de Florentino Felgueroso, Luis Garicano y Sergi Jiménez
En los anteriores capítulos de nuestra serie sobre el panorama de la educación secundaria y terciaria en España, hemos mostrado que (1) España tiene unos niveles de fracaso escolar extraordinariamente altos, mayores que en el resto de Europa; además muchos de estos jóvenes ni estudian ni trabajan; (2) España tiene niveles muy elevados, los mayores de Europa, de subocupación de licenciados; (3) que a pesar de todo la educación parece ser beneficiosa, y que los beneficios de los que estudian se manifiestan de tres maneras: menos temporalidad, menor tasa de desempleo y mayor salario; y que (4) el sistema de subsidios favorece de forma muy importante a los terciarios frente a los secundarios, incentivando a los jóvenes a que o bien continúen hasta la universidad o se queden sólo con la secundaria obligatoria
Hoy abordamos la relación entre los estudios y el modelo productivo. ¿En qué sectores y ocupaciones se sitúan nuestros déficit? ¿Observamos carencias en la adopción de las tecnologías de la información?¿En caso afirmativo, están estas carencias relacionadas con las del nivel educativo de nuestra población?¿Qué nivel educativo se debería adquirir y qué de campos de estudios serán necesarios para el cambio de modelo productivo? Estas son las preguntas que nos hacemos en esta entrada.
Siguiendo un enfoque bastante aceptado en la teoría del desarrollo económico y de la economía internacional, el cambio de modelo productivo puede ser considerado como “ascender en la cadena de valor y empezar a producir bienes más sofisticados”. En una primera fase de desarrollo, un país con trabajadores de bajo nivel educativo, solo podría dedicarse a producir bienes de bajo contenido tecnológico. En una segunda fase, se puede mejorar la productividad adoptando las nuevas tecnologías ya probadas en otros países. Si estas tecnologías son complementarias de la educación y formación, para llegar a esta fase es condición necesaria mejorar el stock de capital humano de la población, mediante la educación reglada para los nuevos entrantes y no reglada para los que han completado su etapa formativa. Finalmente, una fase aún superior consistiría en elevar la capacidad de innovación para lo que se requeriría de una población de educación terciaria, bien preparada en especial en ciencia y tecnología. En esta entrada mostraremos que nos hemos quedado estancados, desde el punto de vista de la formación, entre las fases 1 y 2.
(1) La mayor brecha en empleo por sectores de España con los países más avanzados de la UE se sitúa en los servicios que utilizan de forma intensiva los conocimientos
En el Cuadro 1, se muestran las diferencias que existían al inicio de la presente crisis entre los países de la UE15 y España en las contribuciones a las tasas de empleo de los sectores según su contenido tecnológico. Las mayores diferencias a nuestro favor (signos negativos) se encontraban en los sectores de la construcción y los servicios no intensivos en conocimientos. Históricamente en España y en comparación con otros países de la UE, el sector de la construcción ha contribuido entre 4 y 5 pp a la tasa de empleo. Una normalización del mismo supondría perder una vez pasada la crisis entre 3 y 4 puntos. En cuanto a los “otros servicios” (aquellos menos intensivos en conocimiento), principalmente la hostelería, las diferencias con los demás países se encuentran también en los 3-4 puntos. Las mayores diferencias en contra no se encuentran en las industrias de alto contenido tecnológico, ni en los servicios de alta tecnología intensivos en conocimientos (I+D, informática y comunicaciones). Nuestro mayor déficit se encuentra en los demás servicios que utilizan estos conocimientos de forma intensiva. Las diferencias en estos sectores con los países escandinavos, el Reino Unido u Holanda, por ejemplo, se situaban al inicio de la crisis entre 10 y 15 puntos de la tasa de empleo o, en términos absolutos, entre 3 y 4,5 millones de empleos. ¿Cuáles son estos servicios “intensivos en conocimiento”? ¿Dicho de otra forma, en qué sectores nos faltan empleos? Esta clasificación incluye servicios de mercado intensivos en conocimiento (transporte marítimo, aéreo y espacial, actividades inmobiliarias, alquiler maquinaria y equipo), servicios financieros (intermediación financiera, seguros, planes de pensiones), pero sobre todo, sanidad y educación.
(2) Para converger con países como los escandinavos, Holanda, Alemania o el Reino Unido, deberíamos crear entre 3 y 5 millones de empleos de técnicos y profesionales.
En correspondencia con el claro déficit en los servicios intensivos en conocimientos, nuestro déficit ocupacional se sitúa en los puestos de trabajo para profesionales y técnicos, aquellos que mayor empleo encuentran en estos sectores. Sobrarían trabajadores manuales, pero la convergencia en tasas de empleo con un modelo productivo similar a estos países pasaría por aumentar entre un 50 y un 80% el número de puestos de trabajo de técnicos y profesionales, ocupaciones que requieren al menos de un nivel educativo equivalente a la secundaria post-obligatoria.
