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Cómo no seleccionar a los profesores en la universidad

(Por Manuel Bagüés, Samuel Bentolila, Antonio Cabrales, Juan J. Dolado, Jesús Fernández-Villaverde y Luis Garicano)

La semana pasada tuvo lugar un concurso de acceso a tres plazas de Profesor Titular en el Departamento de Teoría Económica e Historia Económica de la Universidad Autónoma de Madrid. Analizar el resultado a la luz del historial científico de los concursantes arroja conclusiones elocuentes y preocupantes.

Había cuatro candidatos, con el siguiente historial de publicaciones (*):

(*) Salvo error u omisión: El ISI solo da la inicial del nombre, hay que tener en cuenta los apellidos compuestos, los acentos, etc.

En el cuadro mostramos dos criterios objetivos de calidad científica: el número de artículos publicados en las mejores revistas académicas de economía (según el Institute for Scientific Information o ISI, actualmente Thomson Reuters Web of Science) y las citas a estos en revistas de ese conjunto. Por falta de recursos, no hemos ponderado las publicaciones por el factor de impacto de las revistas, que explicábamos ayer en este blog, lo que habría aumentado mucho las diferencias, porque el orden de candidatos en el cuadro es también el de la calidad media de las revistas donde están publicados sus artículos (lo que se refleja en parte en las citas recibidas).

En virtud de estos criterios, parece razonable concluir que el candidato A debería haber obtenido una plaza sin ningún problema. Sin embargo, aprobaron los candidatos B, C y D. No sabemos qué otros criterios habrá manejado el tribunal (ver la composición aquí), pero es probable que el hecho de que el candidato A no perteneciera al departamento, a diferencia de los otros tres, haya influido en el sorprendente resultado.

Si, como cabe pensar, el departamento ha dado prioridad en sus contrataciones pasadas a otros criterios por encima de la calidad científica de los candidatos, podemos preguntarnos si ello le ha beneficiado. Pues bien, en el principal ranking de publicaciones en Economía, RePEc, y circunscribiéndonos al ámbito español (no al mundial), resulta que el departamento aparece en el puesto 34, no tiene ningún investigador entre los 200 primeros del ranking y solo cuenta con dos entre los 340 primeros. No parece haber sido una política muy rentable, desde el punto de vista de su prestigio científico.

Desgraciadamente, no se trata de un caso aislado. En un artículo de Laura Cruz-Castro, Luis Sanz-Menéndez y Jaime Aja Valle, basado en unas 2.500 encuestas a profesores titulares de universidad que obtuvieron su plaza entre 1997 y 2001, se observa que el 96.3% de ellos la obtuvo en el mismo centro donde ya trabajaba y que el 70% obtuvo la plaza como candidato único. Es decir, que lo sucedido en el caso que nos ocupa es anómalo, pues los candidatos externos suelen anticipar que tienen escasas probabilidades de éxito y, por ello, no se presentan.

Hasta 2001 las universidades convocaban las plazas y luego decidía un tribunal constituido por cinco miembros, dos internos y tres externos, elegidos de forma aleatoria. Entre 2002 y 2005 estuvo en vigor el sistema de habilitación, que introdujo una primera etapa que era necesario superar para poder presentarse a las convocatorias de plazas. La primera etapa la juzgaba un único comité de evaluación para todas las plazas de una área, elegido aleatoriamente. Las habilitaciones eran un torneo, es decir, se abrían X posiciones a nivel nacional y aprobaban los X mejores candidatos. Este número fue en general tan bajo que la segunda etapa se convirtió en un mero trámite.

En las habilitaciones para profesor titular, tres miembros del comité de evaluación eran catedráticos y cuatro eran titulares. En un trabajo reciente, Manuel Bagues y Natalia Zinovyeva analizan los resultados del sistema de habilitación en España. Pues bien, en una explotación de su base de datos y teniendo en cuenta otras variables, encuentran que la presencia de un catedrático de la universidad del candidato en el comité aumentaba en un 57% su probabilidad de ser habilitado y la presencia de un titular de su universidad la aumentaba en un 33%. Por cierto, en los concursos a cátedra, el primer factor aumentaba en un 40% la probabilidad de éxito.

La importancia de la pertenencia al departamento de los miembros del tribunal es seguramente más alta desde 2005, cuando la primera etapa –que realiza la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad (ANECA)– se ha ablandó, es decir, ahora se acredita a muchos más candidatos que plazas. Así, la segunda etapa, realizada en el departamento que convoca la plaza, ha recuperado la máxima importancia y ya no es necesario que haya tres miembros del tribunal externos.

Tampoco es un problema únicamente español, sino que también afecta a muchos países de la Europa continental. Un artículo de Pierre-Philippe Combes, Laurent Linnemer, Michael Visser documenta el problema en el caso de Francia, donde existe un sistema de exámenes centralizados similar al sistema de habilitación. Y el mismo problema se ilustra para el ámbito italiano en un conocido documento de trabajo de Roberto Perotti. Este autor, que llegó a mantener un boletín periódico sobre los concursos a cátedras de economía en Italia, destacaba que a menudo los miembros de los tribunales tenían muchas menos publicaciones que los candidatos. Esto también es así en el caso que venimos discutiendo: solo uno de los cinco miembros del tribunal tenía más publicaciones y citas en revistas del ISI que el candidato A. Animamos a los lectores de Nada es Gratis a hacer públicos casos similares en otras universidades.

¿Cómo se deberían seleccionar los profesores en las universidades españolas? Una propuesta típica es coartar al máximo las decisiones de los departamentos para evitar la endogamia: imponer que haya al menos tres miembros externos en los tribunales, establecer baremos mínimos a todas las universidades, etc. Quizá estos criterios ayudasen a mejorar marginalmente la situación, pero no resolverían el problema de fondo. Y quitar más libertad a los departamentos, dando el poder de decisión a agentes externos, no puede ser la mejor solución. De hecho, los resultados del sistema de habilitaciones antes mencionados confirman esta idea.

El problema de fondo es que los departamentos universitarios no tienen suficientes incentivos para seleccionar a los mejores investigadores. Como ya señalamos en una entrada de este blog, la evidencia internacional muestra de manera clara que la mejor receta para la excelencia universitaria se resume en dos palabras: competencia y libertad. Es decir, que los recursos que reciben los departamentos dependan de una forma importante de la producción científica de su profesorado, como se hace en el Research Assessment Exercise del Reino Unido (ver aquí), y que luego se les deje elegir a los profesores como quieran. Ésta es la fórmula que funciona en las mejores universidades del mundo.

Un paso en la dirección adecuada es algo que ya hacen los mejores departamentos de economía de España. Envían las publicaciones de cada candidato a cinco académicos de gran prestigio, a menudo de universidades extranjeras, y les piden que evalúen los méritos de investigación del candidato, indicando expresamente si en su opinión esos méritos son suficientes para obtener la plaza en el departamento convocante de la plaza así como en su propio departamento. La convocatoria de la plaza se condiciona a la respuesta afirmativa de los evaluadores (y luego se sigue el proceso habitual). En vez de prodigarnos en elogios de la excelencia, que luego no se materializan en casi nada, sería mejor poner en marcha medidas como esta, que responden a las mejores prácticas internacionales.