Timeo Danaos et dona ferentes

Empiezo de esta manera pues esta vez los Griegos hacen que discrepe de mis dos co-autores, Luis y Juan, y de mi compañero de blog, Tano. Para aclarar las cosas, hagamos una lista de las cosas en las que Luis, Juan, Tano y yo (creo) estamos de acuerdo:

1) España tiene un serio problema presupuestario.
2) Este problema viene, en parte, de un excesivo optimismo recaudatorio durante muchos años causado por el boom inmobiliario.
3) Pero otra parte importante del problema viene de que la política fiscal durante 2007-2009 ha sido bastante irresponsable.
4) El medio/largo plazo presupuestario es particularmente complicado por el envejecimiento de la población y el incremento del gasto sanitario.
5) La salida de las crisis financieras es, empíricamente, largo y costoso y el que nuestro sistema financiero, particularmente las cajas de ahorros, no se haya limpiado, empeora la situación.

Como de estos puntos, todos hemos hablado largo y tendido en este blog y en op-eds, no creo que merezca la pena perder mucho más tiempo en este post en particular.

Luego, tenemos una cosa sobre las que discrepamos en parte, la importancia del informe de S&P, y una en la que creo que la diferencia es mayor, el riesgo soberano de España.

En primer lugar, el famoso informe de S&P. Sobre el informe uno puede pensar en su contenido en sí mismo y en su impacto en el mercado. Con respecto a su contenido en sí mismo, cuando lo leí el sábado con calma, sinceramente, no vi nada más que un par de lugares comunes:

Compared to its rated peers, we believe that Spain faces a prolonged period of below-par economic performance, with trend GDP growth below 1% annually, due to high private sector indebtedness (177% of GDP in 2009) and an inflexible labor market.

Yo no veo ni lo uno ni lo otro. Con respecto a la deuda privada ya escribí hace unos meses en mucho detalle. Mi conclusión, al final del post, era:

El resumen de mi discusión, sin embargo, es que ni me parece que mirar el nivel de deuda bruta sobre PIB sea particularmente informativo ni que tenga mucho sentido juntar deuda privada con pública sin más cuidado.

El tiempo no me ha hecho cambiar mucho de opinión. Lo que importa no es el nivel de deuda privada sino su composición y distribución. En un mercado de capitales integrado como el europeo y en un marco de tipos de interés previsiblemente muy bajos por mucho tiempo, me parece muy difícil pensar que este alto nivel de deuda tenga un efecto muy grande sobre el crecimiento.

Lo de las rigideces del mercado de trabajo suena muy bien pero la evidencia empírica no parece corroborarlo. Un mercado de trabajo rígido como el español tiene muchos problemas: causa alto desempleo, mucho de ello de larga duración, acentúa la duración de las recesiones y muchos otros. Es una mala regulación y tiene que ser cambiada (a fin de cuentas tanto Luis, Juan, Tano y yo somos firmantes del “manifiesto de los cien” sobre la reforma laboral que tanto molestó a los sindicatos). Sin embargo, es probable que tenga poco que ver con el crecimiento en el largo plazo de la economía española.

¿Por qué? Porque un mal mercado de trabajo tiene un efecto de nivel (se trabaja menos o en puestos menos productivos) pero no de tasa (crecimiento). Para conseguir un efecto sobre una tasa uno tendría que pensar que el mercado de trabajo afecta a la adopción de tecnología, de nuevo no en nivel, sino en tasa, es decir, que según la frontera tecnológica se mueve (pienso en España como un seguidor, no como un líder en un modelo de crecimiento endógeno), nosotros nos quedamos relativamente más y más atrás. Esto, además de ser difícil de ver desde el punto de vista teórico, no es lo que nos dicen los datos ya que en la OECD la relación entre adopción de tecnología y rigideces laborales es, en el mejor de los casos débil, y no siempre en la dirección que se esperaría: en España tuvimos maquinas para pagar en los aparcamientos mucho antes que en EE.UU. precisamente por nuestras instituciones en el mercado de trabajo llevaban a una adopción de tecnología en este caso excesivamente rápida (sí, sé que me estoy saltando el tema de la transición dinámica, pero me queda un poco largo el explicarlo en detalle).

