Monografía FEDEA (II) - ¿Conseguirá la Ley de Igualdad romper el techo de cristal en la carrera académica?

De Manuel Bagüés y Natalia Zinovyeva
Con esta entrada continuamos la serie sobre los artículos de la monografía FEDEA sobre Talento, Esfuerzo y Movilidad Social..

Varios países, incluyendo España, han introducido recientemente cuotas de género en los tribunales de promoción académicos. La evidencia de España sugiere que estas cuotas no son siempre efectivas e incluso podrían ser contraproducentes. Este artículo sostiene que, dado que la participación en un tribunal de evaluación reduce el tiempo disponible para la investigación, el uso de las cuotas debería limitarse únicamente a las promociones a niveles superiores.

El número de mujeres que emprenden la carrera académica en España ha crecido sustancialmente a lo largo de las últimas décadas. Por ejemplo, mientras que en 1990 sólo el 36% de los nuevos doctores eran mujeres, en la actualidad la proporción ronda el 50%. Durante mucho tiempo se pensó que sería cuestión de tiempo que estas mujeres alcanzaran las categorías superiores. Sin embargo, aunque la presencia de la mujer ha aumentado de forma significativa en las categorías académicas intermedias – constituyen cerca del 40% de los profesores titulares – son todavía muy pocas las mujeres que alcanzan las categorías superiores. Actualmente, únicamente el 15% de los catedráticos son mujeres, y está cifra no ha aumentado prácticamente en los últimos diez años.

La limitada progresión profesional de las mujeres en el mundo académico también es visible en la reciente “Encuesta de recursos humanos en Ciencia y Tecnología”, (INE, 2010). Si analizamos, por ejemplo, la cohorte que leyó su tesis entre 1990 y 1995, observamos que exactamente el mismo porcentaje de hombres y mujeres, un 39%, había alcanzado en 2009 una plaza permanente en la universidad. Sin embargo, mientras que entre los varones la proporción que había obtenido la cátedra era del 16%, solamente el 7% de las mujeres con plaza eran catedráticas.

En la literatura académica se han considerado varias hipótesis para la existencia de estas diferencias de género. Como ya indicara Sara de la Rica en una entrada anterior de este blog, un potencial problema radica en el desigual reparto de las tareas domésticas, lo que podría afectar negativamente a la productividad de las mujeres en el ámbito profesional. Además, la carrera profesional de las mujeres podría verse obstaculizada por la falta de networks apropiados o de modelos de referencia (ver Blau, Currie, Croson y Ginther, 2010). También se ha argumentado en ocasiones que podrían existir prejuicios sexistas entre los evaluadores, mayoritariamente varones, que deciden las promociones. Este temor explica probablemente la reciente introducción de cuotas de género en los tribunales de selección de diversos países. Por ejemplo, en España, desde la aprobación en 2007 de la Ley de Igualdad al menos el 40% de los evaluadores debe ser de cada sexo.

Se sabe todavía poco acerca de la efectividad de estas políticas. Por un lado, dado el escaso número de profesoras que reúnen los requisitos exigidos para poder formar parte de los tribunales, la introducción de las cuotas ha aumentado de forma desproporcionada el número de tribunales en los que debe participar cada profesora. Un simple cálculo sugiere que, desde la introducción de las cuotas, una catedrática emplea cuatro veces más tiempo en tribunales de evaluación que un catedrático varón. Estar presente en estos tribunales reduce el tiempo disponible para la investigación por lo que, paradójicamente, las cuotas podrían reducir la productividad de aquellas mujeres que han sido capaces de superar el techo de cristal.

