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Carné de ruta por el despilfarro, de César Molinas (III de IV)

(Hoy os colgamos la tercera entrada de la  crónica contable del despilfarro inversor en el marco de un viaje de Pamplona a Madrid que nos ha enviado César Molinas. La hemos dividido en 4 capítulos, porque lo merece. El capítulo 1, de Pamplona a Soria, ofrece una incisiva descripción del desastre de las renovables; el 2, de Soria a Medinacelli, describe los imposibles costes de las autovías fantasmas; el 3, de Medinacelli a Guadalajara nos da una visión de insider del AVE; y el 4, de Guadalajara a Madrid, sobre las Radiales.  Finísima ironía, excelente conocimiento, … lo váis a disfrutar. Aquí va la tercera entrega. LG)

De Medinaceli a Guadalajara

 

Buena parte del tramo de autovía entre Medinaceli y Guadalajara está en obras. A juzgar por el despliegue de maquinaria, la estimación de 50.000 € por kilómetro y año me parece muy benévola. Para distraerme levanto la vista y, a lo lejos, veo pasar el AVE. “Mira, el AVE a Huesca” le digo a mi socio.

Recuerdo que a principios de los noventa, cuando yo era consejero de Renfe,  había duras discusiones en el Consejo sobre la conveniencia o no de cerrar la línea Zaragoza-Huesca. No había casi pasajeros –el billetaje no cubría ni los costes de personal de operar los trenes- el mantenimiento era muy caro y empezaba a haber problemas de seguridad por el mal estado de las vías. Quince años más tarde no sólo no se ha cerrado la línea, sino que ahora llega el AVE. Sigue sin haber casi pasajeros, pero esto no parece importarle a nadie. Fuentes de Renfe admiten una pérdida de 75 € por pasajero por operar la línea. Cuatro años de trabajo con la llorada Mercé Sala me enseñaron mucho sobre las cuentas de Renfe. Si en vez de calcular la pérdida por pasajero a tren lleno se hiciera con el número real de pasajeros y se incluyera la amortización del material rodante (¡qué menos!), las pérdidas por pasajero podrían ser de varios cientos de euros. Si, además, se incluyera el mantenimiento y la amortización de la infraestructura, estas pérdidas serían de varios miles. En cualquier caso, sería mucho más barato transportar gratuitamente a todos los pasajeros de Renfe, a la hora que ellos quisieran, en automóviles Mercedes-Benz de último modelo que circulasen por la autovía Huesca-Zaragoza, que va paralela a la vía del tren y es de nueva construcción. Lo mismo ocurre con otras líneas de AVE construidas o proyectadas.

Lo del AVE es una locura. Con la única excepción del tren de levitación magnética que une Shangai con su aeropuerto, los trenes de alta velocidad españoles son el medio de transporte público más caro del mundo. El coste medio de construcción de la red actual es, según ADIF, de 11.000.000 € por kilómetro (sí, ¡once millones de euros por kilómetro!). El coste de mantenimiento estaría, por lo menos, sobre los 150.000 € por kilómetro y año, el triple que el de una autopista. Son cifras mareantes. La apuesta española por el AVE ha supuesto sustituir corredores aéreos (Madrid-Barcelona, Madrid-Sevilla,…) muy eficientes y competitivos, que se autofinanciaban sin necesidad de dinero público, por corredores ferroviarios tremendamente deficitarios financiados por el contribuyente. Pésimo negocio que pone una bomba de relojería en el presupuesto público. Y soy consciente de que hay una corriente de opinión que defiende el AVE como elemento vertebrador del territorio. Basta pasearse por Puertollano, Ciudad Real o Guadalajara para ver que eso es una fantasía ingenua o interesada.