- Nada es Gratis - https://nadaesgratis.es -

El origen de la recesión

Hoy tenemos un post invitado de Xurxo, uno de nuestros lectores mas asiduos:

En tiempos de crisis como éstos, la reacción de políticos y periodistas es tan ruidosa que acabamos perdiendo de vista el origen del desastre. En más de un caso, sospecho, porque la responsabilidad de lo que ha ocurrido es, en buena medida, de esos mismos gobiernos que ahora echan balones fuera haciendo cosas tan curiosas como demonizar algunas permutas financieras, como los famosos credit default swaps.

En medio de tanto jaleo quizás valga la pena pararse a reflexionar sobre qué es lo que está —y lo que no está— pasando.

Una parte importante del ruido que mencionaba es la alusión constante a los costes salariales como uno de los ingredientes esenciales de la recesión o de las tasas de desempleo que observamos ahora. En España, por ejemplo, durante los años de bonanza, el periodo que va de finales de los noventa hasta 2007, los salarios nominales crecieron muy por encima de la productividad. No existe, sin embargo, la más mínima evidencia de que esta inflación salarial tuviese más impacto que la correspondiente subida de los precios.

En una entrada de hace unas semanas Jesús lo dejaba meridianamente claro: las subidas de salarios nominales se vieron acompañadas de subidas generales de precios que acabaron dejando los salarios reales más o menos constantes. El fenómeno se puede observar a nivel de la Unión Europea en su conjunto (figura 1): aquellos estados miembros en los que los salarios más crecen son asimismo los que ven crecer más rápido los precios.

Figura 1. Costes unitarios laborales e inflación
Figura 1. Costes unitarios laborales e inflación

Si los salarios reales permanecen constantes, a nadie sorprenderá que la inflación de los costes unitarios laborales no tenga tampoco relación alguna con el desempleo: ni con el nivel previo a la crisis ni con los cambios a lo largo de los años de bonanza. La correlación es cero. Punto.

La tercera obsesión, ésta muy del gusto de algunas administraciones como la europea, es la "competitividad exterior" —y lo pongo entre comillas porque aún no he visto la definición en ninguna parte; lo único que está claro es que parece tener algo que ver con las exportaciones. Pues bien, en este punto, una vez más, no parece que los salarios pinten mucho. Durante los años del boom las exportaciones netas de los paises miembros de la UE aumentaron o disminuyeron pero no parece que con una relación clara con la evolución de los costes unitarios laborales.

Figura 2. Costes unitarios laborales y exportaciones netas
Figura 2. Costes unitarios laborales y exportaciones netas

Si acaso, y teóricamente, deberíamos observar una cierta pérdida de competitividad de las empresas españolas, al menos en la zona euro; y sin embargo no parece ser el caso: la cuota de las exportaciones españolas se ha mantenido razonablemente constante a lo largo de todos estos años y si se observa una leve caida en las exportaciones al resto de la UE es desde luego marginal y no puede explicar la recesión que estamos viviendo.

Figura 3. La cuota de las exportaciones españolas
Figura 3. La cuota de las exportaciones españolas

Por si fuera poco, es muy posible que esa caida de la cuota no se deba a una caida de las exportaciones sino a un aumento del volumen de comercio en general; en particular a causa de la ampliación de la UE; cuando en la figura 3 se excluye el comercio intra-UE, la tasa aparece constante.

Aunque pueda parecer una paradoja, el buen comportamiento de nuestras exportaciones a pesar del crecimiento de los costes salariales nominales se podría explicar por las diferencias entre los sectores más y menos expuestos al comercio. Efectivamente, olvidamos a menudo que la mayor parte de la actividad económica de un país grande como España es doméstica. La subida generalizada de precios que comentamos más arriba no parece haber afectado a nuestras exportaciones. Durante el periodo de bonanza los precios en España subieron un 24 por ciento, 8 puntos más que la zona euro, mientras que el deflactor de nuestras exportaciones creció solo un 15 por ciento, un punto menos que la inflación de la zona euro.

En resumidas cuentas, parece claro que en España no tenemos un problema especialmente grave con los salarios.

Mi impresión es que hacia donde hay que mirar es hacia el origen de la crisis: la burbuja inmobiliaria.

Durante una década el precio de las viviendas en España se desligó de lo que los economistas llamamos su "valor fundamental". El precio subía porque todo el mundo esperaba que subiese pero a posteriori quedó claro que no había un aumento de la demanda neta que lo justificase.

Esto significa que durante diez años millones de hogares tomaron decisiones de ahorro y consumo contando con una riqueza —el valor de su vivienda— que resultó ser un espejismo. Si crees que eres rico porque tu vivienda va a duplicar su precio cada cinco años no necesitas ahorrar, y te puedes permitir el lujo de consumir, o eso crees. Cuando esos millones de hogares empiezan comprueban —o simplemente empiezan a sospechar— que sus ahorros en forma de ladrillo son mucho menores de lo que creían, reaccionan de la manera que se podía esperar: recortando gasto en consumo y aumentando el ahorro; o sea, provocando una recesión clásica de demanda.