Por otro lado, la evidencia empírica disponible sugiere que en muchas ocasiones no es cierto que las mujeres sean más benévolas a la hora de evaluar a las candidatas de su mismo sexo que los evaluadores varones. Por ejemplo, Broder (1993) observa que las evaluadoras de la National Science Foundation tienden a otorgar peores calificaciones que sus colegas masculinos a los proyectos presentados por mujeres. En el ámbito del mercado laboral español, Bagüés y Esteve-Volart (2010) analizan las evaluaciones realizadas a unos 150.000 opositores que entre los años 1987 y 2005 optaron a diversas plazas en el área de Justicia y observan que las opositoras tienen más de posibilidades de aprobar la oposición si, como resultado del sorteo aleatorio que decide el reparto de opositores entre los distintos tribunales, son asignadas a un tribunal compuesto por un número relativamente mayor de evaluadores varones.

Naturalmente, una importante limitación de estos estudios es que sus resultados no son necesariamente extrapolables a otras situaciones. En particular, cabe la duda de si la composición del tribunal tiene el mismo efecto cuando las mujeres aspiran a posiciones de poder. Con el fin de determinar si este es el caso, hemos analizado todas las promociones a Profesor Titular y a Catedrático de Universidad realizadas en el período 2002-2006.

Antes de 2002, las universidades públicas españolas tenían un alto grado de autonomía en sus decisiones de contratación y promoción. En general, esto iba asociado a una elevada endogamia: en el 70% de los casos se presentaba a la plaza un único candidato y el 95% de las plazas eran asignadas a candidatos locales (Cruz-Castro, Sanz-Menéndez y Aja, 2006). En el año 2002 se introduce un sistema centralizado conocido como habilitación. El nuevo sistema requería que los candidatos a una plaza de Titular o de Catedrático de Universidad superasen primero una prueba a nivel nacional. Los candidatos con éxito podían entonces aspirar a las plazas ofrecidas por las universidades. Este sistema estuvo en vigor hasta el año 2006, cuando fue sustituido por el actual sistema de acreditación.

La estructura de las pruebas de habilitación permite estimar de una manera consistente y transparente cómo afecta la composición de los tribunales a las posibilidades de éxito de candidatos y candidatas. En primer lugar, se anunciaba el número de plazas disponibles y se abría el plazo de solicitudes. Una vez finalizado el plazo de inscripción, se elegían mediante sorteo los siete miembros que compondrían el tribunal evaluador de entre aquellos profesores del área disciplinaria que contaban con un número suficiente de sexenios. La existencia de este sistema aleatorio de designación de los miembros del tribunal proporciona lo que los economistas denominamos un experimento natural aleatorio.

Como ilustración de la metodología utilizada, consideremos por ejemplo las pruebas de habilitación a Catedrático celebradas en el área de conocimiento de Fundamentos del Análisis Económico entre 2002 y 2006. Durante este período se realizaron seis pruebas. La población de potenciales evaluadores estaba compuesta por aproximadamente setenta catedráticos varones y diez catedráticas. Como resultado de los sorteos, en una ocasión todos los miembros del tribunal eran varones, en tres ocasiones hubo una mujer y seis varones en el tribunal y, en dos ocasiones, el tribunal incluía dos mujeres y cinco varones. Dado que en cada una de estas pruebas el grupo de candidatos se formó antes de conocer la composición del tribunal, no cabría esperar ninguna relación entre la calidad relativa de los candidatos y candidatas que toman parte en cada una de estas pruebas y el número de varones y mujeres que formaba parte del comité de evaluación. Sin embargo, en la prueba de habilitación en la que el tribunal no contenía ninguna mujer, la tasa de éxito de los varones fue del 10%, y ninguna aspirante fue habilitada. Cuando los tribunales incluían una evaluadora, la tasa de éxito de los candidatos varones y de las candidatas fue del 8% y del 4% respectivamente. Finalmente, en las dos pruebas en las que el tribunal incluía dos mujeres entre sus miembros, la tasa de éxito de los candidatos varones y de las candidatas fue del 8% y del 18% respectivamente. Es decir, la tasa de éxito de las candidatas fue relativamente mayor cuando había más mujeres formando parte del tribunal. Naturalmente, el reducido tamaño de esta muestra compuesta por únicamente seis pruebas no permite extraer conclusiones estadísticamente significativas, pero el resultado observado es consistente con la idea de que la composición de los comités de evaluación podría afectar a las decisiones de promoción. En el artículo contrastamos si esta hipótesis es correcta usando datos de las aproximadamente 1.000 pruebas de habilitación a Profesor Titular y Catedrático celebradas, en las que participaron unos 7.000 evaluadores y unos 30.000 candidatos.

