Hoy tenemos un post invitado de David Cuberes sobre ciudades:
Existe extensa evidencia indicando que la mayor parte de la actividad económica de un país tiene lugar en sus ciudades. Por otro lado, es un hecho irrefutable que el mundo en el que vivimos va a ser esencialmente urbano en los próximos cincuenta años. Se estima que a finales de 2010, 1.200 millones de personas vivirán en ciudades de 100.000 habitantes, el equivalente a una tercera parte de la población mundial (ver este artículo publicado en El País. Gracias a Rafael González-Val por la referencia). Estos dos hechos hacen que el estudio de las ciudades desde un punto de vista económico sea fundamental. A eso se dedica la rama de la economía llamada economía urbana y regional. Esta entrada pretende dar unas pinceladas sobre lo que diversos autores en este campo hemos aprendido acerca de cómo funcionan estos fascinantes entes: las ciudades.
Como comentaba hace algunas semanas en este blog Antonio Cabrales, existen diversas explicaciones de por qué las ciudades son más productivas que las áreas rurales y qué hace que el tamaño de una ciudad esté altamente correlacionado con los salarios de sus trabajadores y los beneficios de sus empresas. Aquí me gustaría analizar una cuestión diferente, aunque estrechamente relacionada: ¿qué determina el crecimiento de las ciudades a lo largo del tiempo?
La literatura sobre este tema ha destacado dos principales factores: la presencia de algún tipo de economía de aglomeración (medido por la composición industrial de la ciudad, el nivel de educación de sus habitantes, etc.) y la existencia de “ventajas naturales” de las ciudades (clima templado, cercanía a ríos o costas, etc.). Algunos autores han indicado que, a pesar de que estas variables puedan tener importancia, en el largo plazo, las ciudades crecen de forma aleatoria, es decir que es muy difícil predecir su tasa de crecimiento. En concreto, la llamada ley de Gibrat establece que el tamaño de una ciudad en un momento dado no está correlacionado con su futuro crecimiento. Saber el tamaño de Zaragoza hoy no ayuda a predecir cuánto más va a crecer en los próximos diez años.
Por otro lado, una ley extremadamente popular en economía urbana es la llamada ley de Zipf. Esta regularidad establece que el tamaño de una ciudad es proporcional a su rango (la mayor ciudad con rango igual a uno). Una forma sencilla de interpretar la ley de Zipf es que la mayor ciudad de un país tiene, aproximadamente el doble de población que la segunda mayor ciudad, tres veces más que la tercera, etc. Por sorprendente que parezca, existen varios detallados estudios que demuestran que esta ley funciona estupendamente para explicar el tamaño de las ciudades de prácticamente todos los países del mundo, al menos desde el año 1970.
En el año 1999, Xavier Gabaix (profesor de la Stern School of Business en la New York University) demostró en un elegante trabajo que la ley de Gibrat implica matemáticamente la ley de Zipf: si un sistema de ciudades crece de forma aleatoria, eventualmente su distribución seguirá la ley de Zipf. A mi modo de ver, la abundante evidencia empírica en favor de la ley de Zipf ha sido un factor clave para explicar la popularidad de la ley de Gibrat en muchos de los estudios teóricos de ciudades que siguieron al trabajo de Gabaix. Sin embargo, lo cierto es que existen pocos estudios que contrasten la validez empírica de la ley de Gibrat. Además, la mayor parte de los trabajos que se han escrito se han basado en uno o dos países o en un horizonte de tiempo bastante reducido (1960-2000 normalmente). Mi interpretación de estos estudios es que, aunque la ley es una correcta aproximación de cómo crecen las ciudades a largo plazo, existen importantes desviaciones que merecen ser estudiadas.
En un trabajo que ha sido recientemente publicado en el Journal of Urban Economics, utilizo datos de población de las mayores ciudades de un gran número de países durante los años 1790-2000. El análisis de estos datos señala tres hechos que se desvían sustancialmente de la ley de Gibrat. En primer lugar, analizando las tasas de crecimiento de las ciudades de un país en cada década (los datos del censo sólo están disponibles cada diez años) se comprueba que unas pocas ciudades crecen mucho más rápidamente que las demás. La forma más sencilla de ver esto es calculando el coeficiente de asimetría de la distribución de estas tasas. En la gran mayoría de los casos este coeficiente es positivo, indicando que el crecimiento de unas pocas ciudades está muy por encima del la tasa media de crecimiento del país. Lo más interesante es que estas ciudades no son las mismas a medida que pasa el tiempo. El segundo hallazgo del trabajo muestra que, a principios del periodo analizado, las ciudades mayores fueron las que crecieron más rápidamente. Por ejemplo, en España, mis estimaciones predicen que, en el año 1888, la ciudad que experimentó un mayor crecimiento de población fue Valladolid, con un rango alrededor de 12 (esto es, la duodécima mayor ciudad). En 1960 ese rango aumentó a 76 (Toledo). Al final del periodo – en el año 2000 - la ciudad con mayor crecimiento fue una aglomeración de mucho menor tamaño relativo, en concreto la localidad guipuzcoana de Zarautz (con un rango de 227). El siguiente gráfico muestra la evolución del rango de las ciudades con mayor crecimiento en España en cada década durante el periodo 1870-2000.
