Voy a dejar la financiación autonómica por un rato (pero ya volveré a ella, que aún hay mucho tela que cortar). En vez de ello, voy a elaborar en el excelente post de Luis sobre Alierta. Como me quiero extender un poco más de la que correspondería a un comentario, me voy a permitir colocar mi reflexión como un nuevo post.
Que nuestros medios de comunicación sean como son es malo y que Telefónica obtenga rentas de monopolio también: no hay dudas al respecto. Sin embargo, el verdadero pecado de Alierta no este, es algo mucho peor.
En los países del sur de Europa la economía de mercado siempre ha tenido una legitimidad mucho más baja que en los países anglosajones. Una parte considerable de la población no acepta el sistema o si lo hace, es a regañadientes y esperando que algo mejor esté a la vuelta de la esquina, lo que complica el generar apoyo suficiente para el programa de reformas que necesitamos.
Uno de los argumentos de más éxito de esta postura escéptica es que la economía de mercado no es justa: si yo gano más que tú, debe ser porque no soy honrado. En pequeñas dosis, quizás por ser pelota del jefe o sobrino del director de la fábrica. En mayores dosis, porque trafico con información privilegiada o tengo contactos en el gobierno.
Este argumento no es mío, sino de un artículo de hace tiempo de Thomas Piketty en el QJE (por cierto, Víctor Ríos fue el que por primera vez me habló de este paper, así que gracias). Según Piketty, uno está en contra de la redistribución cuando cree que el mayor componente del ingreso es el esfuerzo personal y a favor cuando cree que es suerte (es un modelo de generaciones solapadas, con lo cual el aprendizaje social no converge a una distribución degenerada). Si uno interpreta como suerte el nacer en una familia bien conectada, por ejemplo porque tu tío es el presidente de una gran empresa que te pasa información privilegiada o que un gobierno te nombre presidente de esa gran empresa a dedazo, no me resultaría sorprendente que muchos españoles hayan revisado a la baja su visión de la legitimidad de la economía de mercado después de que quedase probado que el presidente de una empresa emblemática como Telefónica utilizó información privilegiada (particularmente grave en alguien que había sido presidente de la Asociación Española del Mercado de Valores y que por tanto entendía perfectamente que es lo que estaba haciendo).
O dicho de otra forma ¿Con qué cara podemos hoy ir a una clase de licenciatura y explicar que el sistema de mercado es una buena idea porque genera los incentivos correctos? Esto, mucho más que nada, es el daño que Alierta le ha hecho a España.
Hay 3 comentarios
Completamente de acuerdo!
Sólo para picar un poquito y animar los comentarios sobre economía de mercado, meritocracia y democracia en los países del sur:
Siguiendo tus argumentos, las familias con rentas baja, con menos contactos sociales (suerte), deberían estar a favor de la economía de mercado, un sistema más meritocrático que les permitiera alcanzar la movilidad social mediante el esfuerzo personal. Las familias de renta alta, por su parte, deberían votar por programas no meritoricráticos, con tal de mantener las rentas derivadas de sus redes. Pero, ¿por qué la derecha obtiene más votos en el barrio de Salamanca y la izquierda en el de Vallecas?
En realidad: ¿Tenemos una derecha defensora de la economía de mercado? ¿No está demasiado preocupada por los votos del barrio de Salamanca? ¿Para cuándo algún descamisado en la élite del PP? ¿No sería un buen empujón para cambiar la percepción de nuestro votante mediano sobre la economía de mercado? Mientras tanto, seguirá votando la redistribución, no se creerá la historia del esfuerzo personal y la movilidad social. Fácil para el PSOE, seguirá vendiendo su imagen de campeón de lo social y aparcará las reformas a las que aludes .
Malo para un país tan poco productivo...
Perdonar por un comentario tan simplón.
Todo esto combinado con las declaraciones de la alcaldesa Rita Barberá de que todos los políticos reciben regalos. Recuerdo que de pequeño llevaba regalos a los profesores por Navidad (y también era habitual con los médicos), pero estas prácticas desaparecieron hace 30 años, o eso pensaba yo. Difícil hablar de incentivos correctos y meritocracia cuando políticos en activo ven como natural recibir regalos de empresas.
Gracias por tus comentarios, Florentino.
El paper de Piketty acentúa que lo importante es la distribución a posteriori de cada uno acerca del peso relativo del esfuerzo/suerte. Esta distribución puede estar muy alejada del verdadero valor del parámetro: es decir, este es un modelo donde no tenemos el “comunismo de expectativas” de los modelos de expectativas racionales del que Sargent siempre se queja. Por ejemplo, si mi padre se esforzó mucho pero le fue mal en la vida, mi posteriori puede estar muy sesgada a favor de la redistribución incluso cuando, objetivamente, no debería. Y lo mismo pasas al revés: si a mi padre le fue bien por una suerte, lo mismo creo que es por su esfuerzo y empeño. En ese sentido, seguro que el sobrino de Alierta está convencido que él está donde está por su sudor y lágrimas y no por información privilegiada.
Esta ausencia de expectativas racionales genera efectos incluso más interesantes, con posibilidades de los que en Inglés se dice “Self-confirming equilibria”. Imaginemos que yo creo (por ejemplo, porque me lo han transmitido mis padres) que la suerte es todo en la vida. Entonces, no me voy a esforzar mucho en el colegio con lo cual lo más probable es que no me vaya bien y a lo largo de la senda de equilibrio, mi distribución a priori se verá confirmada. De igual manera, si creo que el esfuerzo es todo, trabajaré mucho y con alta probabilidad (aunque esta pueda ser menor que mi expectativa subjetiva), ganaré mucho dinero, confirmando mi a priori.
Por estos dos efectos creo que es perfectamente factible observar gente pobre votando en contra de la meritocracia y genta rica votando a favor.
Por supuesto la evidencia empírica es muy difícil de leer. Las agendas políticas son multidimensionales y se vota a los partidos por una conjunción de razones. En España, por ejemplo, los partidos de derechas nacionales siempre se han fundado más en el Catolicismo y la idea de España que en plataformas económicas. Siempre recordaré a un vecino que teníamos en frente de nuestra casa de verano en Ribadesella y que había servido con un orgullo que le salía por la boca en las divisiones navarras de Solchaga durante la Guerra Civil (que a pesar de su nombre reclutaron mucho entre el campesinado de todo el norte). El era un pequeño labrador pero el motivo por el que saltó a que le pegasen tiros no era por su defensa del mercado o la meritocracia, era por su visión del mundo. Eso se traduce, entre otras cosas, en que nuestros partidos conservadores han estado siempre a la cabeza de cosas como el proteccionismo (Canovas), la intervención de precios (Maura) o la regulación de la industria y la creación de monopolios (Calvo Sotelo). Y eso es también por lo que, al final, mucho más hicieron Boyer y Solchaga por liberalizar la economía que Rato.
Sobre los problemas del PP, ya voy a escribir pronto en el blog….
Los comentarios están cerrados.