La evidencia sugiere que el número de evaluadoras en el tribunal afecta significativamente a las oportunidades de los candidatos de ser habilitados, si bien la magnitud y la dirección del efecto varían en función de la plaza considerada. Tal y como observábamos en las pruebas de habilitación a catedrático en el área de Fundamentos del Análisis Económico, los evaluadores varones son relativamente menos favorables a las mujeres en los escalones superiores del escalafón universitario. El efecto es considerable. La ausencia de mujeres en el tribunal reduce en cerca de un 14% el número de mujeres promocionadas a catedrático. Por otro lado, los resultados son muy diferentes cuando consideramos las promociones a profesor titular. En este caso, la presencia de mujeres en el tribunal parece reducir las posibilidades de éxito de las candidatas, aunque la magnitud del efecto (un 5%) es relativamente pequeña y no es estadísticamente significativa en todas las especificaciones.

Con el fin de analizar la fuente de estos sesgos, hemos recogido información acerca del número de publicaciones de los candidatos en ISI Web of Science y el número de citaciones recibidas. Siempre y cuando esta medida constituya una proxy insesgada en términos de género de la verdadera calidad de los candidatos, su inclusión en el análisis ayudará a determinar que tribunales están sesgados, y qué candidatos están siendo discriminados. Basándonos en esta hipótesis, observamos que las evaluadoras discriminan en contra de las aspirantes femeninas en las pruebas de habilitación a Profesor Titular, pero no en las pruebas de habilitación a Catedrático. Por el contrario, los evaluadores varones discriminan en contra de las aspirantes femeninas cuando estas optan a la plaza de Catedrático, pero no cuando aspiran a la categoría de Profesor Titular.

La evidencia observada es consistente con diversas hipótesis. En las pruebas de habilitación a Titular, algunas evaluadoras podrían estar percibiendo a las aspirantes femeninas como futuros rivales. De hecho, observamos que únicamente las profesoras titulares son menos favorables a las aspirantes femeninas, pero no las catedráticas. El comportamiento de los evaluadores varones en las habilitaciones a catedrático podría reflejar la existencia de algún tipo de sexismo ambivalente: discriminan a las candidatas que aspiran a una plaza de Catedrático pero no a las que aspiran a una plaza de Titular.

De estos resultados se derivan implicaciones directas para la política de cuotas en vigor actualmente en España. Como es bien sabido en ámbitos académicos, la introducción de las cuotas ha aumentado el tiempo que las mujeres dedican a participar en tribunales de evaluación. Esta carga adicional tiene únicamente sentido si aumentar la participación de mujeres en los tribunales mejora la calidad de las evaluaciones realizadas o, en caso de que este fuera el objetivo del legislador, si genera un aumento en el número de mujeres que son promocionadas. La evidencia de las pruebas de habilitación indica que esto es cierto únicamente en las promociones a Catedrático, pero no en las promociones a Profesor Titular. Además, según nuestros resultados, la presencia de una mujer en los tribunales de cátedra sería suficiente para eliminar los potenciales sesgos contra las candidatas.

Referencias:

Blau, Francine D., Janet M. Currie, Rachel T. A. Croson y Donna K. Ginther (2010), “Can Mentoring Help Female Assistant Professors? Interim Results from a Randomized Trial”, American Economic Review, vol. 100(2), pp. 348-52.

Bagues, Manuel y Berta Esteve-Volart (2010), “Can Gender Parity Break the Glass Ceiling? Evidence from a Repeated Randomized Experiment”, Review of Economic Studies, Vol. 77(4), pp. 1301-28.

Broder, Ivy E. (1993), “Review of NSF Economics Proposals: Gender and Institutional Patterns”, American Economic Review, Vol. 83(4), pp. 964-970.

