Durante los primeros meses de la Pandemia de la Covid-19, tuvimos que iniciarnos masivamente en unas prácticas del mercado de trabajo en las que llevábamos cierto retraso en comparación con los países de nuestro entorno. Una de ellas era el teletrabajo, otra el uso de los ERTE como instrumento de protección del empleo vía retención de los trabajadores. De esta forma se aprobó con urgencia una nueva regulación de la primera, sin tener demasiada evidencia de qué había que regular, ni cómo. En cuanto a los ERTE, nada más iniciarse el Estado de Alarma, se aprobó un primer programa orientado a facilitar e incentivar su uso por parte de las empresas, programa que se fue prorrogando y transformando, cada pocos meses, en función de la evolución de la pandemia, y que acabó finalmente como una pieza clave de la última reforma laboral.
En el caso de los ERTE, su uso era tan escaso que, incluso en la Gran Recesión, no disponíamos de muestras significativas de trabajadores que estuvieran cubiertos o empresas que usaran este instrumento. Pasados dos años, vamos acumulando suficientes datos para poder hacer balance, no solo en base a las series de trabajadores cubiertos por ERTE, de cuya evolución nos han mantenido informados casi en tiempo real, sino también de su dinámica, por ejemplo, de lo qué ocurrió con estos trabajadores con posterioridad.
Al inicio de esta pandemia, se publicaron un par de entradas en este blog en las que se discutía acerca de las ventajas de los ERTE, pero también de sus posibles efectos perversos, tanto desde el punto de vista teórico, como desde la evidencia disponible (aquí y aquí). La clave de los ERTE es que permiten la retención de los trabajadores ante shocks económicos transitorios. Una primer cuestión que tratamos de abordar aquí es si se produjo una retención prolongada de los trabajadores que estuvieron en ERTE ¿Se mantuvo el empleo más allá del periodo de aplicación de los ERTE e, incluso más allá del período en el que se prohibieron los despidos de los trabajadores cubiertos? Por otro lado, ahora que si tenemos datos, podemos también contribuir a la literatura con evidencia del caso del mercado de trabajo español, que se ha caracterizado en realidad por aplicar un mecanismo mixto: el de instrumentos de protección y retención del empleo ERTE, aplicado extensivamente en algunos países europeo, y el de las recontrataciones, habitual en EEU.
No pretendo realizar aquí una evaluación científica rigurosa que pueda responder a estas cuestiones, solo describir unos hechos relativos a la dinámica de los ERTE, usando los datos de la EPA de flujos, es decir, los microdatos de la EPA que permiten seguir a los entrevistados a lo largo de las seis entrevistas que se les realiza durante seis trimestres consecutivos. Nos centramos en la comparación entre sus situaciones laborales pasados cuatro trimestres, es decir, entre las entrevistas 1 y 5, y, 2 y 6.
Según las estadísticas de la Seguridad Social, los trabajadores cubiertos por ERTE llegaron a sumar unos 3,4 millones de asalariados a finales de abril de 2020, esto es, un 24,2% de los afiliados al Régimen General de la Seguridad Social. En la EPA del segundo trimestre de 2020, 2,4 millones de asalariados no trabajaron o trabajaron menos horas de las habituales en la semana de referencia de la entrevista por estar en expedientes de regulación de empleo, y otros 1,4 millones no trabajaron o trabajaron menos horas debido a un paro parcial por motivos técnicos o económicos. En total, un 23,8% de los trabajadores por cuenta ajena estuvieron en alguna de estas situaciones a lo largo del trimestre. Dada la similitud entre ambas tasas de cobertura, probablemente ambos tipos de afectación en la EPA se refieran en realidad a los ERTE. Estas cifras se redujeron rápidamente aunque siguieron siendo especialmente elevadas hasta el primer trimestre del 2021 en el que la incidencia de los expedientes de regulación de empleo o del paro parcial alcanzaba aun cerca del 3%.
Tasas de retención de los trabajadores en ERTE y sin ERTE
Nos centramos primero en documentar cuáles son las situaciones laborales al año siguiente de los trabadores asalariados del sector privado que no trabajaron en la semana de referencia de la entrevista (en alguno de los cinco primeros trimestres de la pandemia (2020T1-2021T1)), por estar en un expediente de regulación de empleo.
