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El mercado de trabajo en la Gran Recesión (II): los salarios y el efecto composición

Uno de los temas más recurrentes en este blog a lo largo de los dos últimos años  ha sido el aumento tan sorprendente de los salarios en el momento más intenso de esta crisis. Entre 2008 y 2009, mientras que el empleo recibía un serio batacazo, con una pérdida neta de cerca de 7%, los salarios reales medios aumentaban ni más ni menos que un 4.5%.

Pronto se abrió un debate sobre si este fenómeno se debía a que la crisis se estaba llevando por delante a cientos de miles de empleos con salarios bajos, principalmente temporales y del sector de la construcción, aumentando “artificialmente” los salarios medios  (el efecto composición). O, por lo contrario, era una evidencia de la rigidez de nuestro sistema de negociación colectiva que impedía a nuestras empresas proceder a ajustes salariales o internos para hacer frente las dificultades por las que estaban pasando  y que, por consecuente, era responsable de que la crisis tuviera una mayor incidencia aún sobre el empleo.


En este mismo blog, Samuel Bentolila mostró perfectamente en un par de entradas  (aquí y aquí) la correlación entre estos aumentos de salariales reales y los de las tarifas negociadas en los convenios colectivos.  El contra-ejemplo, nos lo dio el Reino Unido, un país con menor cobertura de la negociación colectiva, en el que los salarios se ajustaron muy pronto a la nueva situación. Pero incluso, como bien mostró Luis Garicano,  los salarios negociados también hicieron esta misma función en este país. 

 

Trabajos como los de Mario Izquierdo  y sus muchos coautores (por ejemplo, éste) también dejan a las claras las rigideces salariales que impone nuestro sistema de negociación colectiva y creo que este tema está bastante zanjado empíricamente (aunque volveré sobre él en una futura entrada). 

El efecto composición por su parte es una de las piezas centrales para mostrar que, contrariamente a lo que parecen mostrar los datos agregados, los salarios reales son más volátiles de lo que parecen y suelen ajustarse más al ciclo. En un trabajo básico,  Solon, Barsky y Parker mostraron que ello es debido a un sesgo de composición que da mayor peso a los trabajadores con menor cualificación durante las expansiones que durante las recesiones. 

Una forma directa de intentar aislar el efecto composición sobre la variación salarial agregada consiste en separar los emparejamientos entre trabajadores y empresas que sobreviven de un año para otro de los que se crean y se destruyen durante ese mismo período. Este es el ejercicio que os propongo en esta entrada. No se trata aquí de contraponer hipótesis, como que "toda la caída del empleo y el aumento del salario medio se deben a la burbuja inmobiliaria" versus "la destrucción de empleo sólo de debe a la rigidez salarial". De hecho, esta última también afecta al efecto composición. Simplemente trataremos de evaluar que parte del aumento salarial medio es atribuible a la destrucción de empleo y que parte al aumento salarial de los que no han perdido su puesto de trabajo, sabiendo que este último pudo haber afectado a la primera. Por otra parte, los salarios de los nuevas contrataciones también se pueden haber visto afectadas por la crisis, la tasa de contratación ha caído sustancialmente y con ello muy probablemente los salarios de reserva de nuestros parados. En un trabajo reciente para el caso español,  Jorge de la Roca  muestra que durante el período 1985-2005, los salarios de los trabajadores de nueva contratación fueron sustancialmente más volátiles que los de los trabajadores con más antigüedad en la empresa. 

Para nuestro ejercicio, al igual que en la primera entrada de esta serie, utilizaré los datos recientes del Panel de Datos de Muestras Continuas de Vidas Laborales de la Seguridad Social para el período 2005-2010.  Cuidado, no son datos sobre salarios sino sobre bases de cotización, que como bien saben están “capadas” por las cotizaciones máximas. Aunque existen varias formas de hacer frente a este problema (veáse por ejemplo, aquí o aquí), voy a proceder de forma muy rudimentaria y obviarlo. El problema afecta principalmente a entre un 8 y 10%, pero las variaciones salariales se siguen ajustando bastante bien a las de otras fuentes de datos, como se puede ver en el Gráfico 2. 

 

Para aislar el efecto composición, utilizaré un simple cálculo contable,  al alcance de todos, que permite descomponer (shift-share)  las tasas de variación de los salarios reales medios en tres partes (el álgebra se puede descargar aquí): 
La primera (A) se refiere  a la variación debida a cambios en los salarios de los emparejamientos entre trabajadores y empresas que sobreviven de un año para otro; la segunda (B) a las diferencias entre los salarios de los emparejamientos que se crean menos los que se destruyen durante el año, y finalmente, el  resto (C) puramente al efecto composición. En concreto, se trata aquí de la diferencia entre la tasa de contratación y la de separación multiplicada por la diferencia entre los salarios los que emparejamientos que se crean y los que se destruyen durante el período. 
Los resultados de este ejercicio se muestran en el Gráfico 3  

 

Pues bien, como se puede observar en este gráfico, tanto el aumento salarial de los emparejamientos que se mantuvieron (A) como el propio efecto composición (C) contribuyeron casi por igual en el aumento de los salariales reales cuando la crisis alcanzó su máxima intensidad, entre los años 2008 y 2009, aunque el primero ha sido más duradero. Por otra parte, otro hecho que se suele obviar es que el efecto composición al igual que puede explicar en parte el  aumento salarial durante el momento de mayor impacto de la crisis, también estaría en el comportamiento más moderado de la media salarial en la época pre-crisis, en contraposición esta vez, a los aumentos salariales de los emparejamientos que se mantienen en el tiempo. Y otro efecto que también se suele olvidar en el debate, es que en un momento como el actual, con una tasa de contratación tan baja, los salarios que están dispuestos a aceptar los parados también son menores, pudiendo quizás también explicar la caída del segundo término (B) desde el inicio de la crisis.