Cruz-Castro, Laura, Luis Sanz-Menéndez y Jaime Aja Valle (2006), “Las trayectorias profesionales y académicas de los profesores de universidad y los investigadores del CSIC," Unidad de políticas comparadas (CSIC) Documento de trabajo 06-08.

Zinovyeva, Natalia y Manuel Bagues (2010), “Does gender matter for academic promotion? Evidence from a randomized natural experiment”, FEDEA Documento de trabajo 2010/15, disponible en http://www.fedea.es/pub/papers/2010/dt2010-15.pdf

Hay 12 comentarios
  • En cualquier caso el más grave problema educativo de nuestro país, con haberlos de muchos tipos, es el del fracaso y abandono escolar, pues ahí sí, se siegan de forma muy significativa las expectativas de chicas y chicos. En nuestro país además de alcanzar los niveles más altos de Europa, presenta una brecha en perjuicio de los varones que también es la mayor de Europa. Este gravísimo problema social y cultural sigue sin embargo sin acabar de aflorar como tema de preocupación y análisis de los expertos, circunstancia que en mi opinión viene derivada de una lógica social impuesta por el feminismo según la cual si la potencial discriminación no es femenina, no es discriminación. Lo cierto es que ese fracaso escolar corre paralelo a la progresiva feminización de los primeros niveles de la enseñanza y acaba estallando en la pubertad un momento particularmente difícil para los varones por ser el momento de la búsqueda de la individualidad y la ruptura con la dependencia de mamá. Sería interesante que alguien se atreviera a hincarle el diente a un problema de importantísimas consecuencias para quien lo padece pero también para el conjunto social.

  • Estimado Emilio,

    Como bien dices, en la actualidad las mujeres superan a los hombres en prácticamente todos los niveles educativos. Sin ir más lejos, según los últimos datos del INE, el 60% de los nuevos licenciados son mujeres.

    Este tema también ha recibido mucha atención en la literatura académica y sería necesario un post específico para poder abordarlo. Sin entrar en detalles, las diferencias en oportunidades en el mercado laboral parece ser uno de los determinantes de esta brecha educativa. Por ejemplo, es probable que en su día el boom en la construcción haya contribuido a aumentar la tasa de abandono de los varones en la secundaria. Otro factor que ha recibido mucha atención, y que tú mencionas, es la creciente feminización de la enseñanza. En este caso mi lectura de la literatura es que no existe un claro consenso. Mientras algunos autores sostienen que para los alumnos es beneficioso tener profesores del mismo sexo (por ejemplo, Thomas Dee, Journal of Human Resources, 2007), otros autores no encuentran efecto alguno (por ejemplo, Helena Holmlund y Krister Sund, Labour Economics, 2008), y un tercer grupo sugiere que el efecto positivo en términos de aprendizaje se compensa con la mayor severidad de las evaluaciones realizadas por los profesores a alumnos de su mismo sexo (Erica Lindahl, IFAU WP, 2007).

    Un saludo,

    M & N

  • Hace algún tiempo M Fernandez Enguita ya alertó sobre el caso nasculino.
    http://enguita.blogspot.com/search?updated-max=2009-11-05T14%3A26%3A00%2B01%3A00&max-results=10

    Algo pasa con PEPE.
    En los 80 celebramos que las mujeres alcanzasen e incluso aventajasen a los hombres en el sistema educativo. Se superaba así, cuantitativamente (la selección de carrera u oficio era otra cuestión, que no toca hoy), una discriminación secular a la que algunos buscaban legitimidad en la pseudociencia.

