(de José Ignacio Conde-Ruiz, Florentino Felgueroso y José Ignacio García-Pérez)
La última reforma laboral incluyó un “nuevo” paquete de medidas para combatir la dualidad laboral entre trabajadores con contratos fijos y temporales. Una de las medidas estrella era incentivar el uso de los Contratos para el Fomento de la Contratación Indefinida (CFCI), es decir los contratos cuyas indemnizaciones por despido objetivo improcedente son de 33 días por año trabajado en la empresa. Hace pocas semanas, los Ministerios de Trabajo y Economía (aquí y aquí, página 8), apoyándose en la evolución de este tipo de contratos, llegaron a la conclusión de que habían dado en el clavo: “la reforma estaba dando sus frutos”.
El uso de los CFCI se trató de incentivar por dos vías: ampliando el colectivo con el que se pueden celebrar y clarificando la legislación para garantizar que el despido improcedente en este tipo de contratos sea efectivamente de 33 días y no de 45 días por año como ocurría antes de la reforma.
Los colectivos que se pueden “beneficiar” de este tipo de contrato pasaron a ser todos los trabajadores que lleven al menos un mes en paro, sea cual sea su edad y sexo (CFCI iniciales) y aquellos cuyo contrato temporal tenga una duración inferior a seis meses y se convirtiera en indefinido (CFCI conversiones). En este caso, se fijaron dos plazos: el 31 de diciembre de 2010 para aquellos que tuvieran un contrato en el momento de entrar en vigor la reforma (junio de 2010) y el 31 de diciembre de 2011, para los que lo firmaran con posterioridad.
En el Gráfico 1, se muestra lo rápido que se ha desinflado el globo. Con los últimos datos correspondientes a febrero de 2011, constatamos que el porcentaje de CFCI sobre el total de contratos indefinidos es ya similar al registrado antes de la reforma. Este porcentaje aumentó considerablemente hasta que se cumplió el primer plazo para las conversiones (31/12/2010), pero en dos meses hemos vuelto a la casilla de salida. Hay otro nuevo plazo (31/12/2011), y por eso es probable que haya un repunte hacia finales de año, de nuevo con las conversiones. Pero la ampliación del colectivo para los nuevos contratos no parece haber funcionado: el porcentaje de CFCI iniciales es aún menor que antes de la reforma.
En cualquier caso, para valorar el efecto de todo el paquete de medidas, el dato clave sigue siendo el porcentaje de contratos indefinidos sobre el total de contratos (y la tasa de temporalidad que nos da la EPA), y no parece haber diferencias entre “el antes” y “el después” de la reforma. Evidentemente, como dirían los aficionados del Madrid (y en especial uno de mis coautores :-)), “lo importante no es como se empieza, sino como se acaba”, pero, a estas alturas, ya poquitos se lo deben creer. Mas cuando medidas posteriores, como el proyecto de nuevo Reglamento para EREs, dan pasos hacia atrás en la clarificación de los despidos objetivos.
En un trabajo reciente, mostrábamos serias dudas sobre la eficacia real de este paquete de medidas para luchar contra la temporalidad (ya fueron probadas en el pasado sin demasiado éxito) y abogábamos de nuevo por que la reforma para ser efectiva, debería ser más innovadora, apostando por un contrato único para las nuevas contrataciones.
Junio de 2011 podría ser una fecha clave para realizar una nueva evaluación de esta reforma. Para entonces ya debería estar desarrollado otro ingrediente importante de esta reforma: la incorporación del modelo austriaco a la legislación contractual española. Será un buen momento para hacer balance e incorporar este fondo a la austriaca en un nuevo marco contractual, pues dar este paso adicional no tiene mucho sentido si se mantiene la dualidad laboral legal entre fijos y temporales.
Hay 1 comentarios
La verdad es casi nadie se puede sorprender por ello, Florentino. Seguro que tú tampoco te esperabas nada distinto.
Para empezar muy poca gente estudia el trabajo como actividad generadora de riqueza. Apenas unos pocos lo hacen y esos son expulsados rápidamente del sistema.
De vez en cuando es conveniente revisitar los conceptos y las variables fundamentales incluyendo el espíritu de las colectividades e incluso su semántica y sus creencias más o menos profundas que, invariablemente, están por detrás de algunas de las diferencias que en cuestiones económicas y laborales nos encontramos entre países y culturas.
No voy a aludir a Weber y su manida referencia a Lutero o a Calvino pero vale la pena recordar que en alemán se dice Beruf, vocación esforzada creadora de riqueza, (Arbeit es otra cosa de menor calidad humana y social) y que esa palabra se aplica a la agricultura y al trabajo del artesano. Lutero y Calvino simplemente la extienden a todo esfuerzo productivo que genera riqueza.
Curiosamente este es el mismo sentido de la definición física de Trabajo (Fuerza por Distancia por coseno de Alfa). El coseno de Alfa es fundamental porque es una medida crucial de la productividad del esfuerzo. Hasta tal punto que hay valores del coseno de Alfa que resultan en Trabajo nulo y negativo. Nosotros consideramos trabajo incluso aquel trabajo negativo, destructor de riqueza y lo hacemos porque paga impuestos y no cobra subsidios.
Nuestras métricas han sido desnaturalizadas para servir intereses bastardos y, como nada Nada es Gratis, resulta que tenemos lo que tenemos. Muchos "puestos" remunerados que destruyen riqueza y la capacidad de acceder a ella.
Saludos
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