Frisch Medal 2018: premio al estudio de la Economía Urbana

Recientemente, los economistas Gabriel Ahlfeldt, Stephen Redding, Daniel Sturmy Nikolaus Wolfrecibieron la Frisch Medal 2018que otorga la Econometric Societyal mejor trabajo aplicado en economía publicado en la prestigiosa revista Econometrica durante los últimos cinco años. El galardón les fue concedido por un magnifico estudio sobre el efecto del muro de Berlín en la economía de esa ciudad (aquí). El trabajo es muy largo y lleno de complejidades. Lo que sigue es un humilde intento de resumirlo de una forma más o menos inteligible.

¿Por qué la gente vive y trabaja en las ciudades? La respuesta obvia es porque, a pesar de las desventajas asociadas a la congestión, el elevado precio del alquiler, la contaminación, etcétera, vivir y trabajar en ciudades grandes le permite a uno beneficiarse de lo que los economistas llamamos economías de aglomeración, es decir ventajas asociadas a la mayor densidad de población: un mercado laboral más activo, la posibilidad de compartir ideas con otra gente, mejores y más diversos restaurantes, monumentos, y otras muchas atracciones que ofrecen las grandes urbes. Sin embargo, como ya comenté en una entrada anterior (aquí), medir el tamaño de estas economías de aglomeración es una tarea muy complicada. Uno podría decir, por ejemplo, que los salarios en Manhattan son mayores que en ciudades más pequeñas y que, por tanto, eso es evidencia de economías de aglomeración. Pero tal vez más gente vive en Manhattan porque los salarios son más altos allí (el conocido problema de causalidad invertida). Por otro lado, hay muchos factores inobservables que afectan a la vez la cantidad de gente que vive en un lugar y su productividad. Por ejemplo, tal vez la gente más productiva prefiere vivir en ciudades grandes.

El principal objetivo del trabajo de Ahlfeldt y sus coautores es construir un modelo teórico y combinarlo con la creación (y posterior destrucción) del muro de Berlín para medir estas economías de aglomeración. Aunque ya existen algunos trabajos que estudian el efecto de shocks (principalmente guerras) en las ciudades, éste es uno de los primeros que analiza cómo este impacto varía dentro de una misma ciudad a lo largo del tiempo en lugar de comparar diferentes ciudades. Esto tiene la ventaja de ayudarnos a entender la estructura interna de las ciudades y, por lo tanto, estudiar cómo diferentes políticas públicas pueden afectar a sus habitantes.

En el modelo básico de economía urbana, las ciudades tienen un único centro a donde la gente se desplaza cada día para trabajar. Los alquileres son muy altos allí y por eso alguna gente (los más ricos, generalmente) prefiere vivir en las afueras, lo que implica el coste de tener que desplazarse cada día para acudir al trabajo (commuting). La condición necesaria para un equilibrio espacial donde la gente está contenta donde reside, y por lo tanto no quiere mudarse a ningún lado, es que la vivienda tenga un coste menor en las afueras de la ciudad. El trabajo que comento aquí se plantea si esta estructura urbana es realmente la que observamos en Berlín antes y después del shock de su famoso muro que dividió la ciudad en dos durante varios años. En base a esto, el trabajo analiza de qué forma esta estructura urbana afecta a las economías de aglomeración que observamos en diferentes zonas de la ciudad.

