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1,7 millones de estudiantes universitarios: ¿son demasiados? (I) Bolonia

 Muy probablemente el curso que viene alcancemos los 1,7 millones de estudiantes universitarios, superando las cifras máximas del curso 1999/2000. El número de alumnos en los nuevos grados y master va viento en popa y el de titulados universitarios también ha crecido rápidamente, batiendo nuevos records. 

 Las explicaciones más plausibles de este aumento están en la desaceleración de la caída de la población juvenil y la crisis que ha aumentado la tasa de escolaridad en todo los niveles educativos.

Hace un tiempo, Samuel, Sergi, Luis y yo, hicimos una serie de entradas sobre si “merece la pena estudiar” (las encontrarán “rescatadas” en la nueva serie de Apuntes de Fedea – a la que apenas hemos dado aún publicidad- aquí, aquí y aquí). Nuestra conclusión era, evidentemente, que sí. A pesar de todos los problemas de precariedad laboral y desajuste, podíamos concluir que  ir a la universidad resulta rentable para quién decide hacerlo. Dicho de otro modo, el que no tenga estudios universitarios le va peor, a larga y, en media. Pero ello no quiere decir que con otro modelo educativo y un mercado de trabajo más eficientes,  a muchos de los hoy titulados no les iría igual de bien, o incluso mejor, si tuvieran estudios de un nivel inferior. Ni que incluso siendo universitarios tenga la necesidad estudiar tantos años.

Uno de los indicadores que documentamos en la serie antes mencionada es el problema del subempleo (o sobre-educación) de los titulados universitarios. Los datos recientes de la submuestra anual de la EPA del 2011 nos recuerdan que su “suerte” en cuanto a empleo y ajuste ocupacional no es muy boyante, por lo general, y sobre todo (y está es una información única que nos ofrece esta fuente de datos) es muy dispar según el tipo de carreras universitarias.

En la Tabla 1 se presenta la distribución de la población no estudiante en función de que esté empleada o no, y si lo está en qué tipo de ocupaciones.

Como podrán observar, existe una clara relación positiva entre estar empleado y nivel educativo, así como una asignación lógica de los que más estudios tienen a las ocupaciones que requieren de mayor cualificación.  Hasta aquí, nada que no pudiéramos esperar.

La información más útil es que entre los 3,2 millones de titulados universitarios superiores (o de grado),  el 29%  trabajarían como profesionales en una ocupación relacionada directamente con su materia de conocimiento y otro 8% como directivos (en muchos casos en sectores relacionados con sus estudios). Otro 8.5% se dedicaría a otros empleos de profesionales (que bien pueden estar relacionados con casos de dobles carreras o master o doctorados en sectores distintos de los estudios de primer y segundo ciclo). Finalmente, algo más de un 2% se dedicaría a la enseñanza universitaria (o superior no FP), y otro 8% a otras enseñanzas. En definitiva, el resto de los empleados, un 25% se dedicaría a otros empleos como personal profesional de apoyo, empleados de oficina y empleo en los servicios, esencialmente.  

Quiere esto decir que la mayoría de los jóvenes que decidieron hacer la carrera universitaria con la ilusión de llegar a ser médicos, ingenieros, arquitectos, economistas, periodistas, abogados, biólogos, químicos, maestros o profesores universitarios o, incluso, investigadores  🙁 , o que esta formación le permitiera algún día incluso llegar a ser directivo o le ayude a crear su propia empresa se tuvieron que encontrar con una realidad tozuda. Sólo una parte más bien pequeña  lo consigue, al menos en territorio nacional.

Descargando esta tabla encontrarán esta misma información para los titulados universitarios superiores por sectores de conocimiento.  Como podrán observar, corren malos tiempos en términos de empleo para los titulados en Artes y Humanidades (aunque estos de forma crónica), para los Biólogos y Periodistas, y claro, para los Arquitectos, todos ellos con un porcentaje de no empleados superior al 23%. Aunque no es que la situación sea mucho mejor para el resto.

