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El CIS debería dejar de hacer encuestas electorales

¿Por qué hace el CIS encuestas electorales? No lo sé. Llevo muchos años preguntándome por qué un organismo autónomo de carácter administrativo adscrito al Ministerio de la Presidencia tiene que preguntar y publicar la intención y la estimación de voto en elecciones generales. Y nunca he conseguido encontrar justificación alguna. Como el jueves pasado salió la última encuesta del CIS, quizás este sea un buen momento para escribir al respecto.

La experiencia histórica nos enseña que los estados que suministran los mejores servicios a sus ciudadanos son aquellos que se centran en sus “ventajas comparativas”. En vez de dispersarse intentado construir una industria de automóviles o administrar una aerolínea, los estados que se focalizan en asegurar una buena administración de justicia o en crear magníficas infraestructuras incrementan mucho más el bienestar social.

El pedir que los estados se centren en sus “ventajas comparativas” no es, en absoluto, una llamada a un “estado pequeño”. La lista de las cosas que los estados pueden hacer bien es larga y variada, aunque sujeta a un lógico debate; distintas personas piensan que la frontera se coloca en lugares diferentes. Estoy seguro que muchos de mis lectores incluyen más actividades en esa lista de lo que yo hago y muchos otros lectores incluirán menos. Además, no solo es la frontera contingente, pues cambia a lo largo del tiempo y con las circunstancias, sino que existen diferentes maneras de actividad estatal. Por ejemplo, y aunque la reciente experiencia en España tienda a ser negativa, uno puede pensar en una bien diseñada concesión de autopistas como una manera de lograr unas infraestructuras de primer división.

Dudo, sin embargo, que se pueda presentar, en España y en 2015, un argumento consistente para la realización de encuestas por el CIS en las que se pregunte por “la evaluación de la labor del gobierno de la nación y del primer partido de la oposición, la intención de voto en elecciones generales, la estimación de voto.”

En primer lugar, la sociedad civil produce ya una cantidad ingente de encuestas. Solo hace falta visitar Electomanía para ver que casi todos los días de la semana se publican varias de las mismas. Unas son mejores y otras son peores. Pero estos días existen suficientes medios desde la izquierda (eldiario.es, publico.es) a la derecha (larazon.es, libertadigital.es) y todas las gamas en medio como para que uno siempre pueda encontrar de una encuesta de la que “fiarse” o simplemente que refleje sus a prioris (o, si así le apetece, que sea totalmente contraria a sus ideas). Es más, uno puede incluso elaborar una media de encuestas que compense sus diferentes sesgos, sean estos ideológicos, metodológicos o simplemente debidos a la dificultad de “encuestar” con cuatro partidos nacionales de relieve (aquí lo explico cuando solo eran tres, con cuatro la situación empeora). Kiko Llaneras me pasó hace unos días este gráfico en el que precisamente efectúa esta media.

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En segundo lugar, no parece existir evidencia de que las encuestas del CIS generen en estos momentos predicciones muy diferentes que las de las empresas privadas (y que por tanto revele problemas con estas últimas que la actuación pudiese, al menos en principio, subsanar). De nuevo empleando un gráfico de Kiko Llaneras, en el último año, el CIS parece dar más votos al PP y al PSOE que a Podemos y Ciudadanos, pero la diferencia no es excesivamente grande y probablemente pueda ser explicada por una mayor “cautela” del CIS en imputar votos a los nuevos partidos.

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He intentado bucear la literatura existente sobre evaluación “prospectiva” de las encuestas en España y no he encontrado mucho. Quizás sea por su dificultad. Evaluar la calidad de una encuesta es siempre harto complejo: si el día de las elecciones los resultados son diferentes de los estimados, uno puede atribuir el error no solo a la metodología de la encuesta sino también al efecto de la campaña, los acontecimientos políticos e incluso la encuesta misma (ya que los resultados estimados pueden ayudar a cambiar “voto útil”).

Lo más interesante con lo que me he encontrado es un cuidadoso reciente libro, Los pronósticos electorales con encuestas: elecciones generales en España, Modesto Escobar Mercado, Jaime Rivière Gómez y Roberto Cilleros Conde, pero esta obra se centra en una excelente evaluación de las encuestas del CIS en si mismas más que en su comparación con otras encuestas.

Finalmente, multitud de democracias existen sin que sus gobiernos realicen encuesta electoral alguna. Desconozco en qué otros países de nuestro entorno existen encuestas públicas similares a las del CIS (no he podido encontrar una base de datos o literatura al respecto), pero mi observación casual es que estas encuestas parecen no existir ni en los países de habla inglesa (en Estados Unidos sería impensable) ni en muchos otros del norte de Europa.