La Berlín de hoy en día se fundó en 1920 a través de la Gross Berlin Gesetz juntando la ciudad histórica y sus alrededores y tiene actualmente un tamaño de alrededor de 892 kilómetros cuadrados. En 1944, cuando ya se avecinaba el final de la Segunda Guerra Mundial, se firmó en Londres un protocolo que dividió Alemania en zonas de ocupación controladas por Estados Unidos, Reino Unido, y la antigua Unión Soviética. En ese protocolo se decidió que Berlín, aunque situada dentro de la zona de ocupación soviética, seria dividida en dos partes: el este de la ciudad quedaría bajo control soviético (8 distritos) mientras que el oeste pasaría a estar controlado por Estados Unidos (6 distritos), Reino Unido (4 distritos) y Francia (2 distritos). El plan original era que la administración de Berlín (y la del resto de Alemania) se llevara a cabo de forma conjunta entre estos cuatro países. Sin embargo, con el inicio de la Guerra Fría, las cosas se complicaron y en 1949 Alemania del Este y Alemania del Oeste se convirtieron en dos países separados. La frontera entre los dos países se cerró en 1952, aunque el este y el oeste de Berlín siguieron interactuando, lo que llevo a un éxodo de inmigrantes hacia el oeste que, a su vez, propició la construcción del muro de Berlín en 1961. El muro separó completamente el este y oeste de la ciudad y aniquiló cualquier tipo de interacción entre los habitantes de las dos zonas. En 1985, Mikhail Gorbachev introdujo dos nuevas políticas (el Glasnost y la Perestroika) que iniciaron una irreversible apertura del este de Europa a occidente. Estas políticas alentaron manifestaciones multitudinarias en Alemania del Este que precipitaron la caída del muro el 9 de noviembre de 1989. Once meses más tarde, el 3 de octubre de 1991, las dos Alemanias se reunificaron formalmente.

El siguiente mapa muestra el Berlín de 1936, en el que se dibuja cómo quedó dividida la ciudad tras la construcción del muro en 1961. El mapa también muestra el precio de la tierra en diferentes zonas de la ciudad. Como puede observarse, el modelo urbano monocéntrico funciona muy bien en este año: los precios son muy altos en el centro y decaen a medida que nos alejamos de él.

El modelo propuesto por los autores incluye fuerzas de aglomeración (el efecto positivo de la densidad en la productividad y en las atracciones que ofrece una ciudad) y fuerzas de dispersión (una oferta limitada de tierra y los costes de commuting que aumentan con el tamaño de la ciudad). En el modelo, demasiado complicado para resumirlo aquí en detalle, hay constructores que venden espacio para vivir o para trabajar, empresas que eligen dónde producir y a quién contratar, y trabajadores que eligen dónde trabajar y dónde vivir. La ciudad está dividida en miles de bloques que difieren, de forma exógena, tanto en su productividad como en sus atracciones. En una versión más avanzada del modelo, estas características de cada bloque se vuelven endógenas a través de las economías de aglomeración, es decir, pasan a depender de las elecciones de las empresas y los trabajadores. Para calibrar este modelo, los autores realizan una labor titánica de recogida de datos desde 1930 (¡y a nivel de bloque!) sobre lugares de trabajo, lugares de residencia, precio del suelo y el grado de commuting entre diferentes bloques o zonas de la ciudad.

Para separar el efecto de las fuerzas de aglomeración y de dispersión de efectos inobservables o difíciles de cuantificar, como las preferencias por determinadas zonas de la ciudad, el trabajo combina este sofisticado modelo con el shock creado por el muro de Berlín. La erección y posterior caída de este muro no fueron causadas por la estructura de Berlín, así que puede considerarse que este evento fue claramente exógeno y, por lo tanto, podemos decir que el muro tuvo un efecto causal en la ciudad. Este cuasi-experimento les permite estudiar de forma limpia la reasignación de los precios de la tierra, el empleo, y los lugares de residencia dentro de Berlín Oeste después de la división y reunificación de la ciudad (no estudian Berlín Este porque es de esperar que, al tratarse de una economía comunista, los mecanismos de mercado funcionan mucho peor allí). La astuta combinación del modelo con el shock del muro de Berlín hace que sea posible cuantificar las economías de aglomeración de forma muy precisa.