Por otra parte, la relación entre déficit público y tendencia (no la posición cíclica) es sutil. Por ejemplo, un alto crecimiento económico también tiene efectos sobre gasto en sanidad y pensiones: sueldos más altos causados por el crecimiento económico también son pensiones más altas y hospitales más caros. Esto no quiere decir que crecer sea malo, solo que no es la panacea que soluciona todos los problemas presupuestarios.

Todos estos argumentos no hacen más que reforzar mi a priori que el valor añadido de las agencias de valoración cuando evalúan el riesgo soberano es cero. Me explico. La opinión de uno puede tener este valor añadido o bien porque tiene acceso a datos que otros no tienen o porque su capacidad de juicio es más acentuada. No creo que S&P tenga ni uno ni el otro. Con respecto a la primera posibilidad, S&P no utiliza ningún dato que no sea público, con lo cual cualquier agente puede agregar esta información. Es más, yo añadiría que, dado que los datos desde el verano de la economía mundial (y con más timidez, la nuestra) han sido más positivos que la esperanza condicional en el invierno, y que por tanto la cola izquierda del escenario de riesgos ha perdido masa, el momento del anuncio es bastante ilógico. Con respecto a la segunda, no tengo ninguna razón en particular para confiar en la opinión de S&P dado que no me parece que dispongan del capital humano necesario para ello.

Ahora bien, mencionaba anteriormente que el informe puede tener un impacto sobre el mercado. Dado que, como decía antes, la información es pública, el único impacto es a través de efectos de expectativas de alto orden (yo sé que tú sabes que yo sé que tú sabes … que la situación presupuestaria española es mala). Un cambio en estas expectativas puede desencadenar una cascada informativa que nos lleve un pánico en la deuda soberana. Esto, desafortunadamente, es una de las consecuencias de tener conocimiento común incompleto (y en mi visión, una de los problemas fundamentales de las asignaciones de mercado) y por tanto, más una razón para ignorar a S&P que para intentar utilizarles en una estrategia retórica.

Finalmente, la cosa en la que discrepo en mayor medida es que exista un riesgo en el Tesoro Español. Cuando los conspiradores del 20 de Julio de 1944 se acercaron a Eric Von Manstein para que se les uniera, este les contestó, en una famosa frase: Preussische Feldmarschälle meutern nicht, vamos, que los Mariscales de Campo prusianos no se amotinan. Algo similar diría yo: las democracias occidentales modernas no suspenden pagos. En primer lugar porque los estados modernos tienen una capacidad casi infinita de recaudar. Tenemos un impuesto, el IVA, que podemos subir sin mayores complejidades a tipos del 25%, los indirectos, que en España son muy bajos y se pueden eliminar deducciones del IRPF y con cambios aquí y allí en la legislación generar rentas sustanciales. En segundo lugar, porque los gastos se pueden recortar de manera rápida: se para la inversión pública y se acabó. Esto no es bueno para el largo plazo, pero en el corto te reduce el déficit por la vía de la urgencia. En tercer lugar, porque la distribución de la deuda pública es tan grande entre los ciudadanos que cualquier gobierno que intentase una suspensión estaría cometiendo un suicidio político.

En la situación actual las cosas son aun mejores por el argumento que esgrimía antes de los bajos tipos de interés. Incluso aunque nos fuésemos a unos ratios de deuda pública sobre PIB de más 100% (que no va a pasar con una probabilidad altísima), el pago de los intereses no es particularmente gravoso, tanto si lo comparamos con los pagos de intereses que teníamos en los 80, con tipos de interés reales mucho más altos, como con la carga que han tenido otros países como Italia, Bélgica o Japón. Tomemos el caso de Bélgica, que me parece particularmente relevante. ¿Creemos que nosotros tenemos problemas con las CC.AA.? Pues los belgas nos dan clases de expertos con sus líos de Flamencos y Valones. ¿Creemos que tenemos rigideces institucionales? Pues de nuevo, ellos también nos pueden dar clase. ¿Han tenido problemas los belgas con su deuda? No.

