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Fuga de cerebros:¿de la leyenda urbana al drama social?

de Juan J. Dolado y Florentino Felgueroso

Tras más de dos décadas siendo positivo, el saldo migratorio exterior se tornó negativo en 2011. Por primera vez, los flujos de salida de extranjeros superaron los de entrada (en unas 30 mil personas). El otro hecho preocupante es que el saldo migratorio negativo de los nacionales se ha multiplicado por 10 (unas 20 mil personas).

Para nuestras autoridades, no cabría preocuparse aún. La salida de jóvenes en búsqueda de oportunidades profesionales sería “menos de la sexta parte” del dato oficial. Una parte sustancial de los nuevos emigrantes serían, en realidad, extranjeros que adquirieron la nacionalidad española y ahora vuelven a sus países de origen. Es decir, la salida de trabajadores altamente cualificados, a consecuencia de la crisis económica, no superaría la categoría de leyenda urbana.  

La escasa movilidad de nuestra población con educación superior

A falta de datos más detallados sobre flujos migratorios (por edades, país de nacimiento y niveles educativos), resulta difícil hablar aún de fuga de masiva de talentos. Hasta ahora, frente al tipo de ajuste que sería esperable con tanto paro y en un área de moneda única, los datos parecen indicar  una escasa movilidad, incluso entre los titulados universitarios.

Por una parte, la movilidad regional de los residentes en España, es realmente muy baja: según la EPA, el 91% de los titulados universitarios de 25 a 34 años, residiría aún en la Comunidad Autónoma de nacimiento, datos que no parecen haber cambiado con la crisis. Por otra parte, según la Encuesta sobre Recursos Humanos en Ciencias y Tecnología (ERHCT) realizada en 2010, sólo un 13% de quienes obtuvieron el titulo de doctor entre los años 2000 y 2009, tenía previsto irse fuera. Además, entre estos, tres cuartas partes lo harían  por motivos académicos, para finalizar los estudios, o por razones personales, no por motivos laborales. Debe, no obstante, señalarse que tanto la EPA como la ERHCT no entrevistan a los titulados universitarios que ya residen fuera de nuestro país.

La magnitud potencial del problema

EURES, el portal de empleo europeo, nos ofrece información más detallada sobre la magnitud potencial del problema. En la actualidad, este servicio de búsqueda de empleo tiene registradas cerca de 1,4 millones de vacantes de 31 países. España sólo ofrece un 0.15% del total vacantes, pero ocupa el primer lugar entre los solicitantes de empleo (unos 200 mil, casi una cuarta parte del total!).  Este desequilibrio  no se debe a que nuestras empresas no usen EURES, pues ocupan el tercer lugar del total de las registradas en dicho portal.     

Cómo puede observarse en el Gráfico 1, España y sus compañeros inseparables durante esta crisis (Italia, Grecia y Portugal) copan los solicitantes de empleo con un 49% y sólo ofrecen un 4,5% de las vacantes totales. Por el contrario,  Alemania y el Reino Unido ofrecen el 61.5% de los vacantes sin llegar a alcanzar el 8% de los solicitantes.

Los países con mayores excesos de vacantes sobre el número de solicitantes ofrecen todo tipo de trabajos, pero destacan sobre todo en las ocupaciones más cualificadas. Por ejemplo, la base de datos tiene unas 130 mil vacantes para profesionales (o titulados con estudios superiores), el 40% de las cuales procede de Alemania, y un 17% del Reino Unido. En especial, unas 36 mil corresponderían a profesionales altamente cualificados de la informática (36 y 32% de Alemania y Reino Unido, respectivamente), otras 37 mil para ingenieros (63% sólo de Alemania) y unas 14 mil para médicos y profesionales afines (el 42,5% del Reino Unido).  Eran, además y precisamente, estos dos países hacia los que más se movían los emigrantes con nacionalidad española antes de la crisis. Y las noticias de las que disponemos son que esta emigración se habría recrudecido desde entonces (véase por ejemplo aquí y aquí)

Los desequilibrios demográficos y  la demanda de profesionales

Con estos datos, el temor a que la fuga de cerebros deje de ser una leyenda urbana para convertirse en drama social se fundamenta en los cambios demográficos que se producirán en esta década, tanto en España, como en estos países que están demandando profesionales de forma masiva, y si, como cabe esperar, nuestras tasas de paro se siguen manteniendo persistentemente altas en el medio plazo. 

