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La Cumbre (1): No podemos hacer promesas sin credibilidad: “Si no sufren no lo harán”

Una vez que se ha perdido la confianza en las personas con las que se negocia, todas las promesas que uno hace para el futuro son increíbles. Pero a menudo, la imposibilidad de prometer algo en el futuro hace que hoy estemos mucho peor, es necesario poderse comprometer, poder atarse las manos, para alcanzar beneficios presentes. El juego en el diagrama de abajo ilustra esta idea y lo que supone. Como siempre, los números no importan, solo el orden en que están. En este juego, el trabajador sólo trabaja bien si se le promete un bonus. Pero el bonus sólo se obtiene tras haber trabajado. El problema es que siempre le es posible al empresario decir que no estaba suficientemente bien hecho el trabajo y no dar el bonus; esto es estupendo para el empresario, que obtiene un muy buen trabajo por poco dinero (consigue "2"), pero fatal para el trabajador . Pero el trabajador entiende esto y no se fía. Si no hay promesas creíbles, el equilibrio del juego es claro, el trabajador no trabaja bien, y el empresario no paga el bono, y ambos se quedan en (0,0) cuando podrían acabar en algo mejor, (1,1). Si, por el contrario, el trabajador se fía, por ejemplo porque las partes juegan repetidamente y tienen interés  en desarrollar una reputación de ser de fiar, entonces podemos tener un resultado mejor, que es un equilibrio del juego repetido.  En este caso, el trabajador hace un trabajo de calidad y el empresario no se comporta oportunísimamente porque sabe que el juego sigue, que la reputación es importante. Renuncia a "aprovecharse" y llevarse 2, se conforma con 1, y obtiene una reputación de ser justo que lleva a que futuros trabajadores puedan confiar en su promesa.

Un problema a la hora de encontrar salidas a la cada vez más enrevesada y cada vez más peligrosa crisis del Euro es la falta de credibilidad de los países del sur a la hora de hacer promesas.  En la crisis de la UE tenemos un juego de la confianza que ha desgraciadamente caído en el peor equilibrio. La canciller Merkel podría permitir a España tardar más tiempo en cumplir objetivos o incluso nos podría ayudar a conseguir dinero a tipos mucho más bajos. Nosotros a cambio nos comprometeríamos a hacer el ajuste más adelante. Pero ellos tienen que mover primero, comprometerse ahora, y no saben si les vamos a tomar el pelo luego. Y sienten (con razón) que ya les hemos engañado. El desastre del objetivo del déficit del 2011, las raras medidas fiscales del gobierno (no IVA si IRPF, deducción de vivienda, subida de pensiones, no recorte de los gastos corrientes del presupuesto y recorte drástico en inversión y I+D) han convencido a Europa de que “no somos de fiar” y “si no nos tienen contra a pared dejamos inmediatamente de hacer cosas”.  Nuestras promesas no son creíbles. No podemos decir no se preocupen, que ya cumpliremos cuando la crisis mejore, porque es imposible que el gobierno se comprometa de forma creíble a ello, dado porque en el pasado hemos dicho eso con el sector financiero, con las cuentas públicas, con las autonomías… Por tanto no podemos hacer una promesa creíble. Pero sin promesas creíbles, caemos en el equilibrio de Nash del juego no repetido y ellos no nos quitan la soga del cuello.

Es difícil exagerar el coste de la pérdida de credibilidad que ha sufrido España, y que hemos sufrido personalmente todos los españoles.  Nadie se fía de España, y (dolorosamente para los que vivimos fuera) os tengo que decir que esta erosión se extiende a nosotros, que recuperamos una imagen de jetas y poco de fiar. (Un socio senior de una consultora importante me contaba que dando una presentación en Washington sobre el sector financiero, todo eran sonrisitas y cachondeo;  en una reunión reciente en a que participé un español dijo “oye que yo también fui banquero central” y le respondió alguien con sorna “ya, ya pero banquero central español”).

Esta falta de credibilidad de los sistemas políticos y las instituciones del sur hace mucho más difícil conseguir una salida razonable de la crisis. Los alemanes se han convencido de que italianos, griegos y españoles (los portugueses son diferentes) simplemente dirán lo que haga falta para conseguir sus objetivos, pero luego harán lo que les dé la gana. Así actuó Papandreu, así actuó Berlusconi, y así hemos actuado nosotros. Tenemos que sufrir ahora y demostrar ahora, en el peor momento, con la peor crisis posible, que “somos de fiar” y “podemos hacer los deberes” porque nadie se cree que vayamos a hacer los deberes mañana.