En cuanto la economía se recupere un poquito la recaudación también empezará a subir. Decía antes que parte de la caída de la recaudación había sido debida al final del boom inmobiliario. Cierto, pero otra parte es debida a una subida en el grado de cumplimiento fiscal en España durante la última década. Sabemos que, en sistemas relativamente progresivos como el nuestro, altos niveles de cumplimiento también implican una alta elasticidad de la recaudación en el corto plazo (otro dia lo puedo explicar con calma). ¿Cuánto subirá? Para saberlo a ciencia cierta necesitaría datos micro del MEH, pero mi intuición es que nos comeremos unos 3 puntos de PIB de déficit (más el punto que viene de la subida del IVA). Los gastos también caerán, aunque solo sea por la cruel lógica de que las prestaciones del seguro de desempleo se irán agotando y que pequeños parches políticos en el subsidio para cubrir el expediente de la opinión pública no van a ser tan costosos como el 4% de PIB que nos estamos gastando ahora en el tema.

Esto nos deja con un déficit estructural, que así a botepronto, estimo entre el 4% y el 5% del PIB. Esto es un déficit muy serio que tenemos que sentarnos a ver cómo resolvemos (y que no creo que el actual gobierno tenga el coraje de afrontar). Pero no es un déficit que nos lleve a la suspensión de pagos.

Una nota final. Esta semana que entra Juan y yo estamos visitando el servicio de estudios del Fed de St. Louis, bastión en los 70 del siglo pasado del monetarismo, y que ahora tiene un presidente, Jim Bullard que es un tipo majísimo y bien listo, y unos cuantos excelentes economistas, incluido uno de nuestros lectores favoritos, Carlos Garriga. Por tanto, me saltaré el post del miércoles (aunque seguro que Juan y yo hablaremos largo y tendido sobre la situación fiscal en España). Cumpla este post pues como substituto.

Hay 5 comentarios
  • Jesús, me gusta el artículo, pero quiero matizar esta afirmación: "Lo de las rigideces del mercado de trabajo suena muy bien pero la evidencia empírica no parece corroborarlo. (...) es probable que tenga poco que ver con el crecimiento en el largo plazo de la economía española."

    La evidencia empírica es siempre discutible y sobre este asunto ha habido resultados en ambos sentidos. Sin embargo, recientemente parece favorecer la idea de que los costes de despido (esencialmente de los trabajadores permanentes) sí afectan al crecimiento de la productividad. Dos trabajos recientes:

    Andrea Bassanini et al. (2009): “Job Protection Legislation and Productivity Growth in OECD Countries”, Economic Policy, 24(58), 349-402. ftp://ftp.iza.org/dps/dp3555.pdf.

    Federico Cingano et al. (2008): “The Effect of Employment Protection Legislation and Financial Market Imperfections on Investment: Evidence from a Firm-Level Panel of EU Countries”, http://www.julianmessina.eu/files/dp4158.pdf. De próxima publicación en Economic Policy.

    Me parece que son trabajos bastante cuidadosos y razonablemente convincentes.

  • Jesús, quizás nos hayamos centrado demasiado en el mensaje de la “montaña rusa” de nuestro mercado de trabajo para motivar la necesidad de la reforma laboral. Otro mensaje, probablemente más convincente, pasa precisamente por el freno que supone tener un mercado tan dual para la adopción de las nuevas tecnologías.

