John Meyer y la Historia Económica

Hace un par de semanas moría John R. Meyer, profesor emérito de economía en Harvard. Otros han recordado sus contribuciones a la economía del transporte (por ejemplo, Ed Glaeser). A mí, que me gusta la historia económica, me apetece recordarle como uno de los pioneros en la cliometría, es decir, en la aplicación de métodos cuantitativos en historia.
En 1958, junto con Alfred Conrad, publicó un artículo en el JPE, The Economics of Slavery in the Ante Bellum South (también editado como libro junto con otros ensayos, The Economics of Slavery), que revolucionó la manera en la que se había entendido la esclavitud. Por uno de esos raros eventos de la historia y de manera contraria al tópico, la escritura de la guerra civil americana no estuvo dominada por décadas por los vencedores, los defensores de la Unión, sino por los perdedores, los defensores del sur. El cabeza de esta historiografía a la vez oficialista y revisionista, Ulrich Phillips, había extendido la idea de que la esclavitud era benigna, estaba en decadencia, era poco rentable y que por tanto la guerra civil había sido innecesaria y fruto del radicalismo del norte. Cuando historiadores como Kenneth Stampp revisitaron el tema en los años 50 del siglo pasado, aceptaron casi todas las teorías de Phillips excepto la benignidad de la esclavitud. Meyer y Conrad le dieron por completo la vuelta al debate y demostraron, como luego corroboraron Fogel y Engerman en mucho más detalle, que ni la esclavitud estaba en decadencia ni era poco rentable y que por tanto era poco probable que hubiese desaparecido sin una guerra. En lo único que Phillips acertó es en que el tratamiento de los esclavos no era particularmente cruel (aunque no tan benigno como él propugnaba). La razón era bien sencilla: igual que nadie le da una patada a su ordenador ya que es un bien de capital que hay que conservar, los dueños intentaban mantener a sus esclavos en condiciones de trabajar.
Siempre he pensado que esto es un ejemplo portentoso de cómo el análisis económico nos ofrece una visión distinta de la historia de la que tendríamos con los métodos puramente humanísticos (si alguien quiere aprender más sobre la esclavitud en EE.UU., este libro de Fogel es un excelente sitio para comenzar).
Para cerrar no puedo sino comentar algo sobre el coautor de John Meyer, Alfred Conrad. Despues de un tiempo en Harvard, Conrad se mudó a City College en Nueva York para contentar a su mujer, que se sentía frustrada en su carrera de ama de casa en Massachusetts. A pesar de tales esfuerzos, el matrimonio se fue a pique, y en Octubre de 1970, Conrad, deprimido y abandonado, se suicidó en su granja de Vermont. Pues resulta que su mujer no era otra que Adrienne Rich, que quizás mucho reconozcáis como la famosa poetisa americana. Total que el mundo es un pañuelo.