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Carné de ruta por el despilfarro, de César Molinas (I de IV)

(Nuestro querido amigo César Molinas nos envía una fabulosa crónica contable del despilfarro inversor en el marco de un viaje de Pamplona a Madrid. La hemos dividido en 4 capítulos, porque lo merece. El capítulo 1, de Pamplona a Soria, ofrece una incisiva descripción del desastre de las renovables; el 2, de Soria a Medinacelli, describe los imposibles costes de las autovías fantasmas; el 3, de Medinacellia a Guadalajara nos da una visión de insider del AVE; y el 4, de Guadalajara a Madrid, sobre las Radiales.  Finísima ironía, excelente conocimiento, … lo váis a disfrutar. Aquí va la primera entrega. LG)

Carné de ruta por el despilfarro, Capítulo I (de IV)

Cuando viajo por carretera casi siempre voy al volante, con pocas oportunidades para observar el paisaje y, menos aún, para reflexionar sobre él. El congreso de Biospain en Pamplona, celebrado a finales de septiembre, me proporcionó la oportunidad de viajar de pasajero en el viaje de regreso a Madrid en el automóvil de un socio de la empresa de biomedicina en la que participo.

De Pamplona a Soria

Salimos de la capital navarra a media tarde, con buen tiempo y mejor humor. A los pocos kilómetros nos encontramos metidos en un espeso bosque de molinos productores de electricidad. No es un bosque eólico corriente, de esos que se ven de lejos distribuidos, como los indios de las películas del Oeste, por las cuerdas de colinas lejanas. Éste parece querer cerrarnos el paso ocupando lomas, llanos, vaguadas, sotos y cañadas. Impresionante. Me comenta mi socio que Navarra ha sido muy activa en la promoción de energías renovables y que han conseguido crear casi un millar de empleos de alta cualificación en este sector gracias a tener algunas empresas punteras a nivel mundial en la tecnología eólica. Interesante. Cuando el bosque eólico empieza a clarear, aparecen las primeras placas solares y, al poco, el paisaje se transforma en una sucesión de pastizales de energía fotovoltaica. Mi socio, que de esto sabe un rato, me dice que, al contrario de lo ocurrido con la energía eólica, en España el desarrollo de la tecnología fotovoltaica está resultando muy caro y muy lento. La gran mayoría de las placas existentes fueron importadas de Alemania y de China. También me dice que las cuentas medioambientales de las placas no están claras porque, en primer lugar, tardan unos siete años en producir la energía que se consume al fabricarlas y, en segundo lugar, porque la electricidad china necesaria para hacer la placa se genera quemando carbón, muy contaminante, mientras que en España la electricidad generada con placa sustituye a electricidad generada con gas natural, poco contaminante. Preocupante. ¿No estaremos haciendo un pan como unas tortas?

Como el paisaje se torna aburrido, cierro los ojos y echo unos números. Las energías renovables están fuertemente subsidiadas. En 2009 cada MWh producido con energía eólica recibió un subsidio promedio de 80,5€, adicional precio de la electricidad determinado en el mercado eléctrico mayorista, que fue en media 42 € por MWh; los MWh producidos con energía fotovoltaica recibieron un promedio de 458€. O sea que la energía eólica ha venido percibiendo el doble y la fotovoltaica 10 veces más que la electricidad convencional. El Gobierno acaba de reducir las primas que cobrarán las instalaciones de tecnologías renovables que empiecen a generar en 2011. Pues bien, aún reduciéndolas, las eólicas recibirán unas primas de 77€ por MWh, las fotovoltaicas de 259€ por MWh y la termosolar de 285€. Es todo un ejemplo de munificencia, como demuestra el dato siguiente: a pesar de los recortes, sigue habiendo más de 1.300 proyectos de instalaciones fotovoltaicas esperando la preinscripción en el MICyT. En palabras de un consejero de la Comisión Nacional de Energía, “se siguen entregando duros a cuatro pesetas”, es decir, que las remuneraciones -aún recortadas-  siguen siendo excesivas. Un chollo, vamos. Para empeorar las cosas, parece ser que en la fotovoltaica hay mucho fraude, según algunas estimaciones 1.700 millones de euros en dos años, porque muchos huertos solares se habrían repotenciado irregularmente. Mal asunto porque, para que haya este tipo de fraude, tiene que haber corrupción en las Administraciones responsables de la supervisión. Asustante, como diría la inefable González-Sinde.

Más números. Las subvenciones a las energías renovables ascienden a más de 6.200 millones de euros al año, el 0,6% del PIB español. Según datos de la Agencia Internacional de la Energía, esto es el 15% de todas las subvenciones que se dan a las renovables a nivel planetario. Es un esfuerzo desproporcionado –España no llega al 2% del PIB mundial- sólo explicable por la euforia de quien creía que, tras superar en PIB per cápita a Italia y creer estar próximo a hacer lo propio con Francia y Alemania, España debía proponerse nada menos que salvar a la Tierra del calentamiento global. Sólo la parte eólica (26% de las subvenciones en España) tiene algún impacto en la creación de tejido empresarial de alta tecnología en nuestro país. El resto de las subvenciones financia el desarrollo de tecnologías e industrias en otros países, Alemania y China, que son los principales beneficiarios del quijotismo español. Mi socio, que tiene un punto volteriano, apostilla que Don Quijote ha pasado de cargar contra los molinos a subvencionarlos. Vivir para ver.

¿Quién paga todo este despilfarro? En teoría lo pagan los consumidores españoles a través de la tarifa eléctrica, pero en la práctica no acaba de ser así porque el gobierno no se atreve a subir el precio de la luz lo suficiente como cubrir los costes reconocidos del sistema más las subvenciones a las renovables.  Hay que tener en cuenta que, si bien el precio mayorista de la electricidad en España está por debajo de la media europea, el precio que pagan los consumidores está por encima de dicha media debido a la cantidad de cosas que cuelgan de la tarifa.  Para cubrir todos los costes, incluyendo los subsidios a las renovables, España tendría que tener la electricidad más cara de Europa. Y es que salvar el mundo sale muy caro. Así las cosas, se ha ido acumulando el llamado “déficit tarifario”, más de 20.000 millones de €, que el Gobierno va a titulizar en las próximas semanas. No tengo nada claro cómo  acabará este embrollo, resultado de uno de los episodios de desgobierno más llamativos de la historia de España.