efectos redistributivos la discutiré en la segunda parte de esta entrada.

La alternativa que propone el Ministerio para eliminar las fluctuaciones, la obligación de que las empresas oferten una tarifa con precio fijo y permanencia de un año, da que pensar porque si se tiene que obligar es que no está en el interés de las empresas en el mercado o potenciales entrantes el hacerlo. Por ello, en lugar de imponer obligaciones se debería promover una legislación que facilite que las comercializadoras quieran informarse acerca de las necesidades de los diferentes segmentos de consumidores y ofrezcan tarifas adaptadas a sus necesidades, como sucedería con cualquier otro seguro. Además, de la misma manera que existen tarifas de móvil con tramos horarios (mañana contra tarde) parece razonable que muchos hogares que no toman sus decisiones mediante modelos econométricos deseen una tarifa con, por ejemplo, dos precios: un precio más bajo por la noche (a partir de las 11, por ejemplo) y los fines de semana y uno más alto durante el resto del día. Esta tarifa les protegería de variaciones no solo dentro de un día sino también entre días. Esta tarifa "time-of-use" es habitual para empresas desde hace años en muchos países. Estudios como Borenstein (2007) (aquí el documento de trabajo) muestran que este tipo de tarifa tiene un efecto sobre el precio que paga un usuario parecido al que observaríamos con la tarificación por horas.

Este cambio, además es un buen ejemplo de porque hacer una reforma por fascículos, sin planificar toda la serie, puede conllevar a contradicciones entre ellos. Lo que hace el mercado de la electricidad complicado es el hecho de que su almacenaje es muy costoso, más allá de casos muy puntuales como las centrales hidroeléctricas reversibles. Si el almacenaje fuera barato y existiera en gran capacidad, el mix energético sería muy sencillo, y se buscarían aquellas tecnologías con costes marginales más baratos en detrimento de aquellas que ahora son esenciales para cubrir picos de demanda. Y ¿por qué es importante eso para el tema que nos ocupa? Pues precisamente porque este almacenaje barato está llegando a nuestras casas en forma de coches eléctricos y que en unos años (ver este artículo de The Economist) los hogares podrían explotar proporcionando electricidad a la red en horas punta cuando no usan su vehículo (y cobrando el precio de mercado por ello, claro) y cargándolo en horas donde la energía es barata. Este y otro tipo de inversiones que pueden mejorar el funcionamiento del mercado y tender hacia la red inteligente (smart grid) se pueden ver afectadas por el palo que la anterior reforma dio al autoconsumo incrementando significativamente su coste.

En cualquier caso, la fluctuación en el precio de la electricidad no será el problema para la mayor parte de los hogares, que no tendremos contadores inteligentes antes del 1 de abril. Aquellos hogares que no tengan modelos econométricos sofisticados para predecir el precio de la electricidad (que sospecho que somos la mayoría) al principio de cada periodo de tarificación van a consumir electricidad sin saber qué precio están pagando, algo que se les hará saber en su factura y que será la media del precio mayorista del periodo. En otras palabras, el precio que un usuario pague el primer día dependerá en la misma medida de la cotización de la energia ese día y cualquier otro día del periodo y que por tanto no conoce. No se me ocurre ningún otro mercado donde esto suceda y es un efecto muy desafortunado de esta reforma del que no se habla. Aunque los hogares paguen en promedio menos que con la subasta CESUR estarán sujetos a la incertidumbre sobre el precio que esa subasta eliminaba. Así, el motivo esgrimido para su eliminación me parece un poco simplista. Después de barajar la posibilidad de hacer la subasta mensual, ahora se ha argumentado que no tiene sentido porque hay intermediarios que se benefician de ella y el consumidor termina pagándolo. Aunque eso pueda ser cierto, los intermediarios se benefician de su trabajo en todo mercado pero no los queremos eliminar si proporcionan valor. Como discutíamos en una entrada anterior el problema de la subasta CESUR era otro.

En la segunda parte de esta entrada discutiré la evidencia académica acerca de la tarificación horaria que veremos a partir del día 1 de abril.