Por ejemplo, sólo un 2% de los Matemáticos y Estadísticos trabajarían como tales, frente a un 30% en la enseñanza no universitaria; sólo un 37% de los economistas ejercerían como profesionales  de su materia  o como directivos, por un 36% como profesionales de apoyo, empleados de oficina o incluso de los servicios; cifras muy similares se dan entre los titulados en Derecho o los licenciados en Periodismo y CC de la Información. Incluso a los que les va mejor, los profesionales superiores de la salud, un 30% se dedica a otra cosa o no está empleado.

Pero si nos vamos a los casi 2,7 millones de diplomados, las cosas no están mucho mejor. Por ejemplo, sólo un 52% de los titulados en magisterio u otros titulados de primer ciclo en materias relacionadas con las Ciencias de la Educación está trabajando en la enseñanza (o como directivos).

 Reflexiones

El tema del desajuste de cualificaciones no preocupa sólo aquí, ha sido ampliamente tratado en la literatura económica (véase por ejemplo esta extensa y reciente revisión de Quintini), tanto desde un punto de vista teórico, como en las formas de medirla y en las estimaciones  de sus determinantes.  En la segunda parte de esta entrada haremos una discusión de la misma y aportaremos nuevos datos sobre la comparación entre España y otros países europeos, para intentar entender si lo que nos ocurre es realmente tan específico.

Mientras, dejo aquí un par de reflexiones. El desajuste de cualificaciones es un problema serio que no debería quedarse simplemente en su medición y contemplación, sino se debería abordar definitivamente. Sería un drama que se realizaran recortes educativos sin ton ni son,  sabiendo que parte del gasto en educación resulta al final como una inversión en sobre-cualificación suponiendo un coste importante para la sociedad. Si uno de los principios por los que se debería regir el ajuste presupuestario es el de la eficiencia, probablemente convendría replantearse, por ejemplo y si aún estamos a tiempo, si la peculiar adaptación de nuestro sistema a Bolonia ha sido la más correcta.

Las diplomaturas de tres cursos se han convertido en grados de cuatro, prolongando los años de estudio de quienes sólo iban a alcanzar este nivel educativo. En este contexto, además, lo más probable es que quienes se contentaban con una licenciatura, prolonguen también sus estudios con un master con el objetivo de diferenciarse y dar una señal adicional en el mercado de trabajo. En definitiva, el número de alumnos matriculados, y por lo tanto, los costes de la inversión en estudios universitarios, deberían seguir creciendo en los próximos años al margen y en interacción con la demografía y la crisis.  Este fenómeno aumentará muy probablemente la sobre-educación, ya no sólo medida por títulos, sino por número de años de estudio.

Para explicarlo mejor, permitánme que acabe con una breve descripción de la situación que estamos viviendo directamente en mi facultad y en mi departamento, en particular (y que imagino que compartimos con otros muchos a lo largo de toda la geografía española). En la Universidad de Oviedo,  tenemos varios campus distribuidos por toda la región, aunque aquí estén básicamente concentrados en Oviedo y Gijón, que como bien saben están separadas sólo por unos 30 km. Antes de Bolonia, se impartían dos licenciaturas en Oviedo (ADE y Economía) cada una de cuatro cursos, y 6 diplomaturas de 3 cursos (Empresariales en Gijón y Oviedo, GAP en Gijón y Oviedo, Relaciones Laborales en Oviedo y Trabajo Social en Gijón).

Con Bolonia, la diplomaturas se convirtieron en grados (de 4 cursos): las de Empresariales cambiando de nombre (Contabilidad y Finanzas en Oviedo, Comercio y Marketing en Gijón), la de GAP de Gijón  (la de Oviedo murió por inanición) y las otras dos como Relaciones Laborales (tanto en  Gijón como en Oviedo).  Así llegamos a los cerca de 2.500 grados a los que se refería recientemente nuestro Ministro.

Al contrario de lo que esperábamos, con Bolonia no hemos acabado con la masificación en la aulas, todo lo contrario, y hemos juntado alumnos de diplomaturas con licenciaturas. Como consecuencia (aunque no sea la única causa…), las notas y las tasas de repetición en los primeros cursos (en micro y macro, que son las que conozco) son espectaculares, aumentando aún más la masificación.  Pero a pesar de ello, no hay forma de establecer un númerus clausus con una nota de corte razonable. La razón esgrimida es que generaría “alarma social”. Pero ya se sabe, “el que vale, vale, y el que no pa ADE” …