La legislatura inició su andadura con la sospecha de que estabamos a la puerta de una nueva crisis. El empleo se había estancado y ya aumentaba el paro. La expectativa del gobierno era que la superaríamos rápidamente. No ha sido así. Los datos procedentes de la EPA han sido pésimos hasta última hora y este período acaba con un aumento de 2.8 millones personas desempleadas y una caída en el número de personas ocupadas de 2.25 millones.
La crisis está siendo desde luego más larga e intensa de lo que hubiéramos esperado cualquiera de nosotros y plantea nuevos retos para un nuevo gobierno. Sin embargo, sería mala estrategia obviar otros retos de empleo que ya teníamos pendientes antes de esta crisis. Hagamos balance.
Un empleado más de cada diez personas entre 15 y 64 años
Uno de los datos más dramáticos de esta crisis, el que se toma como referencia al tratar de lo mal que va España y para explicar el castigo que recibimos de los mercados, es nuestra tasa de paro. Esta no deja de subir, superando ya el 21% este último trimestre (21.52%). A falta de conocer cómo ha evolucionado este mismo indicador entre nuestros países vecinos, en el trimestre anterior, nuestra tasa de paro era algo más del doble que la media de zona euro y se situaba casi 13 puntos por encima de la Italiana, 11 pp por encima de la francesa o 4 pp por encima de la griega (los que más paro registran en esta área después de nosotros)
Pero, en ocasiones, los datos sobre tasas de paro no nos dejan ver el bosque. Hace tiempo que en distintos ámbitos preferimos utilizar otra medida: las tasas de empleo o el porcentaje de empleados en edad laboral. La propia UE tomó esta medida como referencia para analizar cómo evolucionan los mercados de trabajo y para fijar objetivos de “pleno empleo”. En la Agenda de Lisboa, por ejemplo, se situó la meta en un 70% de la población de 15 a 64 años.
La razón: la tasa de paro no sólo depende de cómo evolucione nuestro empleo, sino también de la actividad laboral. Esta es bien distinta por países, además de ser también muy sensible al ciclo. Por ejemplo, como se puede observar en el Gráfico 1, la explosión de la tasa de paro que se produjo al inicio de la legislatura se debió esencialmente a que el número de activos continuaba aumentando mientras la contratación ya se había estancado. En la segunda fase, todo lo contrario, la actividad se detiene y el paro sigue aumentando por la mala evolución del empleo.
Pues bien, nuestra tasa de empleo ha caído en picado desde el inicio de la crisis, hasta el 57.9% actual, después de haber alcanzado un máximo del 66% en el tercer trimestre del 2007. Ello nos vuelve a situar en valores similares a los alcanzados en el primer trimestre de 2002.
En el Gráfico 2, se presenta la evolución de las tasas de empleo para una muestra de países de la zona euro.
Observarán que a pesar de tener una tasa de paro que casi triplica la italiana, nuestra tasa de empleo aún es superior, a pesar de haber experimentado una destrucción de empleos mucho más intensa que en este país. O que antes de la crisis llegamos a superar a Francia, y que ahora la diferencia estaría “sólo” en 5 pp. O que, desde mediados de los años 90, seguíamos un avance imparable llegando a rozar las cifras de Alemania. Pero que, como en la fábula de la cigarra y la hormiga, mientras sucumbimos con esta crisis, en este país están muy probablemente disfrutando de las reformas que realizaron a tiempo, y que nosotros obviamos, entusiasmados por un crecimiento del empleo, aunque fuera de mala calidad. O que, de Holanda, además de una menor reticencia a reformar, también podemos extraer la lección de las ventajas de unos incentivos adecuados al tiempo parcial.
No será nada, nada fácil
En definitiva, para alcanzar los objetivos de pleno empleo de la UE fíjense que en realidad se trataría “sólo” de emplear a (algo más) de 1 persona de cada 10 en este tramo de edad. ¿A qué parece un reto más asumible que reducir la tasa de paro a la mitad? Pues bien, no se confundan, no será nada sencillo. En términos de creación neta de empleo, la diferencia con la situación actual y el “pleno empleo UE”, es de casi 4 millones de empleos (2,2 millones si queremos volver a la situación previa a la crisis). Y no será nada sencillo por varias razones:
Primero, y esta es la mala noticia de los datos de esta última EPA, la destrucción de empleo no parece haber cesado, no se trata sólo de que el ajuste en el sector de la construcción no haya finalizado, sino que seguimos perdiendo empleo en todos los grandes sectores de actividad.
En segundo lugar, el aumento del paro de larga duración sigue imparable: ya cerca de la mitad de los desempleados (un 49.3% en este último trimestre) lleva buscando empleo desde hace un año o más y una cuarta parte (un 25.6%) lo hacen desde hace dos años o más años, con la depreciación de capital humano acumulada y los problemas de empleabilidad que supone tal aumento de la duración del paro.
En tercer lugar, arrancamos con un 55% de parados que han alcanzado como mucho la ESO y sin mejora a la vista en el porcentaje de parados que recibieron algún curso de formación ocupacional o lo adquirieron en la reglada en este trimestre (sólo un 6,6% del total de desempleados).
En cuarto lugar, con un envejecimiento laboral galopante que no actúa a nuestro favor, los escasos avances en la formación continua a los trabajadores empleados aún pendiente de reformar y la caída de la población juvenil que no nos permitirá generar demasiado empleo en ocupaciones de técnicos y profesionales, necesarios para cambiar de modelo productivo y converger con nuestros vecinos. A no ser que la inmigración vuelva a tasas similares a las del período de bonanza, aunque esta vez para ocupar puestos de trabajo bien distintos. ¿Pero cómo vamos atraer a estos profesionales cuando otros países cómo Alemania tienen también problemas demográficos de parangón? ¿Con nuestros salarios? ¿Con nuestros contratos? Además, aumentaría aún más la población, y serán aún mayores los objetivos en términos de creación de empleo.
En quinto lugar, con una dispersión regional en tasas de empleo preocupante y que no parece haberse mejorado con esta crisis. Prácticamente todas las Comunidades Autónomas han visto reducirse dramáticamente sus tasas de empleo, incluso las que ya habían alcanzado el objetivo de la Agenda de Lisboa o estaban muy cerca, pero las más retrasadas en este indicador también están entre las que peor comportamiento han tenido en esta crisis.
Y lo más problemático, recordando una entrada reciente de Javier Andrés, no nos queda más que crear empleo de calidad para que no nos vuelva a suceder lo mismo, y resbalemos de nuevo por la rampa. Un nuevo modelo más productivo requerirá de mayor esfuerzo aún para generar algo de empleo. El reto de emplear a una persona más de cada diez, no será nada sencillo. Son muchas las reformas estructurales pendientes y largo será el período de espera para disfrutar de sus beneficios. Aún así, sería erróneo apostar sólo por medidas que pretendan crear empleo rápido y minimicen las pérdidas de voto pensando en la próxima legislatura. Esperemos que el próximo gobierno haya aprendido la lección.