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En el centenario de Schumacher

Hace casi un mes, el pasado día 16 de Agosto, fue el centenario de E.F. Schumacher y en NeG queríamos aprovechar tal ocasión para recordar a este economista germano-británico y para tratar de temas que, a pesar de su importancia, no han jugado un papel destacado en este blog.

Para nuestros lectores menos metidos en esto de la economía quizás quepa señalar que Schumacher publicó, en 1973, un libro titulado “Small is Beautiful: a study of economics as if people mattered” en el que recopiló los ensayos que había escrito en los años anteriores sobre ecología, tecnología y desarrollo. La publicación del libro acarreó, casi de manera inmediata, una gran fama a Schumacher (que había sido, hasta aquel momento, un economista muy convencional trabajando para el gobierno británico y la industria), aunque el autor solo la pudo disfrutar por poco tiempo, pues fallecería en 1977 de un inoportuno ataque al corazón (una biografía detallada de Schumacher por su hija se puede encontrar aquí). El libro es aún tremendamente popular y a su rebufo encontramos las más variadas organizaciones, desde un Schumacher College a una Sociedad Schumacher centradas alrededor de sus ideas de tecnología con escala humana y de crecimiento sostenible.

Por motivo del centanario y para preparar este post releí la semana pasada “Small is Beautiful”. Compré mi primera copia de este libro cuando estaba en el bachillerato (aunque debo confesar, en traducción al castellano) pues siempre he compartido con Schumacher, entre otros temas, una profunda preocupación por el medio ambiente y la sospecha que buena parte de nuestras instituciones sociales modernas pecan de gigantismo. Después de todos este tiempo, era un buen momento para mirar que había quedado de aquellas lecturas adolescentes y como 21 años de economista (6 de carrera, 5 de doctorado y 10 de profesor) me habían cambiado.

El veredicto es, de manera un tanto sorprendente, de perplejidad. Todavía creo que Schumacher entendió antes que muchos otros que buena parte de nuestra prosperidad actual se basa en el consumo de combustibles fósiles acumulados a lo largo de centenares de millones de años y que, en consecuencia, tiene unos problemas de sostenibilidad cruciales. De igual manera, sigo pensando que la manera en la que organizamos las ciudades o muchas otras instituciones en nuestra sociedad es errónea y que, sin ir más lejos, buena parte del urbanismo generado por nuestros ayuntamientos en las últimas décadas es una pura monstruosidad. Recordar estos dos temas han sido, a buen seguro, un pago suficiente para mi ejercicio de revisitar a Schumacher

A la vez, muchos otros temas me han rechinado. Algunos, por motivos alejados de la economía. Por ejemplo, Schumacher estaba enamorado del Budismo (aunque personalmente se convirtiera al Catolicismo). Pero más que del Budismo “realmente existente”, Schumacher estaba enamorado de un Budismo un tanto romántico e idealizado. Por otra, su escepticismo al trabajo de la mujer fuera de casa suena un tanto “carca”. Y al final del día el habitante de Nueva York, una gran urbe donde las haya, es menos dañino para el medio ambiente que un habitante rural medio en EE.UU. (o que Thoreau, que mucho ir de ecologista por el mundo, pero que quemó un buen cacho de bosque en Nueva Inglaterra).

Pero lo que más me ha rechinado es la falta de compresión de lo que es (o de lo que debería ser) la economía. Al contrario de lo que afirma Schumacher, los economistas no buscamos la maximización de la producción o de la riqueza; buscamos la maximización del bienestar. Estos objetivos no son, ni mucho menos, iguales. Factores como el ocio, la calidad del aire o del agua o la belleza de nuestras ciudades entran en la utilidad de las personas y por tanto sacrificar unas vacaciones por un poco más de sueldo no es lo que prescribe la economía (igual que tampoco prescribe lo contrario: la respuesta es "depende").

Lo que buscamos los economistas son mecanismos para conseguir las mejores combinaciones posibles de ocio e ingreso (y todos los otros factores relevantes). Algunas veces, muchas, pensamos que el mercado hace un buen trabajo en generar estas combinaciones. Otras no y la regulación es útil y necesaria para solventar estos fallos (un simple ejemplo en el contexto de mi ejemplo anterior de elección renta-ocio es en evitar problemas de “rat races” entre trabajadores: “nadie se toma vacaciones para que el jefe no se crea que uno es un vago que no puede ser promocionado aunque en realidad todos los trabajadores preferían tener más vacaciones”).

La economía nos proporciona una caja de herramientas seria y rigurosa con la que pensar acerca de estos problemas. Y esto es lo que me lleva a introducir un tema que, como aventuraba en el primer párrafo, esperamos tratar más en NeG: el calentamiento global.

Cuando empecé con NeG pensé (ingenuo de mí) que este sería uno de mis temas favoritos. El calentamiento global es uno de los mayores riesgos a los que nos enfrentamos en el mundo actual y la postura de los negacionistas y negados pone en peligro el futuro de todos (una reflexión tangencial: las mismas falacias lógicas y manipulaciones infantiles de datos que se utilizaban desde algunos sectores de la izquierda para atacar la reforma de las pensiones y asegurar que no había motivos de alarma son esgrimidos desde cierta parte de la derecha para negar el cambio climático, al final en su esencia, “Público” y “Libertad Digital” son iguales en chifladura aunque sus amores y odios sean diferentes). Lamentablemente, la terrible crisis económica me ha impedido una y otra vez volver a este tema, aunque este año Antonio Cabrales y yo intentaremos corregir este rumbo.

En NeG no hablaremos ni de la ciencia (aunque la mencionemos en muchos casos) ni de las pseudo-controversias (como sacar un par de emails fuera de contexto). En el caso de la ciencia, porque no es nuestra especialidad. En el caso de los “escándalos”, porque ya me enfada lo suficiente ver que todos los candidatos republicanos no dicen más que sandeces al respecto (excepto Huntsman, que a parte de ser de Penn, es el único sensato, razonable e ilustrado de esa panda) como para encima tener que perder el tiempo con tonterías en mi propio blog. No, en NeG hablaremos, por ejemplo, de papers como este: ¿cómo diseñamos impuestos óptimos sobre los combustibles fósiles? ¿cuáles son las mejores políticas para reducir la emisión de CO2? ¿cómo incentivar el cambio tecnológico en estos sectores?

Bueno, veremos que tal nos sale. Y aunque probablemente a Schumacher no le hiciera demasiada gracia nuestro enfoque analítico, esperaría que al menos viese que muchos de nuestros objetivos son comunes.