    Hoy, ese sorpasso resulta ya preocupante. Veamos unas cuantas cifras para mujeres y hombres, siempre en este orden, en porcentajes y sobre datos definitivos de 2006-2007: tasa de idoneidad (estar en el curso adecuado a la edad) a los 10 años: 91.6 y 88.4%; Primaria completada a los 12: 89.2 y 86.5; algún retraso en primaria: 17.4 y 23.3; 15 años en 4º de ESO: 66.1 y 59.8; promoción en 1º de la ESO: 85.3 y 75.7; en 2º: 83.7 y 72.5; en 3º: 79.0 y 76.0; en 4º: 81.5 y 78.9; idoneidad a los 15: 63.8 y 51.4; diversificación en 2º Ciclo de la ESO: 6.8 8.4; graduados en ESO: 78.6 y 64.9; 17 años en 2º de Bachillerato: 65.6 y 59.6; promoción 1º: 79.4 y 73.5; en 2º: 75.6 70.1; repetición en CF de Gradpo Medio: 15.5 y 18.2; abandono escolar prematuro (sin terminar bachillerato ni CFGM a los 20): 25.6 y 36.1.

    Cabe invertir el argumento machista y explicarlo porque ellos son menos capaces, manejan peor el lóbulo derecho, etc. Sé que existen potenciales factores más sensatos: ritmo de maduración en la adolescencia, específica capacidad verbal, expectativas laborales, estrategia credencialista frente a un mercado de trabajo sexista, identificación con el igualitarismo escolar... Pero deberíamos contemplar también la posibilidad de que algo en la institución esté actuando en contra de los chicos. A falta de espacio, enumeraré algunas ocurrencias, mero alimento para el espíritu: a) feminización del profesorado, b) feminización de los valores de la institución, c) disonancia entre la sumisión que exige la escuela y la independencia que se supone al varón, d) prolongación excesiva de una dependencia forzosa, e) represión de la individualidad bajo una retórica de cooperación...

  • Por aportar algo al debate en la linea de Sara de la Rica, y alejandome bastante de los comentarios anteriores, y ampliando el tema del post (porque precisamente en la Administración y en los sistemas donde hay oposiciones es donde las mujeres tienen menos problemas) os mando por si es de interés un artículo escrito junto con mi marido Rodrigo Tena sobre el problema laboral de las mujeres. Avanzo que no es nada políticamente correcto, pero creo que a cambio es bastante real.
    https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=explorer&chrome=true&srcid=0Bz-1Adnm5XcnZmUxZjA2ZmYtNmI0ZS00NTU2LWI0NTMtYWE0YjE1Nzk4Njk4&hl=en

  • Hola, Elisa.

    He leído vuestro artículo y tengo muchas discrepancias con sus premisas (encuentro bastantes que no son ciertas) y si me das una cuenta de email te las comento (manuoquendo@yahoo.es) porque aquí iban a salir tres páginas bien largas.

    Además de discrepancias importantes en lo que se da por "hechos probados" hay bastantes cuestiones de fondo, juicios de valor y, en mi opinión, usos sesgados de la semántica que me llaman la atención.
    Nosotros tuvimos seis hijos, los cinco mayores, todos casados, ya andan "pushing forty" o cerca. Dos chicas que trabajan (jueza de familia y ginecóloga devenida psiquiatra) y tres chicos (ICAI, ICADE y urólogo).
    La pequeña salió menos estudiosa, se fue a Bellas artes, casó y se ha divorciado hace un par de años. No va a trabajar por cuenta ajena nunca y dice que no tiene el menor interés.

    Tampoco le hace falta más que cuidarse ella y su niño. Es la excepción porque, toco madera, los otros siguen razonablemente de forma ortodoxa tratando de sacar adelante sus familias (2.5 niños de media).
    Es decir, tenemos algo de experiencia digamos exitosa porque además conozco muy bien lo que llamas grandes empresas y sus políticas y tengo y he tenido mujeres de gran valía trabajando conmigo.