Como hemos comentado en otra entrada, estos cambios se están produciendo muy rápidamente. Por ejemplo, en un escenario sin inmigración, la población alemana en edades intermedias (40-49), las más productivas, caería en esta década entre un 25 y un 30%, mientras que  la que tiene que ser relevada (55-64) crecería en un 33%. El Reino Unido también experimentará cambios demográficos en la misma dirección, aunque de forma menos intensa.  Pero es que además, estos países nos llevan un adelanto de unos cuantos lustros en el cambio de modelo productivo, por lo que una parte sustancial de los relevos que se producirán por jubilación serán precisamente de profesionales. En Alemania, una tercera parte de los mismos ya tiene 50 o más años. Todo ello nos permite explicar por qué estos países se encuentran a la cabeza de los demandantes de personal de alta cualificación.

La calidad de los empleos

Finalmente, nos diferenciamos de otros países no sólo en cantidad, sino en calidad, en las condiciones laborales y especialmente en los tipos de contratos ofertados. En EURES, el 85% de las vacantes alemanas tiene asociado un contrato indefinido (un 99% en el Reino Unido), por sólo un 31% en España.

La salida de nuestros titulados superiores no es en realidad un fenómeno nuevo. En épocas de bonanza, ya existía  el llamado fenómeno de la “vendimia”: al igual que los vendimiadores españoles tradicionalmente se van a Francia y nuestra uva la recogen vendimiadores de otras latitudes, miles de médicos españoles ejercían por toda Europa (aquí o aquí), mientras aquí contratábamos a médicos polacos y latinoamericanos. Ello se explica porque se trata de una profesión donde, pese a tener la mayor nota de corte en el examen de selectividad y, por tanto, atraer a muchos de nuestros mejores y más motivados alumnos,  el número de contratos por persona  superaba hasta hace poco al de los peones de la construcción, fruto del corporativismo extremo de los colegios médicos profesionales.

Conclusiones

A corto plazo, la emigración puede ser beneficiosa para buena parte de nuestros titulados. Como decía Antonio Cabrales en una entrada de hace ya casi un par de años: “Nuestros mejores jóvenes tienen que marcharse, adquirir todos los contactos que puedan, el capital físico y humano. Con suerte en una década les entrará la nostalgia y los tendremos otra vez por aquí revolucionando el país”.

Los que se van obtendrán mejores sueldos y empleos que los puedan conseguir  aquí y, vía remesas, beneficiarán a nuestro país (como ocurrió en los sesenta). El problema es cuando las remesas se evaporan porque la emigración transitoria se convierte en exilio. Entonces, es cuando tendremos que recordar también, como hizo Antonio en otra entrada, que “el futuro de la educación depende de las pensiones”,  y viceversa.

Por otro lado, la fuga masiva de cerebros dificultaría sobremanera el deseable cambio de modelo productivo mediante un sustancial aumento en la oferta de ocupaciones cualificadas ahora deficitarias. Por ello, evitar que la leyenda urbana se convierta en drama social exige mejorar las condiciones laborales, acabando definitivamente con la perniciosa dualidad imperante en nuestro mercado de trabajo y las barreras a la competencia en el mercado de bienes y servicios. La emigración no deja de ser una de las varias vías de ajuste antes shocks asimétricos en la zona euro.

Una versión reducida de esta entrada ha sido publicada el martes 20 de marzo en El País en su serie "Nimileuristas"