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¿Cómo Deberíamos Elegir a los Diputados? I

El 5 de Mayo se celebra un referéndum en el Reino Unido sobre si deben o no cambiar la manera en la que eligen a los miembros de su Parlamento. Como en España también entramos en temporada de elecciones, he pensado que sería una buena idea tener una serie cortita de posts sobre sistemas electorales y reflexionar un poco acerca de las ventajas y desventajas de cada procedimiento de elección de nuestros representantes.

Dos advertencias antes de nada. Primero, uno ve miles de columnas en los medios de comunicación hablando sobre los sistemas electorales pero el contenido analítico o empírico de las mismas suele ser cero y se basan más en los prejuicios (y muchas veces peregrinas ideas) de sus autores que en ninguna otra cosa. Afortunadamente existe una larga tradición entre los economistas y politólogos de pensar acerca de estos temas (quizás separada de la tradición de derecho político y de teoría política más tradicional con la que muchos de ustedes puedan estar más familiarizados) y de la que podré tomar prestado casi todo lo que tengo que decir. Segundo, este es un tema que siempre me ha apasionado (desde mi infancia realmente), así que intentaré no irme mucho por las ramas. Por eso hoy me voy a centrar en el sistema electoral actual en el Reino Unido y dejar para futuros posts los muchísimos otros temas que se podrían discutir, que la verdad dan para una colección completa de libros.

El Reino Unido ha utilizado tradicionalmente un sistema mayoritario unipersonal a vuelta única. Esto es un nombre muy largo pero en realidad es casi el sistema más sencillo que existe. Uno toma la unidad política que va a tener elecciones (un país, una región, un municipio) y la divide en circunscripciones de más o menos igual tamaño en términos de población. Por ejemplo, si hay 1 millón de votantes y 100 miembros del Parlamento, creamos 100 circunscripciones de aproximadamente 10.000 habitantes cada una. En cada circunscripción se presentan los candidatos que quieran y el que obtenga el mayor número de votos ese día, sale elegido. Como se ve, casi más fácil no se puede hacer.

Como explicaré en un momento, este sistema tiende a perjudicar a los partidos minoritarios. Por ello, los liberal demócratas pidieron como condición para entrar en coalición con los conservadores un referéndum para decidir si se cambiaba a un sistema de votación preferencial (alternative voting en Inglés).

Antes de entrar en el análisis de cómo funcional el sistema de votación preferencial y de sus fortalezas y debilidades (lo que haré la semana que viene), voy a dedicar el resto del post de hoy a hablar sobre las ventajas y desventajas del sistema actual mayoritario unipersonal, para así poder realizar una comparación de sistemas con sólidos fundamentos.

¿Cuáles son las ventajas de este sistema? Los defensores del mismo normalmente citan las siguientes (sin que yo necesariamente este de acuerdo con ellas):

1.) Es un sistema sencillo que todos los votantes entienden sin dificultad.

2.) Existe una conexión directa entre votantes y sus representantes. Por ejemplo, en EE.UU., donde se usa el mismo sistema, yo se que mi representante en la Cámara Baja es Jim Gerlach, lo que me permite controlar muy directamente cómo vota o cuáles son sus posiciones.

3.) Tiende a producir mayorías claras y contundentes, lo que facilita la labor de gobierno. Es más, suele llevar al bipartidismo que asegura mayor estabilidad política.

¿Cuáles son las desventajas de este sistema? Sus detractores señalan (de nuevo, sin que yo necesariamente este de acuerdo con ellas):

1.) No representa a las minorías, especialmente si estas se encuentran dispersas. Pongamos un simple ejemplo. Imaginémonos que tenemos 3 circunscripciones, cada una con 100 votantes. En cada circunscripción existen 51 votantes del partido A y 49 del partido B. Todos los votantes votan y además votan al candidato de su partido. El resultado es que, en el parlamento, tenemos 3 diputados del partido A y 0 del partido B, aunque en la población total tenemos 153 votantes del partido A y 147 del partido B.

2.) Puede llevar a resultados paradójicos. Volvamos al ejemplo anterior, excepto que ahora en la circunscripción 3 existen 40 votantes del partido A y 60 del partido B. En el parlamento tendremos 2 diputados del partido A (circunscripciones 1 y 2) y uno del partido B (circunscripción 3), aunque en la población total tenemos 142 votantes del partido A y 158 del partido B. Es decir el partido A gobierna porque tiene a los votantes mejor “colocados” a pesar de ser menos. Esta posibilidad no es meramente teórica sino que se da en la práctica con cierta frecuencia.

3.) Obliga al voto “útil.” Ya que solo el candidato con más votos gana, los votantes de partidos minoritarios suelen terminar votando a uno de los partidos con posibilidades de ganar, lo que en cierta medida perjudica el objetivo básico de unas elecciones de averiguar las opiniones de los electores.