Figura 4. La tasa de ahorro en España 1995-2009
Figura 4. La tasa de ahorro en España 1995-2009

El resultado está a la vista: a mi modo de ver pocos gráficos ilustran mejor esta crisis como el que compara el aumento de la inversión en viviendas en los años del boom con la severidad del recorte del consumo privado en el periodo 2008-09.

Figura 5. El crecimiento de la inversión en vivienda y la recesión
Figura 5. El crecimiento de la inversión en vivienda y la recesión

La inversión en viviendas en España pasó del 6.1 por ciento del producto interior bruto en 2000 al 9.3 en 2006, un aumento de más de tres puntos del producto interior bruto, y a continuación el estallido de la crisis se refleja en una contracción del 5 por ciento del consumo privado. Para hacerse una idea, compárese con el caso de Bélgica que pasa de invertir el 5.1 por ciento en 2000 a apenas el 6.1 en 2006 y que después experimenta una contracción del consumo mucho más moderada, del 1.6 por ciento, y eso a pesar de ser una economía muy abierta y vulnerable a las condiciones exteriores.

¿Es razonable creer que la figura 5 refleja una relación causal directa?

Creo que sí en la medida en que tenemos una buena teoría para explicarlo. Es importante recordar que desde el punto de vista macroeconómico el estallido de la burbuja inmobiliaria no se refleja tanto en las tasas de mora como en el ajuste que realizan muchos hogares que sí pueden seguir pagando su hipoteca pero que de repente ven como una parte importante de su riqueza se evapora en unos pocos meses. Un crack de la bolsa arruina a cuatro inversores; en el estallido de una burbuja inmobiliaria son millones de familias de clase media las afectadas, y sumadas acaban constituyendo la mayor parte de eso que llamamos la demanda interna.

La teoría resultará más convincente si puede explicar otros fenómenos de los que se ha discutido mucho estos últimos años.

Por ejemplo, si la inversión en viviendas nos parecía tan rentable, también se lo parecía a los no residentes, que acabaron invirtiendo en España y de paso financiando el hambre de consumo de nuestros hogares. El impacto no es de menor cuantía: en España pasamos de exportar capital a finales de los noventa a recibir flujos anuales de capital del exterior por un monto equivalente al 9.5 por ciento del producto interior bruto. La figura 6 ilustra para todos los paises de la UE cómo el aumento de la inversión en viviendas se refleja en el agravamiento de la necesidad de financiación de la economía.

Figura 6. Inversión en vivienda y endeudamiento exterior
Figura 6. Inversión en vivienda y endeudamiento exterior

Son estos flujos de capital los que a la postre explican el impresionante déficit exterior de la economía española de los últimos años, que en el caso de los bienes llega al 8.5 por ciento del producto interior bruto.

Figura 7. Inversión en vivienda y exportaciones netas
Figura 7. Inversión en vivienda y exportaciones netas

Dicho de otro modo: el déficit comercial, que tan a menudo se asocia a una pérdida de "competitividad" —cualquier cosa que eso signifique—, no es más que el resultado de unas inversiones que a la larga se demostraron desastrosas pero que mientras duraron alimentaron el consumo interno más allá del crecimiento de la productividad. Dicho sea de paso, esto también puede explicar una parte del diferencial de inflación en España con respecto a la zona euro.

En resumen, nos hemos pasado casi una década acumulando unos desequilibrios mayúsculos que poco tienen que ver con los salarios nominales o con los derivados financieros. La crisis actual la provoca un ajuste de primera categoría de unos hogares que están revisando sus planes de consumo y ahorro. Añade el desempleo y un poco de incertidumbre y ya tienes el cuadro que pinta la prensa todas las mañanas.

Cuando uno empieza a pensar en el origen de la crisis, las implicaciones son muchas, y darían para otra entrada.

Para no cansar al lector, me limitaré a mostrar mi asombro por el escaso interés que parecen tener nuestros políticos en las reformas más importantes a largo plazo: las que nos evitarán la próxima burbuja inmobiliaria dentro de quince o veinte años. Imagino que criminalizar hedge funds o abominar de los credit default swaps da para titulares mucho más exóticos que hablar de cosas anodinas como el fomento del alquiler o acabar con las distorsiones que crean las desgravaciones a la compra de la vivienda.

Por cierto, si alguien tiene los datos, me encantaría saber si los paises que gravan las transmisiones inmobiliarias han sufrido una burbuja como la nuestra. Hablando en plata: mi sospecha es que es mucho más difícil utilizar una vivienda como inversión especulativa cuando a la compra te clavan a impuestos; y encima el Estado recauda para pagar la deuda pública.