Estos datos indican que cerca del 74% de los asalariados en ERTE durante el Estado de Alarma (2020T1 y T2) permanecían empleados en la misma empresa al año siguiente. Finalizado el Estado de Alarma, los que permanecieron en ERTE en los dos siguientes trimestres, tuvieron en promedio una menor permanencia relativa en la empresa y una mayor movilidad relativa hacia otras empresas al cabo de un año. Es posible que estos trabajadores estuvieran ya en unos ERTE de larga duración. En cualquier caso, los efectos composición, como el de la rama de actividad, han de ser considerables.
A medida que ampliamos la definición de ERTE incorporando primero los que han trabajado menos horas por estar en expediente de regulación de empleo, y a continuación, los que estaban en paro parcial (sin trabajar o trabajando menos horas), aumentan las tasas de permanencia de los trabajadores. En cualquier caso, estas tasas no llegan a la de los trabajadores que no estuvieron en ERTE
Tipos de contrato y retención de trabajadores
Según la EPA, en lo dos primeros trimestres del 2020, el 20% de los trabajadores cubiertos por ERTE de suspensión de contrato tenían un contrato temporal. Posteriormente, esta cuota se fue reduciendo hasta llegar al 10% en 2021T1. Esta evolución de la proporción de trabajadores temporales probablemente se deba a que en un inicio se esperaba que la pandemia fuera de muy corta duración (recuerden que el primer Estado de Alarma se aprobó para 15 días). El hecho, en cualquier caso, es que en promedio las diferencias en las tasas de retención posteriores de los trabajadores en ERTE y aquellos sin ERTE no se deben a los contratos temporales. Las diferencias entre las tasas de permanencia promedio de los empleados con contrato indefinido crecieron a lo largo del período analizado, llegando a 20 pp en el 2020T4. En el tercer trimestre de 2020, además, también se produce un importante efecto composición del sector hostelero con mayores tasas de temporalidad y menor retenciones.
Recontrataciones post-pandemia
Según la EPA, en el 2020T2 se redujo la ocupación en un millón de personas (en un trimestre en el que más suele crecer el empleo tanto fijo como temporal). El 65% de esta reducción neta de la ocupación se produjo en el empleo temporal. No obstante, en un país en el que, antes de la última reforma laboral, cerca de dos tercios de los contratos temporales eran recontrataciones de trabajadores en las mismas empresas para las que trabajaron previamente (aquí), este mecanismo también debe haber sido usado para recuperar a los trabajadores como alternativa al de retención vía ERTE.
El último gráfico muestra el porcentaje de trabajadores que perdieron su empleo en cada trimestre de la pandemia que se encontraban trabajando cuatro trimestres después en empresas en las que tuvieran una antigüedad inferior o superior al año. Se observa que el 30% los que dejaron su empleo durante el segundo trimestre de 2022, estaban en la misma empresa al año siguiente, el doble que en un trimestre similar de los años anteriores a la pandemia. En el resto de trimestres la tasa de recontratación fue algo menor, pero también fue alta en comparación con años anteriores.
Conclusiones
Los hechos estilizados presentados en esta entrada tienen unos límites claros y deberían ser objeto de un investigación rigurosa, con mejores datos y una metodología más adecuada. En primer lugar, existen importantes diferencias de composición entre los trabajadores en ERTE y los que no estuvieron en ERTE, por ejemplo, los ramas de actividad económica de las empresas. La EPA de flujos no permite una desagregación suficiente de las actividades y de las ocupaciones para intentar controlar estas diferencias. Por otra parte, se trata de una encuesta que sufre notables problemas de “attrition” que limitan la significativa de la muestra que se puede utilizar (los que estén en primera o segunda entrevista) y que ha sufrido la pandemia sobremanera para mantener el número de entrevistas consecutivas disponibles durante los primeros trimestres de la pandemia.
Los datos de afiliación a la Seguridad Social, en los que se pueda identificar a las trabajadores en ERTE evitarían estos problemas, y su cruce con los datos de la actividad económica de empresas, debería permitir realizar los estudios que se merecen la cuestiones que se documentan en esta entrada.