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Indignados con los Indignados: Cuidado con la peronización de España (de Jesús Fernández-Villaverde y Luis Garicano)

Si tuviéramos 22 años y estuviéramos en España ahora estaríamos bastante cabreados- España no ofrece a los jóvenes ahora mismo un buen futuro. Y seguramente nos manifestaríamos, pidiendo cambios en el mercado laboral, en la vivienda, en el tratamiento del sistema financiero. Es decir, entendemos el cabreo de los jóvenes, como hemos dicho aquí, y estamos encantados de dialogar con ellos (como nos ha reconocido un artículo de opinión de Felix Overjero El País) aunque como también hemos dicho, nos ha preocupado la deriva del movimiento 15M. Creemos que hay salidas, y que se pueden buscar entre todos.

Pero lo que es incomprensible, inaceptable, y simplemente suicida para España es la deriva violenta que está teniendo el movimiento del 15M contra los políticos. La democracia tiene canales de reivindicación, canales de protesta, y canales para elaborar propuestas alternativas. Sin ir más lejos, habrá elecciones generales este año y, el que piense aquello de “no me representas” no tiene más que organizarse, trabajar, y presentarse a las elecciones. Pero en ningún caso pegar o amenazar o acosar a nadie, se llame Alberto Ruiz Gallardón, Artur Mas o Marina Geli.

Los griegos están, hoy, a punto de suicidarse. Si Grecia decide no pagar y sale del Euro, se le hunde el sistema bancario, se empobrece toda la clase media, y se puede convertir en un país subdesarrollado. Puede ser inevitable, pero no es deseable. España ahora tiene la obligación de ser más papista que el Papa, y demostrar a nuestros acreedores y a quien haga falta que somos de fiar, que hacemos nuestros deberes y que somos serios. Las portadas con el President de la Generalitat en helicóptero para evitar la violencia de la masa descerebrada son verdaderamente tristes y hacen un daño enorme a nuestro país.

Y vamos a decir algo obvio, que se dice poco últimamente: independientemente de sus errores, que los han tenido, y graves, la “clase política” de la democracia, desde Adolfo Suárez, a Jose Luis Rodríguez Zapatero,  pasando por Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González o José María Aznar y por la mayor parte de los ministros (en economia, incluyendo a Boyer, Solchaga, Rato, Solbes, y Salgado) y altos cargos, ha sido honesta y trabajadora, ha tenido principios, y ha intentado hacer lo correcto. Al contrario que en otros países de nuestro entorno, no ha habido casos graves de corrupción de alto nivel (un innombrable DG de la Guardia Civil aparte) ni de enriquecimientos raros-- chorizos en los diversos ayuntamientos y alguna comunidad autónoma aparte.  Los exabruptos contra la “clase política” suelen venir seguidas de peticiones que, de cumplirse, llevarían al país ipso facto a la ruina.

Un ejemplo que nos queda cercano es Andreu Mas-Collel, consejero de Economía de la Generalitat. Autor del libro de texto más influyente en Microeconomía, catedrático y director del departamento de economía de Harvard. Tras una vida de intensísimo trabajo académico, de ser director de muchas tesis, y publicar investigación clave en micro (uno de nuestros profesores decía que había que dormir con su libro de equilibrio general debajo de la almohada a ver si se nos pegaba algo), se volvió a Barcelona a hacer país. Creó una  Universidad que es probablemente la mejor de España, la Pompeu Fabra. Luego creó la Barcelona GSE y puso en marcha un sistema para tratar de que Cataluña pudiera competir en innovación, pagando a los mejores académicos lo suficiente para poder venir. Para una persona así, coger la Consejería de Economía en un momento como el actual no puede ser un plato de gusto, y no puede explicarse más que por sentido del deber. Pensar que ahora no podrá pasear a gusto por su querida Barcelona le llevan a uno los demonios. Sólo podemos desearle ánimo y desear que los descerebrados que le acosan atiendan a razones a tiempo.

La prosperidad, y la democracia, son frágiles. Cuidémoslas. Y aprendamos de Grecia en todo lo posible, sobre todo a la hora de encontrar consensos entre derecha e izquierda que los suicidas griegos parecen decidos a rehúsar (ójala nos confundamos) hasta el final.