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La Reforma de las Pensiones: Un Decalogo para Negadores (y Negados)

Respecto al debate suscitado estos días por mis artículos de pensiones, un amigo me envía el siguiente decálogo que creo relevante para enriquecer la discusión. Yo, la verdad, no lo habría sabido escribir con tanta gracia (es lo que tiene venir de familia del norte, un poco secos):

Continúa el debate sobre la necesidad de reformar el sistema de pensiones. Vd., que confía ciegamente en que el sistema actual es viable y no necesita reformas, no debe perder el tiempo tratando de entender ni los estudios sobre el aumento del gasto derivado del envejecimiento de la población ni el contenido de las propuestas de reformas. Aquí tiene algunos argumentos que puede utilizar para justificar su oposición a cualquiera que ponga en duda las bondades del sistema actual:

1. Ante cualquier propuesta que provenga de economistas, desacredítelos profesionalmente. ¿Quiénes son estos tipos, que no vieron venir la crisis, para decirnos lo que hay que hacer? En realidad, los análisis más lúcidos de por qué se ha producido la crisis, algunos escritos con bastante anterioridad a que esta se produjera, están fácilmente disponibles en revistas e informes económicos de muy diversa índole. Pero no se preocupe, ¿quién se va a tomar la molestia de rescatarlos? Además, ¿por qué prestarles atención ahora cuando no lo hizo en su momento? No necesita leer todas esta revistas e informes para sostener, sin pestañear, que ninguno de ellos advirtió de los riesgos del exceso de crédito, de la burbuja inmobiliaria o de las debilidades mostradas por la economía española durante la pasada expansión.

2. Insista en la desacreditación profesional. No sea pusilánime. Son economistas, ¡se lo merecen¡ Estos tipos no saben predecir. Peor, no saben que no saben predecir. ¿Cómo se atreven a calcular el tamaño de la población en edad de jubilación en relación a la población en edad de trabajar dentro de 25 años basándose fundamentalmente en el principio de cada año que pasa todos somos un año más viejos? Algunos de ellos ya hicieron proyecciones en el pasado sobre el gasto en pensiones durante la década 2000-2010 que se mostraron equivocadas. No importa que las circunstancias que han mantenido el superávit del sistema de pensiones durante esta década sean excepcionales y ya hayan desaparecido. Tampoco importa que el principal objetivo de aquellas proyecciones fuera llamar la atención sobre el gasto en pensiones a un horizonte más largo (2025 o 2050), cuando el gasto derivado del envejecimiento de la población aumentará considerablemente. Se equivocaron una vez en relación al corto plazo y, por tanto, se equivocarán siempre y a cualquier horizonte. Si es necesario ponga a Malthus como ejemplo de determinismo demográfico equivocado e, incluso, cite la teoría de la relatividad de Einstein, en sus dos versiones, especial y general, para asegurar que, después de todo, la percepción del tiempo depende del estado de movimiento del observador o es relativa al observador y que la propia geometría del espacio-tiempo se ve afectada por la presencia de materia.

3. No se detenga en la desacreditación profesional. Desacredítelos también personalmente. Dado que suelen utilizar alguna institución privada como plataforma para lanzar su mensaje a la opinión pública, ataque a dicha institución y jure por lo más sagrado que dicen lo que dicen para servir a intereses privados. No importa que dicha institución no tenga ánimo de lucro y sea intelectualmente independiente de sus patrocinadores, ni tampoco que la inmensa mayoría de los casi 150 participantes no tengan ninguna vinculación profesional ni económica con ella. Acusarles de estar vendidos a la banca y a las grandes empresas es una inmoralidad y demuestra muy poco conocimiento del mundo académico, pero el fin justifica los medios. Mucha gente estará dispuesta a creer que el kilo de economista se vende barato, sobre todo si es de economista “neoliberal”. Por supuesto, a Vd., que, en sus análisis económicos es incorruptible, no le mueve ningún interés especial. Por otra parte, ¿para qué entrar en debates intelectuales cuando todo el asunto se puede resolver montando un buen auto de fe, siguiendo las más rancias tradiciones hispánicas? ¡Y que viva Torquemada¡

4. No tenga miedo de contradecir incluso la evidencia más clara. Para empezar, ¿por qué aceptar que la población está envejeciendo? Los demógrafos también se equivocan. Si los datos estadísticos indican que la esperanza de vida está aumentado, diga que no es porque la gente vive más tiempo, sino porque mueren menos niños. “Ilustres” Catedráticos de Políticas Públicas lo han hecho, a pesar de que los datos muestran inexorablemente un aumento de la esperanza de vida condicionada a cualquier edad y de que artículos en revistas científicas prestigiosas (como, por ejemplo, Science), escritos, no por “ineptos economistas”, sino por científicos “de verdad”, demuestran que el aumento de la longevidad es irrefutable. ¿En qué mejor compañía puede estar que en la de catedráticos que, aunque parecen padecer problemas de comprensión numérica, tienen una sólida reputación “progresista”?

