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Carlos Slim y Bill Gates

Ayer jueves puse el parcial de la clase de Historia Económica Global que doy este semestre.

La pregunta número seis del examen era:

“Last week, Forbes published its yearly list of the richest people in the world. Carlos Slim, from Mexico, took over Bill Gates as the richest person in the planet. Slim made his fortune by monopolizing the telecommunication market in Mexico and extracting monopoly rents. Gates by producing the software I am using to write this exam. What do you think this says about the institutional arrangements for growth in Mexico and the U.S.?”

O, traducida:

“La semana pasada, la revista Forbes publicó su lista anual de las personas más ricas del mundo. Carlos Slim, de Méjico, adelantaba a Bill Gates como la persona más rica del planeta. Slim hizo su fortuna monopolizando el mercado de las telecomunicaciones en Méjico y extrayendo rentas de monopolio. Gates lo hizo produciendo el programa de ordenador que estoy utilizando para escribir este examen. ¿Qué crees que esto dice sobre las instituciones para el crecimiento en Méjico y Estados Unidos?”

Mi respuesta (que no la oficial: más de una vez he tenido estudiantes que miran las cosas de manera distinta de la mía y si lo hacen con sentido les doy la mejor nota, lo de repetir en el examen los apuntes de clase como me hicieron a mi sufrir tantos profesores en la carrera es una soberana tontería) es que en Estados Unidos las grandes fortunas se hacen creando valor. Como todo hay excepciones, pero miremos la lista de los estadounidenses en el top 25 de Forbes:

Bill Gates, Microsoft.

Warren Buffet, inversiones.

Lawrence Ellison, Oracle.

Christy, Jim, Alice y Robson Walton, Walmart.

Michael Bloomberg, las terminales que muchos de vosotros utilizáis todos los días.

Sergey Brin, Google.

Charles Koch, industria.

Es decir, todos están ahí porque a o bien ellos (Gates, Buffet, Ellison, Bloomberg, Brin y Koch) han creado empresas que han generado una cantidad de valor espectacular o porque sus padre lo hicieron (los Walton de Walmart). Es más, de nuevo excepto los Walton que han heredado de su padre Sam, todos los demás han hecho el dinero ellos mismos.

Carlos Slim ha hecho el dinero de una manera muy distinta. En 1990, Slim compró Telmex, la teleco mejicana que en aquel momento tenía el monopolio de la telefonía fija en Méjico (operación un poco rara por otros motivos, como el que el pago se pudiese demorar por varios años). Hoy, dos décadas después Telmex sigue controlando el 90% de las líneas fijas y el 80% de las líneas móviles.

El mercado de las telecomunicaciones es extraordinariamente competitivo en otros países y, sobre todo, la telefonía es hoy en día algo similar a un bien homogeneizado que decenas de empresas podrían suministrar. Que una compañía como Telmex controle una posición tan brutal del mercado solo tiene una explicación: abuso de posición dominante gracias a las barreras artificiales de entrada creadas por el gobierno mejicano. En particular, Slim ha utilizado muy inteligentemente una figura de la legislación mejicana llamada el recurso de amparo que ha inmovilizado a la Comisión Federal de Competencia.

Las consecuencias para el crecimiento económico de Méjico son claras: menos crecimiento y menos bienestar. Yo admiro a Bill Gates o (sobre todo) a Sergey Brin. Son gente que han creado, directamente o indirectamente, productos fantásticos que hacen la vida mejor a millones a personas cada día. A Carlos Slim no le admiro en absoluto. Carlos Slim cobra un tributo a los mejicanos por su posición de dominio.

Y cuando Slim intenta hacer negocio en Estados Unidos, ¿qué le pasa? En 1999, el grupo Curso de Slim compró CompUSA, una empresa de venta de ordenadores. Al poco rato, Slim violó un contrato que tenía con COC Services. Pero afortunadamente, Dallas no es Distrito Federal. COC llevó al grupo Curso a los tribunales y le sacó una indemnización de 454 millones de dólares. Claro que Slim ha aprendido su lección y ahora lo que ha hecho es meter su dinero en el New York Times, que así, con la prensa controlada, seguro que se atreve a más.

Pero el verdadero coste social de Carlos Slim no es el dinero que extrae de su posición dominante. A fin de cuentas esto no es más que una transferencia (por supuesto injusta). Ni tampoco es el coste mayor el freno al crecimiento económico. El verdadero coste es la pérdida de legitimidad que crea a la economía de mercado. Cuando un observador mira la privatización de muchas empresas en Hispanoamérica, uno no ve un esfuerzo de crear mercados competitivos y eficientes. El que una empresa sea pública o privada, en cierto sentido, tiene poca importancia. Lo que importa es la competencia. En Hispanoamérica se privatizó mucho para crear monopolios privados. Por consiguiente, no es de sorprender que populistas como Chávez o los Kirchner que arremeten contra el mercado se alcen con el poder. El verdadero coste de Carlos Slim es Hugo Chávez.

Muchas veces, los economistas insistimos en cosas como la reforma laboral o la reforma de las pensiones. Y parece que solo queremos hablar de reformas que afectan a la persona media. Deberíamos de decir mucho, mucho, mucho más claro que las posiciones dominantes creadas por barreras artificiales de entrada deben de ser destruidas. Por el bienestar social y por nuestra credibilidad como profesión.

Por cierto, solo mencionar que la comparación original Bill Gates/Carlos Slim es de Daron Acemoglu y Jim Robinson (o por lo menos yo la he aprendido de ellos), aunque buena parte del razonamiento es cosecha propia.