Por tanto, si la sociedad civil ya efectúa decenas de encuestas, si las que efectúa el CIS no parecen ser muy diferentes y esta práctica no es común en democracias con niveles de calidad más alto que la nuestra, ¿qué añade entonces la encuesta del CIS al debate nacional? ¿Quizás tener una encuesta realizada de manera consistente a lo largo del tiempo? Pero el libro que citaba anteriormente señala que el CIS ha venido cambiando de metodología con los años (aunque hay cierta estabilidad desde 1996) y, por tanto, los valores de los datos históricos acumulados es menor. ¿Ayudar a calibrar el resto de las preguntas y sus respuestas? Pero mi intuición (basada en la evidencia de otras encuestas), es que encuestas con más preguntas suelen generar cansancio en los entrevistados y con ello menor calidad total.

A la vez, la existencia de una encuesta del CIS causa gasto (aunque este es probablemente trivialmente pequeño al ser parte de un proceso de elaboración de barómetros) y cierta sospecha en el posible uso estratégica de la misma por el Gobierno. A fin de cuentas, ¿por qué depende el CIS del Ministerio de la Presidencia? ¿No tendría mucho más sentido que dependiese de la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación? La “I” en “CIS” es “investigación”. ¿O es que la investigación académica en sociología o políticas es diferente en su esencia de otras áreas? O, si lo que importa es el aspecto estadístico, ¿por qué no de la Secretaría de Estado de Economía y Apoyo a la Empresa, como lo hace el INE? ¿E incluso, por qué no convertir al CIS en una división del INE? (sobre esta propuesta tengo mis dudas; veo argumentos en ambas direcciones). Tal cambio de ubicación administrativa ayudaría, sin lugar a dudas, a mantener y reforzar la más que loable labor del CIS en potencial la investigación sociológica de calidad en España.

El “pecado original” de la histórica supeditación del CIS al Ministerio de la Presidencia fue el interés de los gobiernos de la transición de “consolidar” su poder por los medios que fueran, incluidos el efectuar encuestas partidistas a cargo del presupuesto de todos. Son de sobra conocidas, por ejemplo, todas las maniobras que desde los ministerios se realizaron en 1977 para que la UCD, un apaño recién creado, “triunfase” pasase lo que pasase en las generales y en las subsiguientes municipales de 1979 (incluidos los 10 millones de dólares que se le pidieron desde la Zarzuela al Sha de Persia para financiar al partido del presidente).

Este riesgo de uso estratégico de las previsiones electorales del CIS es independiente de si los empleados del CIS estén o no “dirigidos” por el gobierno en 2015 (y no tengo motivo alguno para dudar en absoluto de su absoluta honestidad y tremenda profesionalidad). El problema es que, en una nación con estructuras institucionales débiles como España, tal riesgo existe. Y, al ser percibido por los ciudadanos, este riesgo baja la confianza en la administración pública. Dos ejemplos recientes de preocupación sobre la objetividad del CIS basada en datos (y que en buena medida fueron corroboradas por lar urnas) son esta excelente entrada de Manuel Bagües en NeG y este artículo en Público.

Quizás este riesgo de uso estratégico no sea efectivo ahora y los ejemplos citados anteriormente de las Europeas y de las Catalanas sean desviaciones justificables cuando se intenta capturar una situación electoral inédita, pero ¿nos fiamos de quién pueda venir en 4, 8 o 12 años? ¿Estamos seguros el Ministro de la Presidencia de la Unión de Demócratas Independientes, partido ganador de las elecciones de 2026, no va a estar tentado de manipular el CIS? Uno no puede basar su diseño institucional en las personas, tiene que basarlo en los mecanismos correctos.

En este mismo blog ya he hablado de la necesidad de reformar nuestra regulación de publicación de encuestas (aquí y aquí) y sobre la inutilidad de la jornada de reflexión (aquí). Nuestro sistema electoral y sus aledaños (CIS, encuestas, jornada de reflexión, etc.) se crearon en un momento muy determinado. Es demasiado fácil criticar desde la distancia las decisiones que se tomaron en 1976-1979. Algunas decisiones fueron fruto de la improvisación, otras de la necesidad del momento y otras quizás tenían sentido en un mundo como el de aquel entonces pero poco en el de hoy. Pero, y sin caer en una cómoda impugnación de todo lo que se hizo en aquel entonces, si que me parece claro que ha llegado el momento de modificar muchas cosas. Y una de ellas es sacar al CIS de la discusión electoral dejando de efectuar preguntas de estimación de voto (que pueden ser sustituidas por otras de interés para los investigadores en ciencias sociales) y moverlo del Ministerio de Presidencia al Ministerio de Economía y Competitividad, que es donde se encuentran otras instituciones similares.

Y como decía al principio, cuando los votantes dejen de pensar que es labor de un gobierno efectuar estimaciones electorales, quizás los mismos empiecen a pedir al gobierno que haga solo unas cuantas cosas, pero que las haga bien.

P.d. Dos aclaraciones:

1) Todo lo que he explicado aquí se aplica, solo que elevado al cuadrado, a los similares centros sociológicos de las comunidades autónomas.

2) No tengo ningún problema con la mayoría de las otras actividades del CIS. Es importante tener bases de datos sociológicas. Ya lo he intentando explicar en el texto principal pero merece la pena que lo repita.