La división causada por el muro afectó a la distribución de la actividad económica de cuatro formas: pérdida de oportunidades de empleo en Berlín Este (para los residentes de Berlín Oeste), pérdida de commuters de Berlín Este (para las empresas de Berlín Oeste), pérdida de externalidades de producción de Berlín Este, y perdida de externalidades residenciales de Berlín Este. Todos esto supuso una reducción en la utilidad esperada de vivir en Berlín Oeste y, por lo tanto, redujo su población, puesto que mucha gente prefirió emigrar a otras zonas de la Alemania Oeste. Como el commuting y las externalidades entre dos bloques disminuyen cuanto mayor es la distancia entre ellos, todos estos efectos fueron mucho más pronunciados en las partes de Berlín Oeste situadas cerca de las zonas con mayor concentración de empleo y residencias en Berlín Este. Y es allí, por lo tanto, donde los precios de la vivienda, el empleo y el número de residentes cayeron mucho más que en el resto de Berlín Oeste. Esto se muestra claramente en los siguientes tres gráficos.

Estos gráficos tridimensionales comparan Berlín Oeste antes de la guerra (1936), después de la división (1986) y después de la reunificación (2006). En rojo pueden verse los precios de la tierra. Las áreas verdes del mapa corresponden a parques y bosques, y las áreas azules son ríos y lagos. Las áreas blancas del Panel A son zonas aún sin construcción y en el resto de los paneles también incluyen las partes edificables de Berlín Este. El Panel A muestra que, en 1936, la ciudad era claramente monocéntrica, con precios mucho mayores en el centro. El Panel B muestra esos precios también en 1936 para los bloques que después pasaron a ser parte del Berlín Oeste. La clave está en comparar el Panel C, que muestra Berlín Oeste después de la erección del muro, con el Panel B. Claramente los precios alrededor del centro y del muro eran en 1986 mucho menores que antes de la existencia del muro. Es decir, el muro tuvo un notable efecto, y este efecto se aprecia, sobre todo, cerca de donde había mayor actividad económica (el antiguo centro de la Berlín no dividida). Finalmente, en el Panel E podemos ver el Berlín Oeste después de la caída del muro. En este caso, los precios de la tierra aumentaron y, de nuevo, lo hicieron mucho más cerca del muro y del centro urbano. Algo parecido ocurre si uno mira el empleo en vez de los precios de la tierra. Este es uno de los principales resultados del trabajo: no es la proximidad al muro de Berlín lo que importa, sino la perdida de acceso al centro (y por tanto al acceso al mercado y a las atracciones que ofrece el centro) de antes de la guerra. Esto es precisamente lo que predicen modelos como el de este trabajo: no es el muro en sí mismo lo que tiene un efecto negativo en la ciudad, sino la pérdida de conexiones con el resto de población cercana que implica su erección.

El segundo de los resultados principales del trabajo, seguramente un tanto técnico y menos visual, es que, usando una versión mucho más complicada del modelo (donde la productividad y las características de los bloques son ahora endógenas) las economías de aglomeración en Berlín en esos años fueron sustanciales: un aumento de un 1% en la aglomeración suponía un aumento del 7% en la productividad. Este número está en el rango de los más altos que se han estimado en otros trabajos.

A mi modo de ver este trabajo representa un gran avance en el campo de la economía urbana por sus tres principales contribuciones: la primera es metodológica: un completísimo modelo combinado con una asombrosa recolección de datos, combinada con el uso de un evento único como fue la caída del muro de Berlín. La segunda contribución es que esta metodología les permite ser capaces de medir las economías de aglomeración de una forma mucho más creíble que en la mayoría de estudios anteriores. Finalmente, el estudio abre las puertas a muchas posibles simulaciones de políticas urbanas en cualquier otra ciudad y al análisis de sus efectos en contextos actuales.

