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¿Tenemos los abogados del estado que necesitamos?

The_Court_of_Chancery_during_the_reign_of_George_I_by_Benjamin_Ferrers

Aunque estoy de viaje y alejado de una conexión constante a Internet, he decido romper mi programado silencio en el blog para resaltar la publicación, hoy en El País, de un artículo sobre cómo perdió España el arbitraje de las renovables y que enlaza una copia del laudo arbitral (que se puede encontrar aquí).

No es cuestión aquí de discutir sobre las responsabilidades de la regulación original de las renovables. Sobra decir que esta era profundamente incorrecta y una prueba más que Zapatero fue, con mucha diferencia, el peor presidente de gobierno de la democracia. Tampoco es lugar de dilucidar si el cambio de la regulación se hizo bien o mal. Otro día podremos volver a ello.

Lo que llama más la atención del laudo es la dura evaluación de la estrategia jurídica de España. Indudablemente la mano repartida a nuestros representantes legales era compleja y las decisiones de los qué supervisaron desde el gobierno a estos representantes ayudaron poco. Pero a la vez queda claro de la lectura del laudo que España fue, como dicen en Estados Unidos, out lawyered, o en una expresión más castiza en un correo que me envió esta mañana alguien que sabe de esto, a nuestros abogados del estado se los comieron con patatas. Dado los potenciales altos costes que este laudo y futuras decisiones puede tener sobre todos los españoles, uno tiene que estar seriamente preocupado sobre la situación.

En este blog hemos escrito una y otra vez sobre el deficiente sistema de selección de nuestros funcionarios de altos cuerpos. Más recientemente aquí (y antes aquí, aquí y aquí). En uno de los comentarios a esa entrada, nos decía una persona:

“En cuanto a los abogados del Estado, después de haber presenciado varias defensas del Reino de España ante el TJUE, creo que sería imposible encontrar nada mejor”.

Pues no parece ser este el caso, quizás no en el TJUE, pero si en otros foros. No parece que tengamos los abogados del estado que necesitamos y, dada la estructura de la oposición, no es una sorpresa. No es quitar mérito alguno a la mayoría de los miembros del cuerpo: no es culpa suya ni ataque a sus capacidades que tuviesen que formarse en nuestra horrorosa universidad o pasar por un filtro decimonómico de selección. Siguieron las reglas del país en el que nacieron y lo hicieron lo mejor que pudieron dada las circunstancias a las que se enfrentaban.

España ni forma ni selecciona bien a sus élites. No ocurre en política. En el video de abajo, que me señalo un compañero de academia, vemos a Macron torear con soltura preguntas de cuatro periodistas sobre políticas públicas concretas:

mientras que nuestros políticos se atragantan con Kant o envían mensajes a Luis de Guindos para las duras negociaciones con el Eurogrupo con el superficial mensaje de “España es un gran país” como todo consejo.

No ocurre en la universidad, donde una persona con CV manufacturado llega a rector gracias a un sistema demencial de elección.

No ocurre en el sector privado. Alierta, por ejemplo, jamás habría debido ser presidente de telefónica, ni por su pasado en Tabacalera ni por su capacidad de gerencia.

Y, lo siento, pero tampoco parece ocurrir entre los altos cuerpos del estado.

Formar y seleccionar bien a estas élites importa, sobre todo cuando vives en un mundo global.