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¿Empresarios o funcionarios?

Últimamente se han levantado varias voces que piden reducir el número de funcionarios y  privatizar los servicios públicos (véanse por ejemplo 1 y 2). Estas consideraciones entran dentro de la lógica del momento, aligerar el gasto público pasaría por reducir el empleo público.  Con esta crisis, nuestro mercado de trabajo ha pasado ya unos cuantos umbrales. Uno de ellos es que ya tenemos más empleados públicos que empresarios.

¿Pero, dadas las restricciones presupuestarias actuales (que no permiten aliviar la presión fiscal a las empresas o destinar más ayudas a su creación), reducir el tamaño del empleo público permitiría realmente crear más empresas y generar más empleo?

 

Según la Encuesta de Población Activa, en la actualidad tenemos cerca de 3.2 millones de empleados públicos, el doble que a principios de los años 70. Esta cifra no ha parado de crecer  en los últimos 35 años. En  la actualidad, supone un 17.1% del empleo total y un 10% de la población de 16 a 64 años. Por el contrario, el número de empresarios sólo han aumentado  9% en este mismo período. Uno de los misterios aún por explicar es porqué se ha mantenido tan estable su peso sobre la población potencialmente activa, entre un 10 y un 11%, aunque en estos momentos de crisis haya caído hasta un 9%.

Pero, ¿qué significado tiene el hecho de que tengamos ya más empleados públicos que  empresarios? ¿Están ambas medidas relacionadas? Intentar responder a esta pregunta será el objetivo de esta entrada que dividiré en dos partes. La relación podría venir de varias fuentes. En primer lugar, una economía con demasiados empleados públicos estaría desviando recursos del sector privado al público, limitando la creación de empresas. Además de la consecución de nuevos recursos públicos, esta sería la principal motivación de la privatización. Para hacer el balance deberíamos plantearnos cuáles son sus efectos netos sobre el empleo y sobre la calidad de los servicios. Es esta una vía difícil de tratar y demasiado sometida a juicios de valor en los que no deseo entrar, aún con la que está cayendo. En cualquier caso, y en comparación con otros países europeos, el tamaño de cada uno de los sectores en los que interviene tradicionalmente el sector público (las Administraciones Públicas, la Sanidad y la Educación) es aún relativamente pequeño. En particular, tal como mostramos en una entrada anterior, es en estos dos últimos sectores en los que aún tenemos un enorme déficit de empleo en comparación con otros países de la UE15 y por los que deberá pasar muy probablemente el “cambio de modelo productivo”.

En segundo lugar, está el hecho que una economía con un sector público importante pueda estar absorbiendo gran parte de la población más educada y aquella con más talento para crear empresas. Este efecto marca la posible relación entre educación, espíritu empresarial, y tamaño del sector público.

En el Gráfico 2, se muestra la proporción de empresarios (empleadores a la izquierda y autónomos sin asalariados a la derecha) en una muestra de países de la UE15. Como se puede observar, los cuatros países PIGS compartimos algo en común: tenemos más empresarios con un nivel educativo bajo (equivalente a ESO o menos) que empresarios con un nivel educativo superior (titulación universitaria o una formación profesional de grado superior). Todo lo contrario que el resto de países de la UE15.

De hecho, estos países también comparten otro hecho en común: en el caso de que se pudiera elegir, su población elegiría el autoempleo (véanse las páginas 14 y 15 del informe “Entrepreneurship in the EU and beyond” ).  La evolución de este indicador en el período 2000-2009 muestra que en los PIIGS (incluida esta vez Irlanda), las preferencias por el autoempleo son mayores que la de ser empleado, todo lo contrario que en la gran mayoría de los 36 países que forman parte de la muestra. En España desde el año 2007, habría cambiado esta situación, preferimos ser empleados, aunque el cambio esté muy probablemente relacionado con el impacto de la crisis económica sobre el empleo (es el país en el que una mayor parte de la población arguye como motivo para no iniciar una aventura empresarial el profundo deterioro de la economía).

¿Pero qué relación podría haber además entre ser empresario y el tamaño de los sectores en los que interviene tradicionalmente el sector público? Los gráficos 3a y 3b muestran una posible relación negativa entre el porcentaje de personas de 15 a 64 años empleadores o autónomos y el de personas empleadas en la Administración Pública, el sector educativo y el de la sanidad y servicios sociales. De nuevo, si estos dos últimos sectores tuvieran en España el peso que tienen en otros países, especialmente en los escandinavos, muy problablemente disminuiría la proporción de empresarios. También existen un par de países que alcanzan una elevada proporción de empresarios que además generan empleo entre la población más educada: Alemania y Austria. Como es bien sabido, estos países tienen un sistema educativo dual en el que prima la formación  profesional, y en los que la población se queda habitualmente con un nivel educativo intermedio, sin necesidad de pasar por la universidad. En este modelo más ordenado o jerarquizado, son los titulados superiores los que acaban convirtiéndose en mayor medida en empresarios.

 

En definitiva, surge la duda de que el nuevo modelo productivo basado en un cambio sectorial traiga una mayor proporción de empresarios y una menor necesidad de empleados públicos. La nuevos técnicos y profesionales surgidos de las universidades y de la formación profesional, probablemente encuentren sus empleos en sectores que tradicionalmente han sido copados por el empleo público.

Evidentemente, existen otros  motivos y determinantes para preferir convertirse en funcionario en lugar de empresario. Entre ellos, la estabilidad en el empleo, y por lo tanto la regulación en materia laboral. Pero este tema, lo dejamos para la segunda parte de esta entrada.