4.) Por el lado contrario, si los votantes están muy divididos, el ganador puede ser un candidato con un apoyo muy reducido. Pensemos en un distrito con 10 candidatos y 100 votantes, donde cada candidato 1-8 tiene 10 votos, el candidato 9, 9, y el candidato 10, 11. Total, que con un solo 11% de los votantes, el candidato 10 gana.

5.) La formación de las circunscripciones es fácilmente manipulable. Miren, por ejemplo, el mapa de mi distrito, Pennsylvania 6th (por cierto, yo vivo muy, muy cerca del punto negro que dice "Ardmore") ¿A qué tiene su gracia la forma geométrica? Esto se llama gerrymandering (la explicación del origen del término está aquí). Y mi distrito no es el peor: Illinois 4th se lleva la palma (fíjense en la delgadísima linea a la izquierda del distrito: es literalmente una autopista que conecta las dos partes ya que por ley los distritos tienen que ser contiguos).

Los objetivos del gerrymandering pueden ser laudables (por ejemplo, Illinois 4th pretende asegurar la elección de un hispano creando una circunscripción de extraña forma geométrica de clara mayoría hispana) o perversos. En este caso el objetivo es básicamente poner a cuántos más votantes se pueda del partido contrario en un solo distrito y crear el mayor número de distritos posibles en el que mi partido tenga una mayoría pero no abrumadora. Volvamos al caso de antes, donde teníamos 3 circunscripciones y 300 votantes. Solo que ahora, de estos, 102 son del partido A y 198 del partido B. Pero, y está es la gracia, él que diseña las circunscripciones es del partido A. Lo que puede hacer esta persona es crear 3 distritos, dos con 51 votantes del partido A y 49 del partido B y uno con 100 votantes del partido B. El resultado es que, a pesar de ser solo un tercio de los votantes, el partido A gobierna y el partido B, con una abrumadora mayoría de votantes, está en la oposición.

Quizás el caso más extremo de este comportamiento se daba en Irlanda del Norte durante las primeras décadas después de la separación de los condados del sur. Los protestantes tenían una sobrerrepresentación notable fruto de una discriminación consciente de los católicos en la creación de circunscripciones electorales (un estudio detallado, aquí). En el caso de EE.UU., la "invención" de distritos con fuerte representación de minorías (una demanda desde las posiciones más de izquierda en EE.UU.) tiene como efecto paradójico que los republicanos salgan beneficiados. Las minorías suelen votar demócrata y al ponerlas todas juntas en unos pocos distritos, los demócratas se encuentran con sus votos muy concentrados y por tanto, en buena medida desperdiciados.

Aunque mi ejemplo anterior parezca exagerado, en la práctica no es tan difícil como pudiera parecer el generar los distritos “adecuados”, especialmente desde que programas informáticos para ello se difundieran en la década de los ochenta del siglo pasado (y si, en realidad uno no puede asegurar que todo el mundo vote como se supone que iba a votar, pero con crear un “poquito” de margen, suele funcionar muy bien, por eso en EE.UU. cada vez hay menos distritos donde las elecciones sean “competitivas”).

Se podría argumentar que el gerrymandering es evitable con comisiones independientes de diseño de distritos pero en la práctica es muy difícil. Por ejemplo, en Iowa una de estas comisiones independientes crea los distritos pero, como gente similar suele terminar viviendo junta (los ricos con los ricos, los pobres con los pobres, los de una raza con esa), al final siguen saliendo distritos muy desequilibrados por mucho que intentemos esquivarlo.

6.) Es más fácil para aquellos candidatos con poder el coaccionar a candidatos alternativos para que estos no se presenten. Esto pasaba, por ejemplo, muchísimo en la época de la restauración en España, donde, por cierto, teníamos básicamente este sistema mayoritario excepto con algunos cambios. Es más, los serios problemas de la ley electoral de la II República de los que hable hace mucho tiempo (aquí y aquí) vinieron en buena medida de intentar eliminar esta coacción.

Como vera, querido lector, la lista de desventajas me ha salido mucho más larga que la lista de ventajas. Esto no es ni casualidad ni fruto de mi oposición al sistema mayoritario. Es solo reflejo que, cuando uno lo empieza a pensar con calma, TODOS los sistemas de elección de diputados tienen problemas muy serios (la sombra de Arrow es alargada). Este será un tema recurrente en toda esta serie.

La semana que viene analizaré el sistema de votación preferencial e intentaré extraer algunas conclusiones para, en futuros posts, hablar de sistemas con dobles vueltas, mixtos y proporcionales (como el nuestro en España, un D'Hondt corregido) y de todo el tema de listas abiertas/cerradas y de primarias. Por eso, déjenme que les pida un favor, queridos lectores. Centrémonos estos días en la discusión del sistema mayoritario. Se que muchos de ustedes tienen claras opiniones sobre nuestro sistema electoral (algunas de las desventajas del sistema mayoritario también aparecen en nuestro sistema) y les prometo que tendremos tiempo de hablar del mismo largo y tendido. Pero, como dicen aquí en América, para aprender a correr primero hay que saber andar, así que estudiemos primero los sistemas mayoritarios y pasemos luego a los proporcionales.