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Rendimientos crecientes en población y transiciones demográficas

A día de hoy, la población mundial es de alrededor de 7.600 millones. El crecimiento de la población se aceleró después la Revolución Industrial y sigue creciendo a ritmo bastante constante desde 1950. Las predicciones para los próximos 50 o 100 años siguen apuntando a un crecimiento parecido, como puede verse en el siguiente gráfico que, además muestra que casi todo el crecimiento reciente de la población ha tenido lugar y va a seguir ocurriendo en los países menos desarrollados.

Determinar si este aumento de la población mundial es bueno o malo es una vieja pregunta que economistas, sociólogos y otros científicos han tratado de responder. Desde un punto de vista económico, una razón por la que mayor población reduce el crecimiento económico es el esgrimido por el filósofo Robert Malthus. El argumento de Malthus es muy simple: con un número relativamente fijo de recursos naturales, más población implica menos recursos per cápita y eso no solo lleva a menos comida por persona sino menos capacidad de producir esa comida. Malthus argumentaba que cualquier mejoría en la productividad de un país o una sociedad, tal vez porque inventaban una nueva forma de cultivo o porque invadían a otro país, se traducía en un aumento en su población. Sin embargo, como esa mejora era solo temporal, al cabo de poco tiempo, el nivel de vida volvía al mismo nivel de antes. Además, ante la imposibilidad de alimentar a la nueva población, ésta volvía a su nivel inicial debido a hambrunas o guerras generadas por la falta de recursos. La teoría Maltusiana funcionó asombrosamente bien durante la mayor parte de la historia de la humanidad. El siguiente gráfico muestra que, efectivamente, el crecimiento económico y el de la población fueron prácticamente nulos desde el año 0 a la llegada de la Revolución Industrial, allá por el año 1780.

Población

                                                                     PIB per cápita

Con la llegada de la Revolución Industrial, la teoría Maltusiana se desmoronó completamente. Con las asombrosas mejoras tecnológicas que trajo la revolución, desde entonces el mundo fue capaz de aumentar su nivel de riqueza y su población a un ritmo sostenido nunca antes observado. El gráfico anterior nos muestra que es perfectamente posible aumentar a la vez la población mundial y, al mismo tiempo, su nivel de riqueza. Sin embargo, esto no responde a la pregunta de si una mayor población es bueno para la economía.

Existen varias teorías que sugieren que es posible que esto sea así. Por ejemplo, en un mundo con más gente es más probable encontrar un genio como Albert Einstein. Y con muy poquitos Einsteins, parece obvio que es posible mejorar la tecnología de un país o del mundo entero de forma sustancial y así crecer de forma sostenida. Alternativamente, en un mundo más poblado es más fácil intercambiar ideas y buscar formas de producir de forma más eficiente (aunque también puede argumentarse que un mundo con más gente suele implicar también más conflictos…). Encontrar un efecto causal del crecimiento de la población en el crecimiento económico es complicado puesto que muchos factores afectan simultáneamente a las dos variables. Sin embargo, lo que sí sabemos es que prácticamente todos los países que hoy son ricos han experimentado, en algún momento una caída en el crecimiento de su población, lo que se ha venido a llamar la transición demográfica. Esta transición es una combinación de una rápida caída de la mortalidad inicialmente y una caída de la natalidad más tarde, generando una evolución del crecimiento de la población en forma de U invertida.

En un reciente trabajo (ver aquí) con Robert Tamura de Clemson University nos preguntamos cómo hubieran sido las transiciones demográficas en un mundo donde hay sustanciales rendimientos crecientes a la población. (Está claro que este supuesto es muy fuerte y que necesitamos más evidencia para entender en qué casos es eso cierto). Como en casi todos estos modelos existe un trade-off entre el número de hijos que una familia tiene y cuánto se invierte (no solo monetariamente sino en tiempo que se pasa con ellos) en la educación de cada uno de estos hijos (el llamado children quantity-quality trade-off). Los rendimientos crecientes en la población deberían inducir a una mayor natalidad pero las familias no son conscientes de ello. En jerga económica, no se dan cuenta de la externalidad positiva de su decisión de tener más hijos en el resto de la economía. Así pues, la tasa de fertilidad en el equilibrio competitivo de nuestro modelo es subóptima.

Nuestro siguiente objetivo es usar el modelo para generar una transición demográfica y ver como se ve afectada por estos rendimientos crecientes de población. Para ello introducimos mortalidad infantil en el modelo y asumimos que esta mortalidad puede reducirse si la población tiene un mayor nivel de educación. Además, las familias quieren asegurarse de que al menos un número suficiente de sus hijos sobreviven y por eso tienen muchos hijos cuando la tasa de mortalidad infantil es alta (a esto se le llama la demanda de precaución de niños). Obviamente, a medida que la mortalidad infantil cae, los padres eligen tener un menor número de hijos. Todo esto genera una dinámica muy interesante: lo óptimo en es que la sociedad acumule capital humano lo más rápidamente posible, eliminando así la mortalidad infantil cuanto antes. Una vez esto sucede, es óptimo reducir la acumulación de capital humano para permitir una mayor tasa de natalidad de la que habría sin rendimientos crecientes a la población. Eventualmente en nuestro modelo se alcanza un límite al tamaño de la población debido a costes de coordinación que aumentan con el número de personas. Cuando se alcanza este límite, la tasa de natalidad disminuye y se concluye la transición demográfica. De nuevo, las familias no se dan cuenta de dos cosas: el efecto positivo que tiene en la economía que tengan más hijos (debido a los rendimientos crecientes de población) y el efecto positivo de que eduquen más a cada uno de sus hijos (debido a que mayor educación reduce la mortalidad infantil). Esto implica que, en el equilibrio competitivo, el nivel de capital humano es más bajo en el equilibrio competitivo durante en la mayoría de años y, como consecuencia de esto, la mortalidad infantil en el equilibrio competitivo es demasiado alta. El crecimiento económico es, en general, más alto en el equilibrio óptimo. Como consecuencia de todo esto la transición demográfica ocurre mucho más tarde de lo que debería hacerlo en un mundo “óptimo”. Estos efectos pueden verse en los gráficos que muestro más abajo, donde las líneas verdes corresponden al equilibrio competitivo, mientras que las líneas rojizas se refieren al equilibrio eficiente (hay varias líneas puesto que usamos diferentes valores de los parámetros en cada caso).

Tasa de crecimiento en ingreso per cápita

Capital humano

Tasa de natalidad

Tasa de mortalidad

En conclusión, existen motivos para pensar que, en ciertos casos, existen rendimientos crecientes de población. Si esto es así, es difícil pensar que las familias internalicen estos beneficios y por lo tanto es importante plantearse si es conveniente promover políticas públicas que fomenten la natalidad, especialmente en países desarrollados, cuyas tasas están cerca o incluso por debajo del nivel de reemplazamiento. Pensando en países en vías de desarrollo que están aún en el proceso de terminar su transición demográfica, nuestra investigación sugiere que es preferible invertir en capital humano inicialmente de forma que la mortalidad infantil deje de ser un problema. Una vez esto se consigue las familias óptimamente decidirán tener menos hijos (puesto que el riesgo de que fallezcan es ahora muy bajo) y por lo tanto se consigue llevar a cabo la transición demográfica. Igual que en los países más desarrollados, si realmente creemos en los rendimientos crecientes de población, los gobiernos de países en vías de desarrollo deberían incentivar a las familias a que en el largo plazo tengan un número de hijos mayor del que tendrían sin estos rendimientos crecientes.