    Por no cerrar en desacuerdo total hay una cosa en la que creo que tenéis razón: Las mujeres se autoculpabilizan más que los hombres (los hijos también hacen eso de culpar a la madre) del abandono al cual hoy están sometidos niños y niñas en pro de unas supuestas carreras profesionales que nunca son tan importantes como las familias y los hijos.
    Por otra parte, si se excluye el IBEX 35 y el mundo corporativo instalado, (es decir, los oligopolios donde el trabajo es casi ministerial) las chicas no fluyen a profesiones de alto riesgo como son los start ups donde te juegas todo casi cada mes, los bous de altura u otras muchas actividades muy bien remuneradas pero de altísima mortalidad real y profesional. El matrimonio no es una SL y si esa institución se espera que no sea una especie en extinción habrá que especializarse para tener una mínima eficacia. Mira, la mujer de nuestro jardinero es médico en el Clínico. Y están encantados.
    Saludos

  • Hola a todos:
    Por experincia os puedo decir que, como en tantos otros ámbitos, creo que las mujeres en la Universidad tienen más dificultades que los hombres para hacer ciertas cosas, fundamentalmente porque asumen toda la carga, o casi, de casa y niños. Así, por ejemplo, a la hora de irse al extranjero a estudiar, dar clase, investigar etc veo a mi alrededor que es mucho más fácil que se vayan ellos que ellas (pues si ellos se van unos meses, su mujer se queda cuidando los niños, cosa que raramente sucede al revés! y tmbién tiene que ver, no lo niego, el complejo de culpa de las mujeres). Además, es común entre las mujeres docentes quejarse de la falta de tiempo para estudiar, preparar clases, publicar etc si, además de la jornada laboral, tienen que asumir todo lo demás. El trabajo intelectual que requiere silencio, sosiego, constancia y horas de estudio se hace bastante incompatible con ocuparse de niños y casa si no hay ayuda! Aparte del famoso tema de los horarios de reuniones en el colegio, extra-escolares, institutos públicos que cierran a las dos de la tarde, hombres y mujeres que no salen de la empresa antes de las ocho de la noche etc

  • Manu Oquendo, encantada de mantener correspondencia sobre este tema y cualquier otro. Como soy jurista y no economista (soy abogada del Estado excedente y ahora emprendedora, y también madre de 4 hijos) a mí las opiniones y los juicios de valor no me parece que resten ninguna validez a los argumentos siempre claro está que reflejen bien la realidad. Soy lectora y admiradora de este blog, de hecho es el que ha inspirado y sigue inspirando nuestro blog jurídico ¿hay derecho? pero a veces tengo la sensación de que un excel vale para demostrar tanto una cosa como la contraria...por ejemplo, lo mismo vale para defender la democracia en el los países árabes como todo lo contrario,pongamos por caso. Y claro, estarás de acuerdo en que no es lo mismo aunque el precio del barril se dispare tener a Gadafi que tener a un dirigente democrático. Me alegro mucho por el éxito de las mujeres de tu familia, pero estoy segura de que todas ellas serán conscientes de que si hubieran sido hombres hubieran tenido que currar bastante menos por lo menos en su casa... y eso sí que son datos. Mi mail es elisadelanuez@iclaves.es

  • Interesante, pero no creo que podáis explicar ese 10 por ciento de catedráticas con esta evidencia. Por cierto, ¿es un problema que sólo haya un 10 por ciento de catedráticas? ¿Y si lo que ocurre es que la mayor parte de las mujeres no quieren ser catedráticas?, ¿quizás por que consideran que tienen cosas mejores que hacer?

  • El estudio de Elisa es la plasmación en España de lo que Susan Pinker defiende en su Paradoja Sexual.

    http://www.lavanguardia.es/ciudadanos/noticias/20091009/53800090653/susan-pinker-las-mujeres-son-mas-felices-que-los-hombres.html

    -El otro lado de la moneda es el de las mujeres que parecían brillantes pero no han triunfado.
    -No creo que se pueda decir que una mujer no ha triunfado porque no sea una ejecutiva de una gran empresa. En realidad, la mayoría de mujeres no quieren esto, sino que priorizan la relación con sus familiares. Hay que darle la vuelta a algunas de las asunciones más extendidas sobre lo que significa el triunfo personal. No habría que darle tanto valor a lo que ganamos. Es más importante, por ejemplo, los años que vivimos. Y si lo miras así, entonces las mujeres están muy por delante.

