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La imparable segmentación de nuestro mercado de trabajo

(de Juan José Dolado y Florentino Felgueroso)

Ayer sábado, publicamos en EL PAÍS  un breve análisis de los últimos datos de la EPA para el primer trimestre de 2011. Una de nuestras principales conclusiones era que, con esta crisis, la segmentación de nuestro mercado de trabajo se está agudizando: a la persistente dualidad entre trabajadores con contratos indefinidos y temporales, se suma otra división creciente, y quizás aún más dañina, entre personas con y sin oportunidades de empleo. Con esta entrada queremos completar los argumentos esgrimidos en dicho artículo de prensa.

 Centrémonos en cómo está evolucionando la segmentación laboral durante la Gran Recesión en función del grado de inclusión y exclusión en el mercado laboral. Para ello, proponemos un método sencillo que podríamos denominar “el semáforo laboral” por la gama de colores empleada, dejando por un momento de lado aquellas otras  medidas tradicionales - como la tasa de paro, actividad o temporalidad. La razón es que estas medidas llevan a la confusión por tener denominadores diferentes que también difieren en su comportamiento  durante esta crisis. A cambio, consideremos a toda la población de personas con edades comprendidas entre 16 a 64 años y clasifiquémosla en cinco grupos, según su relación con el mercado de trabajo, ordenando los grupos de mayor a menor grado de integración en el mismo.  

En primer lugar, estaría el segmento 1 (incluidos de primer grado), donde se encuentran los trabajadores, asalariados y autónomos, a los que se puede considerar firmemente establecidos en el mercado laboral. El segmento 2 (incluidos de segundo grado) incluye trabajadores que no disfrutan de un puesto de trabajo estable, pero se encuentran integrados en el circuito de empleos ya sea trabajando, aunque sea de forma intermitente, en empleos de baja calidad y salarios reducidos, o incluso en desempleo pero con una experiencia reciente. La temporalidad conlleva la rotación forzosa y, como en el conocido juego de las sillas, en cada encuesta unos trabajadores salen en la foto al estar  empleados en ese momento mientras que otros no salen pero están a la espera de otro empleo, aunque sea temporal, de manera que aún no han experimentado una depreciación excesiva de su capital humano debido al desempleo.  El segmento 3 (excluidos de tercer grado) lo integran aquellos que buscan empleo de forma activa pero carecen de experiencia laboral reciente, de forma que están fuera del circuito o todavía no han entrado. El segmento 4 (excluidos de segundo grado) está compuesto tanto por personas inactivas que  desean trabajar pero no buscan empleo de forma activa como por aquellas que se preparan para ser activas (principalmente, estudiantes). Por último, el segmento 5 (excluidos de primer grado) está integrado por aquellas personas inactivas que  no desean trabajar.

No resulta posible encuadrar exactamente a cada persona en cada uno de estos colectivos. Sin embargo, con la información disponible en la EPA, podemos realizar  una aproximación, tal como se detalla en el Cuadro 1.

Cuadro 1: Segmentación del mercado de trabajo: definiciones

Esta clasificación resulta ser especialmente útil para evaluar las transiciones entre situaciones laborales desde diferentes perspectivas: si son ascendentes o descendentes en esta escala, si se realizan entre segmentos cercanos o alejados, y cómo han ido evolucionando a lo largo de esta crisis.  Cuantas más personas estén en los segmentos superiores, más cerca estaríamos de cumplir los objetivos del pleno empleo, de calidad y de inclusión social mediante la integración laboral.  Asimismo, ésta clasificación también  puede usarse para evaluar los efectos de las políticas activas de empleo y de la regulación laboral. Las primeras deberían estar orientadas a facilitar las transiciones hacia arriba y evitar las caídas hacia abajo. La segunda debería evitar las barreras a la entrada hacia los segmentos superiores y eliminar trampas que acaben generando caídas hacia segmentos inferiores.  

Pues bien, en el Gráfico 1 se muestra la evolución de la segmentación del mercado de trabajo utilizando las definiciones anteriores entre la población de 16 a 64 años para el período 2005-2011 (1º trimestre). Prácticamente, todos los segmentos han experimentado algún cambio. No obstante, los más sustanciales (aquellos que caracterizan la crisis) tienen lugar en los segmentos 2 y 3: la reducción del tamaño del sector 2 o de empleos temporales (subsegmento 21) que repercutió primero en el paro de corta duración (subsegmento 24) y, a continuación, en un aumento considerable del paro de larga duración (subgmento 31). Es decir, en una primera fase de la crisis, la bulimia del mercado de trabajo español, generada por la perversa dualidad laboral entre trabajadores fijos y temporales, no ha tenido efectos sobre el tamaño agregado de los segmentos. Sin embargo, en una segunda fase, con el alargamiento de la crisis,  dicha  bulimia viene produciendo una nueva segmentación entre aquellos trabajadores que aún se mantienen en el circuito de empleos secundarios y los que han pasado a engrosar el paro de larga duración.  

Esta interpretación de las causas de los cambios en la segmentación laboral de nuestra población se confirma cuando abandonamos el análisis estático y procedemos a analizar las transiciones interanuales entre segmentos. Por brevedad, en el Gráfico 2 se muestran dichas transiciones entre segmentos agregados (1 a 5).

 No se observan cambios sustanciales en las transiciones desde el S1 (incluidos de primer grado), pero si desde S2 (incluidos de segundo grado) y S3 (excluidos de tercer grado). Así, mientras que las tasas de permanencia en S2 prácticamente no han sufrido alteraciones con esta crisis, se reducen las tasas de conversiones de S2 a S1, tanto de parados de corta duración como de temporales a indefinidos, acelerando el paso de la inclusión hacia la exclusión (de S2 a S3). Adicionalmente, sigue aumentando progresivamente la permanencia en S3  hasta alcanzar ya casi al 50%, a la vez que casi no se recupera la transición de S3 a S2, después de una considerable caída tras la crisis.

En definitiva, la crisis se ha cebado sobre las personas integrantes del segmento 2. Un parte de este colectivo aún permanece en este segmento, transitando entre situaciones de paro y temporalidad, pero el resto ha ido a engrosar las filas del paro de larga duración. En cualquier caso, la entrada hacia el segmento 1 se ha ido bloqueando y la reforma laboral de 2010 no ha servido para invertir esta situación.

 A la vista de este análisis, no cabe más que insistir en que se culminen las reformas pendientes y que se reconsideren aquellas que no han sido acertadas. Entre otras, las que ya venimos reclamando de forma persistente en este blog. El contrato único sería la forma más sencilla de eliminar las barreras que impone la legislación contractual para el paso de S2 a S1. La reforma de la negociación colectiva, además de permitir aflorar parte del empleo sumergido de forma bastante más eficaz que el Plan aprobado este viernes por el gobierno, también debería aumentar el tamaño de S1 a costa de S2 y S3. Las políticas activas deben definitivamente mejorar su eficacia para que nuestros desempleados no se queden estancados en S3, o peor aún, caigan a S5. En resumen, dichas reformas, lejos de atentar contra los derechos de la clase trabajadora, suponen una defensa de la misma. Ignorarlas, aparte de un suicidio político, conlleva un elevado riesgo de que la larga espera de la ansiada recuperación sea aún más larga y penosa.