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Los Economistas en el Poder

Bueno, pues parece que tenemos Bernanke para rato. El anuncio ayer martes de que Obama iba a proponer su reelección para un segundo término me trae dos reflexiones, una sobre España y una sobre la profesión (por cierto, antes de seguir, un libro entretenido que leí la semana pasada: In Fed We Trust, de David Wessel, que es la campaña de relaciones públicas de Bernanke para la reelección pero que tiene mucha anécdota divertida).
Con respecto a España: Bernanke fue nombrado por un presidente republicano y ahora un presidente demócrata lo reelige para el mismo puesto. Independientemente de si a uno le gusta o no Bernanke es indudable que los americanos nos dan sopa con honda en su capacidad de aceptar como naturales divisiones de partido que en España nos llevarían a las manos. Cuando aquí un partido gana las elecciones, todos a la calle y traigo a los míos aunque sea para puestos que, como el de gobernador de un banco central, tienen bastante poco que ver con lo que piense uno sobre la política antiterrorista o el aborto. A pesar del enorme poder actual de los demócratas, que controlan la presidencia y las dos cámaras del congreso, dos instituciones claves en EE.UU., la Corte Suprema y el Fed, están lideradas por republicanos. La división de poder (la horizontal, pero también la territorial, que no se nos pase), siempre tan compleja en el corto plazo, es sin embargo fructífera con el tiempo. Algo que no deberíamos olvidar.
La segunda reflexión me hace retomar una pregunta que me hice cuando Bush puso a Bernanke. ¿Somos los economistas mejores o peores que los no economistas en cargos de responsabilidad pública? ¿Y cómo lo medimos? (Aquí estoy restringiendo el título de economista a alguien con educación en economía de postgrado y que se ha dedicado una parte sustancial de su vida o bien a la vida académica o a puestos de instituciones como bancos centrales o ministerios de economía directamente relacionados con la política económica).
La pregunta es relevante por varios motivos, aunque solo sea para saber cuáles son nuestras ventajas comparativas. Tradicionalmente en España los puestos de responsabilidad han estado copados por abogados. Repasemos nuestros presidentes de gobierno desde la democracia: Suárez, Gonzalez, Aznar y Zapatero son abogados y Calvo-Sotelo era ingeniero de caminos. En el ministerio de economía, que debería ser proclive a que un economista lo llevase, nos tenemos que ir hasta Fuentes Quintana para satisfacer mi definición de economista. Los demás: Salgado es ingeniera y tiene un master en gestión industrial, Solbes es doctor en ciencias políticas, Rato dice que es doctor en economía pero mejor me callo, Solchaga y Boyer no completaron sus estudios de postgrado, García Díez era técnico comercial, Calvo-Sotelo como dije antes ingeniero y Abril Martorell agrónomo.
¿Estaríamos mejor si gente con perfil más académico estuviesen en puestos de responsabilidad? No estoy seguro. Tenemos poco ejemplos para un análisis empírico. Pastor fue bastante desastre como secretario de economía, Campa todavía lleva poco tiempo y Sebastian , bueno, sus más y sus menos. Y aunque tuviésemos más ejemplos siempre queda la duda del contrafactual tan incómoda siempre en la ciencia social.
Un recurso es utilizar teoría para pensar el respecto. Por un lado, los economistas probablemente entiendan mejor los incentivos, la restricción presupuestaria y sepan distinguir la tontería de las cosas con sentido más claramente por estar más acostumbrados a los argumentos cuantitativos (siempre que estudio historia me asombra como los ministros más relacionados con la economía, sea el régimen que sea, desde el PCUS en la Unión Soviética, el NSDAP en Alemania o los locos del PCCh con Mao, eran, dentro de la gravedad, los menos insensatos). Por otra parte, el mundo de la universidad es bastante peculiar y las cosas no funcionan como en el mundo real (aunque esto puede ser una ventaja ya que somos menos prisioneros de intereses particulares). Y si la inteligencia ayuda a algunas cosas (y sí, pienso que los economistas son más listos que los abogados), quizás no en política. A fin de cuentas, volviendo a mi ejemplo anterior, Calvo-Sotelo era un orden de magnitud más listo que González y Aznar y dos órdenes más que Zapatero y Súarez y a pesar de ello, quizás el presidente de gobierno más flojo de la democracia (aunque menudo el temporal que tuvo que campear y además nos metió en la OTAN, algo que ya de por si merece un monumento que nunca se le hará). O volviendo a Súarez, el Rey lo eligió por encima de Fernández Miranda, que estaba en otro nivel de inteligencia y parece que no se equivocó.
Me gustaría oír las opiniones de la gente: ¿Somos los economistas mejores en cargos de responsabilidad?