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Una "Teoría de la Historia" (2)

Continúo con mi comentario del  vídeo de Paul Romer  "Una Teoría de la Historia con una Aplicación". que empecé en mi post del 19 de agosto. Decíamos que Romer explicaba el desarrollo de la humanidad como un resultado del progreso técnico que ha posibilitado un crecimiento espectacular de la población mundial y, lo que es todavía más  difícil, de la renta per cápita mundial.  Cuantitativamente, entre 1820 y 2001 la población mundial se ha multiplicado por seis (hemos pasado de ser 1.042 millones de personas a 6.149 millones) y el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita se ha multiplicado por diez (de 675 USD de 1990 en PPP a 6,149 USD).  Por lo tanto, el PIB mundial se ha multiplicado nada menos que por 60 en tan sólo 180 años.  El otro día veíamos que el progreso tecnológico ha sido una de las condiciones necesarias para que se haya producido ese crecimiento tan portentoso.  Pero no era suficiente.

Además, nos dice Paul Romer, hacía falta un desarrollo adecuado de la regulación.  Entendiendo por regulación cualquier forma de reestructurar las relaciones entre las personas.  Por ejemplo, el derecho a la propiedad es esencialmente irrelevante en las sociedades de cazadores y recolectores.  Pero se convierte en fundamental en cuanto el progreso técnico permite los cultivos y la ganadería estante. La regulación de las patentes y la de la propiedad del conocimiento científico son otros dos ejemplos de normas que juegan un papel determinante en la creación y en la diseminación de las tecnologías —o, lo que es lo mismo, de las ideas y de los descubrimientos.  Las patentes permiten a sus titulares beneficiarse económicamente de los descubrimientos técnicos, y crean los incentivos necesarios para que éstos se produzcan (véase por ejemplo el apasionante “Longitude: The True Story of a Lone Genius Who Solved the Greatest Scientific Problem of His Time” de Dava Sobel).  Pero limitan la imitación y la diseminación de las tecnologías.  En cambio, los descubrimientos científicos se publican en cuanto se producen.  Los investigadores renuncian a  beneficiarse directamente de ellos y, a cambio, las comunidades científicas les recompensan mediante el reconocimiento, becando la investigación, y concediendo a los investigadores puestos de trabajo vitalicios.  Además, las normas son fundamentales para gestionar las externalidades negativas del progreso técnico y del aumento de la densidad de la población. Por ejemplo, sin regulación los avances en las tecnologías pesqueras acabarían con la pesca,  y sin normas de tráfico, la circulación en las ciudades sería completamente caótica (véase el no menos apasionante “Asterix:  La Vuelta a la Galia” de René Goscinny y Albert Uderzo, página 13).

Por lo tanto la Teoría de la Historia que propone  Romer es el resultado de la interacción entre la evolución de la tecnología y la evolución de la regulación.  La evolución de la regulación se basa en cuatro elementos fundamentales:  libertad de entrada, imitación, competencia, y reasignaciones de recursos.  Quizás la forma más fácil de entender esta idea es pensando en el mundo de las empresas y entendiendo a las empresas como organizaciones o, dicho en otras palabras, como conjuntos de normas que se plasman en un plan de negocio y que describen la forma de llevarlo a cabo.  El ejemplo que propone Romer es la evolución del ordenador personal (el lector interesado en los detalles puede consultar el fascinante  “Triumph of the Nerds: The Rise of Accidental Empires” de Robert X. Cringely).  Wang desarrolló uno los primeros procesadores de texto.  Pero la libertad de entrada permitió que otras empresas hicieran las cosas de otra manera.  Por ejemplo, Apple e IBM idearon la forma de llevar los ordenadores personales a las empresa y a los hogares. De paso, se aprovecharon de las ideas de Wang o directamente las copiaron.  La competencia permitió que las ideas originales se depurearan y se desarrollaran. Wang no fue capaz de sobrevivir en este entorno competitivo, y sus recursos —los ingenieros que estaban en su nómina y las patentes de su propiedad— pasaron a otras empresas del sector más eficientes.

El último paso en la propuesta de Romer consiste en trasladar al ámbito de los países la lógica que hemos usado en el ejemplo anterior para las empresas.  Así, la Aplicación que nos propone para su “Teoría de la Historia” es el problema del Desarrollo Económico, y será objeto de un próximo post…