    De hecho, aquí está realmente la clave de la diferencia entre los 100 y los 700. Sólo tenemos algo en común: creemos que hay que cambiar el modelo productivo y el que cambio está relacionado la tecnología. Ellos dicen que la reforma laboral ya acompañará al cambio de modelo, que todos nuestros males proceden de una especialización en sectores de escaso contenido tecnológico y, por ende, de baja productividad, que son además intrínsecamente estacionales, lo cual explica nuestras altas tasas de temporalidad. Estos sectores están pagando el pato de la crisis, pero si dedicamos nuestros recursos a romper esta especialización, gastando más y más en I+D y en educación, al pasar este invierno surgirá una nueva era. Bueno, y si no es así, es porque los empresarios son diabólicos, y sino porque mantener el status quo institucional es una cuestión de justicia. Qué menos mal que están la mayoría de los juristas para velar por ella…

    Otra versión, quizás la nuestra, es partir del principio que somos menos productivos en casi todos los sectores, que el problema de especialización en actividades de baja productividad sólo explica como mucho una pequeña parte del diferencial de productividad con la media de la UE, que tampoco permite explicar el diferencial en tasas de temporalidad. La dualidad/temporalidad induce a una baja productividad (ver articulo más que convincente de Juanjo Dolado y Rodolfo Stucchi (2009)) y si somos menos productivos es por nuestro retraso en la adopción de las nuevas tecnologías de una forma generalizada (Bentolila, Dolado y Jimeno, 2009 y Felgueroso y Jiménez, 2009).

    ¿Cómo se asocia el retraso en la adopción de las nuevas tecnologías y la dualidad? ¿Por qué este retraso afectaría no sólo a los niveles sino también a las tasas de crecimiento? Intentaré convencerte para que te subas de nuevo al tren.
    Por nuevas tecnologías no me refiero al parquímetro o la máquina para hacer donuts (), sino a aquellas de uso generalizado por todos los sectores y ocupaciones (General Purpose Technologies) como las TICs. Estas GPT, de momento, son complementarias con la educación y formación, y su adopción sólo se puede hacer reduciendo el abandono escolar y formando a nuestra población activa.

    Como intentamos explicar Sergi y yo en el paper para la monografía de crisis, tenemos un gran problema: nuestra población activa tiene un nivel educativo muy bajo, insuficiente para la adopción de las TICs, por el más que considerable abandono escolar de nuestros jóvenes durante las dos últimas décadas y por la escasa formación de nuestra población activa de edad avanzada. Aunque reduzcamos el drop-out en el futuro (¿sólo con una reforma educativa? Lo dudo. Además, ¿cuándo se implementaría realmente? y ¿cuándo veríamos su primeros efectos?), el envejecimiento demográfico (la población de 25 a 34 años se reducirá a la mitad en la próxima década) impedirá que hagamos el cambio con los entrantes más educados. Sólo nos queda incentivar la formación de nuestros empleados y parados. Y ahí es donde entra en juego la reforma laboral, no sólo de las políticas activas, sino también de la regulación contractual. Sin esta reforma, nos alejaremos cada vez más de los demás.

    (1) Nuestro sistema dual es el peor para incentivar la adquisición de formación de nuestros empleados, tanto de los entrantes con excesiva rotación (no consiguen capital humano específico que reduzca el poaching risk por ello tampoco reciben formación genérica en las empresas) como de los viejos del lugar excesivamente protegidos y sin incentivos para invertir en su propia formación.

    (2) Si que parece razonable creerse que el proceso de destrucción creativa que acompañan las nuevas tecnologías es menor cuanto mayor es la protección de los empleados en las viejas empresas que utilicen las viejas tecnologías. Saint-Paul tiene varios papers sobre este tema. Una de sus conclusiones es que a la larga, menor productividad también supone menor salario, esta es la incongruencia, incluso los insiders podrían ganar de la flexibilidad. Mientras que no se de este proceso de destrucción creativa, se mantendrá el modelo productivo, lo que seguirá incentivando al drop-out.

    (3) Como decía Juan F. Jimeno en el workshop de la monografía de Crisis, la excesiva protección también impide las ganancias en productividad derivadas de la reorganización de los recursos humanos que posibilitan las nuevas tecnologías. Varios papers ya han mostrado que la diferencias en la contribución de las TICs a los aumentos de productividad entre EEUU y Europa están precisamente en este punto.