    Creo que Jorge acierta en lo de la elección de las mujeres.
    Lo curioso es que los y las feministas defienden el modelo de éxito masculino como el mejor. Lo mismo, como dice Jorge, es que no quieren ser Catedráticas o Diputadas (toda la semana fuera de su casa), o ……………..
    Paradoja “los feministas defienden el modelo masculino de éxito”, ¿o no es una paradoja?

  • Estimado Jorge,

    Planteas dos cuestiones muy interesantes. En primer lugar, ¿hasta que punto la escasez de catedráticas podría atribuirse a la ausencia de mujeres en los tribunales que deciden las promociones? En el período para el que disponemos de información, años 2002-2006, si hubiera habido paridad en los tribunales el porcentaje de mujeres promocionadas a catedrático habría sido un 33% superior. Es decir, en lugar del 15% de catedráticas que tenemos actualmente, podríamos estar hablando de cerca de un 20%. No explica directamente toda la brecha de género, pero sí que son cifras no despreciables y además también podría afectar desde una perspectiva dinámica a las decisiones de inversión de las profesoras. Por otro lado, como comentan Elisa y Epiclifes, en España las tareas familiares tienden a recaer sobre la mujer de una manera desproporcionada (según la Encuesta de Empleo del Tiempo las mujeres realizan el 80% de las tareas domésticas). La dificultad para conciliar carrera profesional y familia se manifiesta también en las bajas tasas de natalidad de las investigadoras. En la Encuesta sobre Recursos Humanos en Ciencia y Tecnología (INE, 2010), que incluye a aquellos investigadores que leyeron la tesis doctoral entre 1990 y 2006, la mitad de las catedráticas no tiene hijos.

    En segundo lugar, planteas si es un problema que haya pocas mujeres catedráticas. Es obvio que lo es si hay pocas por cuestiones de discriminación. Pero tú, si entiendo bien, te refieres más bien al caso en el que fuera una decisión propia. Yo creo que también en este caso sería subóptimo desde el punto de vista social. La carrera académica requiera una gran inversión en capital humano en sus primeras etapas. Por ejemplo, la edad mediana a la que se lee la tesis en España está en torno a los 33 años. Esta inversión inicial te permite, si todo va bien, conseguir una plaza (de media a los 39 años). A partir de ese momento, que es probablemente cuando el rendimiento social de tu investigación es mayor, los rendimientos individuales (marginales) del trabajo académico son relativamente escasos. En este sentido, la sociedad debería preocuparse si no pudiera sacar provecho de la inversión en capital humano realizada por un amplio colectivo de investigadores. Es decir, socialmente no interesa demasiado que hagas un fantástico doctorado, te saques la titularidad, y luego dejes de investigar.

  • Estimado Tineo,

    En mi opinión es difícil de interpretar la información proveniente de encuestas en las que los individuos declaran su estado felicidad y, sobre todo, hacer comparaciones interpersonales. Cuando declaramos nuestro estado de felicidad probablemente nos influyen condicionantes sociales y el concepto que cada uno tiene de la felicidad, y estos factores pueden variar para cada sexo. De todas formas, teniendo en cuenta esta advertencia, hay un artículo reciente muy interesante de Betsey Stevenson y Justin Wolfers que te recomiendo, “The Paradox of Declining Female Happiness”, disponible en http://bpp.wharton.upenn.edu/betseys/papers/Paradox%20of%20declining%20female%20happiness.pdf.

    Betsey Stevenson y Justin Wolfers observan es que, si bien en los años 70 las mujeres declaraban ser más felices que los hombres, esto ya no es cierto actualmente. ¿A qué se debe este descenso en la felicidad (declarada) de la mujer? Un sospechoso habitual serían los problemas de conciliación de la vida familiar y profesional. Sin embargo, Betsey Stevenson y Justin Wolfers muestran que la tendencia es similar para todas las mujeres, independientemente de si tienen hijos, si trabajan o su estado civil. En definitiva, los autores revelan una paradoja muy interesante para la que no existe una respuesta obvia.

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