La marcada pendiente positiva del gráfico confirma la evolución observada en el ejemplo de las tres ciudades mencionadas anteriormente. Las ciudades que crecieron más rápidamente a finales del siglo diecinueve eran relativamente grandes (rango bajo). Sin embargo, a medida que el sistema urbano español ha ido madurando, las ciudades medianas y pequeñas han tomado el liderazgo en términos de crecimiento de población. Este patrón – al que bauticé crecimiento secuencial de ciudades es muy parecido en la inmensa mayoría de los países estudiados. Los gráficos correspondientes a cada país se pueden consultar en http://merlin.fae.ua.es/cuberes/Appendix_C_new.pdf (para ciudades) y http://merlin.fae.ua.es/cuberes/Appendix_D_new.pdf (para áreas metropolitanas). Finalmente, el tercer hecho que destaco en mi trabajo es que el patrón de crecimiento secuencial de las ciudades de un país es más pronunciado en las décadas en las que éste experimenta un mayor crecimiento de su población urbana.
Estos tres hechos se pueden racionalizar fácilmente con un sencillo modelo dinámico de crecimiento de ciudades. Imaginemos, para simplificar, un país con sólo dos ciudades, una de ellas ligeramente mayor que la otra en términos de población. Las empresas que operan en cada ciudad utilizan trabajo y capital físico para producir bienes de consumo. Este proceso de producción está sujeto a rendimientos crecientes a escala. Como Gilles Duranton y Diego Puga han explicado en detalle, las aglomeraciones de población ofrecen ventajas productivas originadas, entre otros, por la posibilidad de las empresas de intercambiar conocimiento y factores de trabajo. Sin embargo, las ciudades están también sujetas a “costes de congestión” que crecen desproporcionadamente al aumentar la producción (mayores costes de desplazamiento al lugar de trabajo, aumento del precio de la vivienda, contaminación, etc.) La tensión entre estas dos fuerzas hace que la ciudad con una ventaja inicial atraiga todos los recursos durante un periodo de tiempo. En un momento dado, los altos costes de congestión generados en esta ciudad hacen que parte de los recursos se desplacen a la segunda ciudad. La presencia de capital físico – infraestructura urbana principalmente- es lo que impide que las ciudades que ya existían desaparezcan instantáneamente (cosa que obviamente no pasa en la realidad). Una historia tan simple como esta es suficiente para generar un patrón de crecimiento secuencial de las ciudades. Este modelo teórico también implica que, cuando aumentan los flujos migratorios de zonas rurales a urbanas, las ciudades alcanzan su tamaño crítico más rápidamente, con lo cual su crecimiento secuencial se acelera.
Una vez discutidos los nuevos hechos y una teoría que los explica, conviene preguntarnos qué implicaciones tiene el crecimiento secuencial de las ciudades en términos de políticas públicas. Una primera aplicación de estos resultados concierne a países en vías de desarrollo, especialmente aquellos que están experimentando rápidos procesos de urbanización. Según un reciente estudio del Banco Mundial, la población urbana del este de Asia se espera que aumente en las dos próximas décadas en 450 millones de personas. En las regiones del sur y el centro de Asia, el incremento de población será de aproximadamente 350 millones de personas, mientras que el aumento previsto en el África subsahariana es de 250 millones entre 2005 y 2025. Los hechos descritos aquí pueden explicar, al menos en parte, porque la ayuda humanitaria a los países subdesarrollados de estas regiones no ha tenido apenas impacto en la disminución de la desigualdad entre sus zonas rurales y urbanas. Aunque la ayuda humanitaria vaya dirigida a diferentes regiones del país, las dinámicas descritas aquí implican que la mayor parte de los recursos se va a reasignar a las mayores áreas urbanas, eliminando así gran parte del efecto inicial de la ayuda humanitaria. Por otro lado, la nueva evidencia empírica puede ayudar a los gobiernos de países menos desarrollados a formular políticas adecuadas sobre inversión en infraestructura en diferentes regiones o ciudades. Relacionado con este último punto, recientemente, el economista Paul Romer de la Universidad de Stanford ha propuesto llevar a cabo el proyecto Charter Cities. La innovadora idea de Paul es que los países en vías de desarrollo pueden beneficiarse enormemente de la creación – dentro de su país- de ciudades con instituciones occidentales. El mejor ejemplo de cómo estas ciudades “artificiales” pueden funcionar es Hong Kong, una ciudad-región con instituciones británicas pero subordinada políticamente a China. Hong Kong ha sido en las últimas décadas una ciudad tremendamente exitosa en cuanto a crecimiento económico y ha contribuido -siempre según la perspectiva de Charter Cities- en gran medida al desarrollo de China. El proyecto Charter Cities merece una entrada en este blog por sí solo, pero la idea que quiero destacar aquí es que entender que las ciudades tienden a crecer de forma secuencial provee información útil para diseñar la creación de este tipo de ciudades.
Finalmente, el estudio de cómo crecen las ciudades es también relevante para países desarrollados. Por ejemplo, en el contexto de la posible ampliación de la Unión Europea, es importante entender dónde va a residir el flujo de inmigrantes de los nuevos estados miembros. Esto parece especialmente relevante ante la (hipotética) posibilidad de que un país como Turquía, con una población 1.5 veces la de España, se incorpore a la unión en un futuro. Otra posible uso de estos resultados en el caso español es iluminar el debate entre los gobiernos centrales y regionales sobre el diseño de políticas que afectan la distribución de población entre las diferentes regiones y ciudades españolas. Por ejemplo, un reciente estudio de Chun-Chung Au y Vernon Henderson de la Brown University demuestra que las ciudades chinas son demasiado pequeñas para extraer todos los beneficios posibles de las economías de aglomeración. Su teoría está basada en la existencia de un tamaño óptimo de ciudad, una idea muy relacionada con el crecimiento secuencial de las ciudades. ¿Sucede lo mismo en España? Desconozco si alguien ha estudiado esta cuestión, pero me parece de gran interés. En los tiempos de crisis que corren, no habría que dejar escapar la posibilidad de usar los recursos que ya tenemos de la forma más eficiente posible.