Trabajos como el que he discutido aquí no son simplemente interesantes para amantes de la historia económica, sino que resultan de enorme utilidad para diseñar políticas que mejoren el funcionamiento de nuestras ciudades. Por ejemplo, los autores exploran un experimento en el que estudian cómo cambios en la red de transporte urbana afectarían a la estructura de una ciudad. Combinar modelos teóricos sobrios con excelentes datos y shocks únicos como el del muro de Berlín nos permiten entender mucho mejor cómo funcionan las ciudades y de qué forma se pueden tratar problemáticas urbanas como la congestión, los precios de la vivienda, y la desigualdad entre barrios, entre muchas otras.

Hay 7 comentarios
  • ¡Muchas gracias por el artículo!
    Dices que Berlín se creó el año 1920, cuando creo que fue durante el medievo.
    Supongo que habrá sido un error de transcripción.

    Un saludo

    • Pau, tienes toda la razón. Como explica el artículo que discuto, Berlín, con sus límites actuales, se fundó en 1920, pero ya existía una ciudad medieval sobre la que se creó la ciudad “moderna”. De hecho, la nueva Berlín fue una combinación de la ciudad histórica y sus alrededores. Eso se hizo bajo la Gross Berlin Gesetz. Voy a corregir eso ahora a mismo. ¡Gracias!

  • Pau, tienes toda la razón. Como explica el artículo que discuto, Berlín, con sus límites actuales, se fundó en 1928, pero ya existía una ciudad medieval sobre la que se creó la ciudad “moderna”. De hecho, la nueva Berlín fue una combinación de la ciudad histórica y sus alrededores. Eso se hizo bajo la Gross Berlin Gesetz. Voy a corregir eso ahora a mismo. ¡Gracias!

  • Hola David:

    Hay un aspecto en el cuarto párrafo que no entiendo. Dices, respecto al centro urbano, que "Los alquileres son muy altos allí y por eso alguna gente (los más ricos, generalmente) prefiere vivir en las afueras, lo que implica el coste de tener que desplazarse cada día para acudir al trabajo (commuting)"

    Que los alquileres sean altos no debiera afectar a personas con rentas elevadas. Lo cierto es que en el centro de ciudades que conozco (MAD, BCN, NY…) son los ricos, o muy ricos, quienes tienen allí su residencia. O una de ellas. Creo que para estas personas la preferencia respecto al lugar donde vivir se ve influida en mayor medida por otros parámetros (acceso a determinado tipo de ocio, naturaleza, colegios con determinadas características…). La clave está en las rentas medias y bajas: para ellas, el centro no es una opción. ¿Qué opinas?

    Tu post me ha parecido excelente. Ojalá en los principales ayuntamientos de España lo lean… y consulten a personas como tú o a los investigadores que han elaborado el trabajo que reseñas.

    • Hola ACIEX,
      Muy buena pregunta. El análisis de donde viven los ricos y los pobres en una ciudad es realmente interesante. La mayor parte de la evidencia (aunque bastante escasa) que existe es sobre ciudades estadounidenses (aquí). En Europa hay pocos estudios. Ahora mismo estoy trabajando en eso mismo en referencia a las ciudades inglesas (aquí). Lo que sabemos de Estados Unidos es que en las últimas décadas los ricos tienden a vivir en las afueras (hubo cierta gentrificación en los 70 pero duró poco). La cuestión es porque lo hacen. Una posibilidad es que los ricos quieren tener casa más grandes y eso es solo posible (incluso para ellos) en las afueras. Por otro lado, el coste de oportunidad del commuting (medido por el salario que dejas de ganar mientras conduces) es mayor para los ricos que para los pobres. Por lo tanto, la condición para que los ricos prefieran las afueras es que su valoración de tener una casa más grande (elasticidad de la renta respecto al tamaño de la casa) sea mayor que el coste marginal del commuting (elasticidad de la renta respecto al coste de commuting). Otra posibilidad, como tú dices, es que las mejores escuelas (sobretodo en Estados Unidos) están en las afueras y por eso los ricos eligen vivir allí, aunque esto es claramente endógeno: dado que los ricos viven en las afueras, las mejores escuelas se construyen allí.

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