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Las economías de aglomeración y la distribución espacial de la población

Entrada conjunta con Alfonso Díez Minguela y Julio Martínez Galarraga.

Hace poco más de un mes, la Economic History Society celebró en Cambridge su reunión anual. Aparte de asistir a presentaciones muy interesantes y reencontrarnos con muchos amigos, tuvimos la oportunidad de presentar un trabajo en el que analizamos el crecimiento de la población española entre 1860 y 1991. Para llevar a cabo esta investigación hemos estudiado la evolución de la población de cada uno de los 471 partidos judiciales existentes en España a lo largo de los trece Censos de Población de los que disponemos para ese período. En particular, queremos saber si el tamaño inicial de la población influye en su crecimiento posterior, lo que favorecería una mayor concentración espacial de la población y sugeriría la existencia de economías de aglomeración. Nos interesa especialmente analizar cómo estos vínculos han variado en el tiempo. De esta manera, podemos aproximarnos a la evolución de las economías de aglomeración y, por tanto, valorar la relevancia de la densidad económica en la configuración a largo plazo de las áreas de mayor dinamismo. Aunque los resultados son todavía preliminares nos parece que puede ser de interés para los lectores de Nada es Gratis.

La motivación detrás del estudio son, como decíamos, las llamadas economías de aglomeración, es decir, los beneficios que aparecen cuando empresas e individuos se concentran en una determinada localización geográfica. La mayor densidad de la actividad económica permite abaratar costes y ofrecer una mayor variedad de productos, además de facilitar la provisión de infraestructuras como hospitales, universidades o aeropuertos. Los beneficios de la aglomeración se extienden también a la posibilidad de mejorar el matching entre trabajadores y empresas y, por último, a la difusión del conocimiento entre los distintos agentes. Esta entrada de Antonio Cabrales sobre la riqueza de las ciudades ilustra muy bien estas ventajas, especialmente la concentración de talento que se da en los grandes núcleos urbanos.

Aunque la aglomeración también eleva el precio del suelo, alarga los desplazamientos y aumenta los niveles de contaminación (entre otros costes), la literatura en estos temas muestra que una mayor densidad económica está consistentemente asociada a una mayor productividad. El continuo crecimiento que han experimentado los núcleos urbanos también indica que, históricamente, los beneficios de la aglomeración se han impuesto a sus posibles costes aunque es cierto que pueden existir límites a estas tendencias.

Como la mayor parte de los estudios se centran en períodos recientes (dos excepciones aquí y aquí) e ignoran por tanto las dinámicas a largo plazo, en este trabajo adoptamos una perspectiva más histórica y analizamos cómo el efecto de la densidad económica ha evolucionado en el tiempo. Para ello, como comentábamos antes, hemos reconstruido la evolución de la población española a nivel de partido judicial entre 1860 y 1991 en los 13 censos disponibles como se ve en el siguiente mapa.

Mapa 1. Evolución de la población en España por partido judicial, 1860-1991

Pop. 1860-1991

La amplitud del período estudiado nos permite capturar la transición desde una sociedad mayoritariamente agrícola a una economía moderna. No es esta entrada el lugar para describir la transformación de la sociedad española en este casi siglo y medio. Baste el siguiente gráfico para ilustrar la magnitud del cambio estructural en relación al proceso de concentración espacial de la población. El declive de la proporción de la población dedicada a la agricultura y el consiguiente aumento de la importancia de la industria y los servicios asociada al desarrollo económico transcurre en paralelo a la brecha que se va abriendo entre el tamaño de los partidos judiciales (capturado a través de la diferencia entre la media y la mediana de la población de los distritos). Aparte del retroceso temporal que supuso la Guerra Civil y el período autárquico que le siguió, es interesante observar también cómo, a partir de 1970, el crecimiento del tamaño relativo del sector industrial se estanca mientras la importancia de los servicios continúa creciendo intensamente.