5. Tampoco acepte las proyecciones demográficas sobre la composición por edades de la población que indican que el peso de la población mayor de 65 años se duplicará en unas cuantas décadas. Al fin y al cabo, ¿por qué no pedir a la gente que tenga más hijos? ¿Por qué no aconsejar que vengan más inmigrantes? No se preocupe en realizar los cálculos sobre cuanto debería aumentar la tasa de natalidad o cuántos inmigrantes deberían llegar para que la tasa de dependencia no aumentara. ¿Qué importa si la tasa de natalidad tuviera que ser de 5 hijos por mujer o que fuera necesario que llegaran más 20 millones de inmigrantes? Seguro que estos cálculos que demuestran que no es posible revertir el aumento de la población mayor de 65 años en relación a la población de trabajar mediante una mayor natalidad o un aumento de la inmigración no son fiables. Al fin y al cabo, solo los economistas “neoliberales” se preocupan de realizar estas cuentas insignificantes.

6. Apele al aumento del empleo como solución. No importa que España haya tenido una tasa de empleo que en raras ocasiones ha superado el 60%. No se preocupe de detallar como se puede incrementar la tasa de empleo. Las reformas laborales también son un invento diabólico de economistas “neoliberales” sin escrúpulos cuyo único objetivo es desmantelar el Estado del Bienestar. Tampoco es relevante que para que el gasto en pensiones en relación al PIB se mantenga en los niveles actuales ante el aumento esperado de la longevidad, la tasa de empleo tendría que alcanzar el 120% aproximadamente. Al fin y al cabo, solo necesitamos que toda la población en edad de trabajar participe en el mercado de trabajo, que la tasa de desempleo sea nula y que uno de cada cinco trabajadores tenga un “clon” que también trabaje (sin cobrar y sin derecho a pensión).

7. Recurra al aumento de la productividad como la solución al problema de pensiones. Al aumentar el PIB tendremos más que repartir. No importa que para hacerlo haya que subir la presión impositiva ni cuánto haya que hacerlo. De nuevo, no haga cálculos, no sea que el tipo impositivo resultante sea inviable. Una reforma fiscal progresiva y un aumento de la imposición sobre el capital es siempre muy popular. Eso sí, no diga que para hacer frente al previsible aumento del gasto será necesario aumentar también la presión fiscal sobre la propia población jubilada y sobre los trabajadores de menor nivel de renta. Y, por supuesto, no admita que un aumento de los impuestos sobre el trabajo o sobre el capital tiene efectos negativos, respectivamente, sobre el empleo o sobre el ahorro, porque esto solo se mantiene con evidencia empírica manipulada. Vd. es de lo que piensan que los impuestos hay que pagarlos con una sonrisa. Es desafortunado que, aunque a la inmensa mayoría de los mortales les gustaría poder pagarlos así, finalmente tengan que hacerlo en efectivo y sus decisiones sobre demanda y oferta de trabajo y sobre ahorro dependan de los impuestos.

8. Ataque cualquier propuesta de reforma de las pensiones identificándola con un intento de privatización. Aunque en dicha propuesta se mantengan los principios básicos del sistema actual (reparto y carácter público) seguro que, detrás, hay intenciones ocultas para favorecer los beneficios de la industria financiera. Al mismo tiempo, manifiéstese en contra de que se cambien algunos de los elementos del sistema actual que, como es el caso de las desgravaciones fiscales a las aportaciones a los Fondos de Pensiones, claramente benefician a la industria financiera. Por cierto, estas desgravaciones, que son muy regresivas, también favorecen a los individuos más ricos y a los de mayor capacidad de ahorro. Pero, ¿por qué preocuparse por estas menudencias? Aunque el sistema actual sea injusto, que lo es por varias razones, constituye una “conquista social” y no hay por qué mejorarlo.

9. Plantee el debate como una cuestión puramente ideológica. Los que quieren reformar el sistema de pensiones son economistas “neoliberales” sin ningún gusto por la justicia social. Aunque en sus “modelos” estén continuamente buscando condiciones para mejorar la eficiencia y el bienestar social, Vd. no necesita comprender esos modelos para concluir que su verdadera intención es atacar los derechos de los trabajadores. ¿Para qué molestarse en utilizar modelos y datos estadísticos si Vd., con su absoluta clarividencia, sabe perfectamente que el bienestar social solo depende de que el Gobierno gaste en políticas sociales cuanto más mejor?

10. No se preocupe ante la advertencia de que, en ausencia de reformas, puede llegar el caso de que haya que recortar a la “griega” y que, en esta situación, los costes sociales serían mucho mayores que los derivados de las reformas graduales. Es muy probable que tales costes recaigan en mayor medida sobre los más desfavorecidos. Sin embargo, los “progresistas oficiales” como Vd. deben preocuparse de mantener el “status quo”, aunque sea a costa del bienestar de los que dicen defender.

Este es el decálogo del perfecto defensor del “Estado del Bienestar”, en referencia a la reforma de las pensiones. Todos sus mandamientos están ya algo manidos y resultan aburridos. Pero, así son todas las religiones. En cualquier caso, se recomienda utilizarlo bajo su propia responsabilidad y riesgo.