(3) En los países más avanzados los trabajadores manuales también utilizan en mayor medida las TICs
Sin embargo, no sería correcto quedarse con la idea de que deberíamos cambiar simplemente el balance entre trabajadores manuales y no manuales. El déficit no sólo está en ocupaciones que utilizan más las TICs, sino que además también las utilizamos menos tanto en ocupaciones manuales como no manuales. Por ejemplo, en Finlandia, Suecia, Alemania y Austria, cerca de la mitad de los trabajadores manuales utilizan de alguna forma la informática en su puesto de trabajo.
Las estadísticas sobre sociedad de la información de Eurostat muestran que nuestro problema ya no se sitúa simplemente en la adquisición sino también en el uso de las TICs. Así por ejemplo, estamos compitiendo con Finlandia por ser el país de la UE con el mayor porcentaje de empresas (de más de 10 trabajadores) que disponen de banda ancha, pero seguimos ocupando los últimos lugares de uso de las nuevas tecnologías para usos productivos y comerciales. Es decir tenemos “buenas” infraestructuras físicas, pero no las utilizamos, probablemente por la falta de capital humano.
Estas estadísticas no sólo muestran que aquellos países que hacen un mayor uso de las TICs alcanzan una mayor tasa de empleo, sino también que tienen mayores niveles de productividad del trabajo, consiguiendo así un empleo más “resistente” ante shocks como los experimentados durante esta crisis.
(4) La formación en la empresa no subsana la falta de cualificación en TIC
Que exista una correlación entre tasa de empleo y porcentaje de trabajadores que utilizan ordenadores en los centros de trabajo, no indica necesariamente una única relación de causalidad de la segunda hacia la primera. El centro de trabajo es también uno de los lugares en los que se adquieren los conocimientos para el uso de las TICs, en especial, para aquellos que hayan salido de la escuela antes de la llegada de estas nuevas tecnologías. Sin embargo, también fallamos en este aspecto en comparación con otros países como los escandinavos o Alemania. Si queremos realizar el cambio de modelo productivo, el papel de nuestra formación no reglada debería en cualquier caso ser aún más preponderante que en estos países, al ser mayor el coste de formarse para una población con un nivel educativo tan bajo, no sólo en edades más avanzadas, sino también entre los más jóvenes con tasas de abandono escolar tan altas. En consecuencia la política de formación continua también debería mejorarse sustancialmente.
(6) ¿Y la fase 3?
¿Cómo nos estamos preparando para abordar la fase 3, es decir, aquella que nos permita producir bienes y servicios cada vez más sofisticados en base a innovación propia? Como en previas entradas de esta serie, encontramos aquí la forma de reloj de arena característico del sistema productivo español: no tenemos profesionales de grado medio, nos faltan, profesionales y técnicos, pero si, tenemos educación superior. Como se muestra en el Gráfico 4, el porcentaje de graduados en educación superior en ciencias y tecnologías de las últimas hornadas se sitúa en una posición intermedia, por encima de los EEUU y muy por debajo de Portugal, por ejemplo. Esto es muy prometedor, con una salvedad: ¿podemos innovar sin cuadros intermedios, empezando por arriba? O sin el centro de la pirámide, no se sostendrá el nivel superior?
En cualquier caso, creemos que lo más acuciante está en dar un paso definitivo para salir de la fase 1 y entrar de lleno en la fase 2. Con esta entrada, volvemos a insistir en la necesidad de que se aborde el tema del abandono y fracaso escolar en edades tempranas como un tema de emergencia nacional. El cambio de modelo productivo debería pasar por converger en técnicos y profesionales con la mayoría de los países del norte. El camino será largo dado que tamaño de las nuevas cohortes de entrantes seguirá siendo relativamente pequeño durante las próximas décadas, razón adicional para enfrentarse con urgencia a este problema. Pero para que las nuevas tecnologías se adopten de una forma generalizada, igual de importantes son los recursos y los incentivos destinados a la adquisición de formación no reglada. Este tema se ha dejado, de momento, al margen de la reforma laboral, y mucho nos tememos que no se aborde seriamente. Una reforma a fondo de la formación continua abriría otro frente más con los agentes económicos y sociales.
Quedan aún temas pendientes que dejaremos para las próximas entradas. Entre otros, ¿cómo encajar este sencillo esquema de desarrollo económico con la evidencia empírica acerca de la polarización de la demanda entre ocupaciones de baja y alta cualificación?, ¿Dada nuestra situación actual, qué es mejor una estructura educativa de tres niveles equilibrados o desequilibrada hacia el nivel superior? o ¿cómo explicar por qué los premios a la educación en España han seguido una evolución distinta a la registrada en los demás países?