    (4) Si que existe evidencia de que a mayor protección de empleo menor uso de las nuevas tecnologías Roberto M. Samaniego (http://home.gwu.edu/~roberto/research.html) tiene varios papers sobre este tema. Muestra, por ejemplo, que los con mayores indicadores de rigidez laboral también son los que menos utilizan Internet.

    (5) Con el bajo nivel educativo que sigue teniendo gran parte de nuestros empleados, no es de extrañar la oposición actual a una reducción de las indemnizaciones por despido: el coste que supone la adaptación a las nuevas tecnologías es mayor, su productividad se basa en las viejas tecnologías, y no queda claro que las ganancias que obtengan con las nuevas tecnologías compensen estas pérdidas durante el resto de esta vida laboral (de nuevo interacción entre bajo nivel educativo y envejecimiento).

    Ahi está el gran problema. Nuestro nivel de protección es probablemente endógeno. El votante mediano de los sindicatos es seguramente el que más tiene que perder con el cambio, pero lo que probablemente desconoce nuestro gobierno es que:

    - el 62.3% de la población de 16 a 64 años considera que “Los contratos deberían ser más flexibles para incentivar la creación de empleo” (Eurobarómetro de mayo-junio de 2009). Entre las personas que perdieron su empleo durante ésta crisis, este porcentaje aumenta al 70%.
    - entre los votantes del PSOE en las últimas elecciones generales, más de una tercera parte de los parados recientes y un porcentaje similar de los asalariados temporales y de los estudiantes dicen que cambiarían su voto (Barómetros del CIS, desde junio de 2009)

    En definitiva, si que la ausencia de reforma laboral debería afectar a las tasas de crecimiento. Aceptando que durante la transición en su adopción las GPT provocan una ralentización económica debido a la pérdida productividad derivada de la experiencia con las antiguas tecnologías, cuanto más tardemos en realizar esta transición, menor será nuestro crecimiento relativo. Por otra parte, mientras que estemos de ida con la nueva GPT, los demás ya estarán de vuelta con otra aún más nueva, o tendrán una población con mayor experiencia laboral con esta primera y la habrán utilizado para conseguir más I+D+i., por ejemplo.

  • Muy buen artículo y fantásticos comentarios. El de FF me ha parecido demoledor. ¿Por qué no escribís más sobre la relación dualidad-reforma laboral-crecimiento? Al fin y al cabo, como dice FF, es el principal punto de divergencia con los que se oponen.

  • Gracias a todos por vuestros comentarios. En especial, las referencias que me da Samuel son muy útiles. Dejadme que empiece reiterando que yo soy tan firme partidario de la reforma laboral como él que más y que toda la evidencia que presentáis sobre los efectos perversos de la dualidad es aplastante. Aun así, sigo sin estar muy convencido de los efectos de una mala regulación laboral en tasa excepto en la transición dinámica. En una economía en crecimiento, según la diferencia tecnológica se amplía, el coste de oportunidad con respecto a saltar a la frontera tecnológica se hace mayor y mayor, con lo cual tarde o temprano tiene que compensar saltar y adoptar una nueva tecnología, por muy alto que el coste de ajuste sea. Es como un modelo Ss con costes de ajuste brutales: ajustamos muy pocas veces, perdemos muchísimo bienestar, pero no nos vamos quedando más y más atrás según pasa el tiempo. Muchos de los ejemplos que cita Floren, con lo que estoy de acuerdo en su contenido empírico, yo los veo mejor como efectos de nivel. Cojamos la evidencia de Samaniego sobre penetración de internet. Es verdad que nosotros vamos a tener menos penetración que Suecia: seguro, ninguna duda. ¿Pero está la diferencia creciendo a lo largo del tiempo? Si uno mira la distribución de países ricos en la OECD, no hay mucho movimiento relativo: nosotros estamos atascados alrededor del 55% de la renta de EE.UU. desde hace mucho tiempo, punto arriba, punto abajo. Concluyo, de todas maneras, enfatizando que mi prior sobre estos efectos de nivel versus tasas es relativamente plana, es decir, que pongo bastante incertidumbre a mi visión.

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