Fig. 1. Cambio estructural y concentración de la población en España, 1860-1991

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Volviendo a nuestro principal objetivo, lo que nos interesa es analizar si la densidad de población inicial afecta al crecimiento posterior. Las economías de aglomeración sólo serán relevantes si el crecimiento de los distintos partidos judiciales no es independiente del tamaño inicial de los mismos (lo que se conoce como Ley de Gibrat). Los gráficos a continuación muestran la relación entre el tamaño inicial de los distritos (eje X) y su crecimiento posterior (eje Y), expresados ambos en logaritmos. Como se puede comprobar, los partidos judiciales de mayor población no empezaron a crecer más rápido que los pequeños hasta el inicio del siglo XX. Se observa también que, aunque este vínculo se fue haciendo más intenso a medida que avanzamos en el tiempo, el atractivo de los distritos más grandes parece mitigarse en cierta medida a partir de 1970.

Fig. 2 Crecimiento de la población vs. población inicial

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Es cierto que el crecimiento de determinados núcleos puede estar relacionado con ventajas naturales como el clima o la geografía que afectan a su productividad. Esto explicaría no sólo que esas áreas sean más densas en un determinado momento, sino también que su crecimiento posterior sea mayor (lo que violaría la Ley de Gibrat sin necesidad de recurrir a las ventajas de la aglomeración). Para evitar este problema estimamos más formalmente la relación entre densidad inicial y crecimiento posterior controlando por una amplia variedad de variables que intentan capturar las características geográficas y climáticas de los distintos partidos judiciales. También controlamos por el atractivo de otros núcleos cercanos y, por si se nos escapa alguna dimensión importante, también usamos la población urbana histórica como variable instrumental.

El siguiente gráfico ilustra los resultados del ejercicio econométrico en los distintos períodos y confirma que el tamaño del distrito apenas influyó en el crecimiento posterior durante la segunda mitad del siglo XIX. La relación entre estas dos variables se intensificó de forma clara entre 1910 y 1970 aunque esta tendencia se interrumpió temporalmente durante la Guerra Civil y los años 40. A partir de la década de 1970, y especialmente en la de 1980, el link entre aglomeración y crecimiento poblacional se debilitó a medida que la emigración rural se redujo y la crisis golpeó sectores industriales tradicionales como la minería y la metalurgia. Salvando las distancias que nos separan de Estados Unidos, nuestros resultados van muy en la línea de los trabajos que han estudiado su experiencia a largo plazo (aquí y aquí). Los elevados coeficientes que se observan en la España de 1970 también son coherentes con otros estudios que muestran que los efectos de la densidad son mayores en países en desarrollo (como China o India).

Fig. 3. Efecto del tamaño inicial en el crecimiento de la población

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Como se ve en el gráfico, hemos repetido nuestro ejercicio excluyendo sucesivamente los distritos más poblados (aquellos mayores de un millón de habitantes primero, medio millón después y un cuarto de millón por último). Comparar estos resultados con aquellos obtenidos usando toda la muestra (primera estimación de cada periodo) sugiere que, especialmente a partir de 1960, el impacto de las economías de aglomeración era mayor en distritos de tamaño mediano. Los costes de congestión a los que aludíamos más arriba pueden estar detrás de este menor atractivo que ejercen los núcleos más densamente poblados.

No hay duda que las ventajas derivadas de la aglomeración juegan un papel fundamental en la distribución espacial de la actividad económica. Nuestro trabajo apunta a que el impacto de estas fuerzas ha variado en el tiempo conforme la propia economía se ha ido transformando. Y estos cambios no siempre son lineales. Una entrada de hace algún tiempo nos contaba que, al contrario de lo que ocurre en otros países, las ciudades españolas que más crecieron entre 1981 y 2007 fueron las que tenían menos capital humano, asociando este proceso a la preponderancia del turismo y el ladrillo en nuestro modelo económico (aquí). Y si nuestras ciudades no favorecen la concentración del talento…