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Romer y la innovación institucional

Por si le dan el Nobel que se merece a Romer (aunque por motivos variados mi favorito este año es Tirole) me animo a continuar un hilo que comenzó Javier en varios posts veraniegos (éste y éste otro), a raíz de un vídeo de Paul Romer (Una teoría de la historia con una aplicación).

Aunque todo el documento es muy interesante, a mí me resulta particularmente atractiva la parte final. En ella se desarrolla la siguiente tesis. Las instituciones son muy importantes para el crecimiento económico. Pero a diferencia de los mercados, los marcos institucionales son monopolios, y lo que es peor, no hay libre entrada. Por tanto, la innovación institucional a menudo viene de fuera de un país. En ocasiones fruto de copia, o incluso por medio de una guerra o colonización. De manera provocativa, al final del vídeo se sugiere que aunque la guerra y la colonización son sistemas de innovación obsoletos, a algunos países de instituciones desastrosas les puede convenir hacer "outsourcing" de su marco institucional a otros más exitosos. O que se lo hagan, vaya.

Resulta instructivo leer los comentarios al vídeo. Casi todos se centran en esta parte de la exposición y expresan una reacción negativa muy fuerte en contra de la misma. El único que propone una alternativa, además de la oposición, sugiere que mejor que esto es que todos nos unamos para resolver los problemas del mundo. Le falta decir, Kumbayá, hermano.

Vaya por delante que, en mi opinión, la innovación institucional es absolutamente fundamental para disminuir los sistemas de gobierno ineficientes. Pero tengo serias dudas sobre la bondad de la importación cuasi-forzada de innovaciones. Una razón por la que las invasiones napoleónicas, y luego las soviéticas, fueron tan sencillas es que sectores importantes de los países invadidos eran muy partidarios de la innovación fundamental que suponían el sistema de gobierno liberal-democrático-laico (Napoleón) o el socialista (Stalin y los soviets). Incluso la propuesta de Romer tiene un paralelo muy directo en nuestros días con la actitud de FMI de sugerir, incluso condicionando su ayuda, reformas institucionales a los países que recurren a él. Pero no me da la sensación de que esta forma de adquisición de innovaciones sea demasiado exitosa (véase la guerra de Irak, o la de Afganistán).

¿Hay alguna alternativa que no sea demasiado Kumbayá? Pues como yo no voy a tener nunca un premio gordo, no tengo la obligación de buscar una respuesta global (¡Uf, qué alivio!), pero me permito sugerir una parcial. Recordemos que un país no suele tener una única administración. Puede haber estados, o comunidades autónomas, provincias o länder. Si éstas gozan de suficiente poder de "creación institucional", el proceso darwiniano que mejora los mercados privados, también puede operar con las instituciones. Por poner un ejemplo, en Catalunya inventan ICREA, una institución de fomento de la investigación modélica. No mucho después Euzkadi crea Ikerbasque y la Comunidad de Madrid IMDEA. Con sus correspondientes mutaciones, claro. Ya veremos cuál de ellas gana la carrera evolutiva, pero no cabe duda de que estas innovaciones pueden dinamizar seriamente la investigación nacional. La evidencia a favor de esto es que la Ley de Reforma Universitaria de 1983, al permitir un cierto margen de innovación, permitió la creación de universidades con modelos de gestión distinto (la Carlos III o la Pompeu Fabra) además de algún bodrio, como es natural en cualquier proceso darwiniano. Las innovaciones exitosas, además de generar competencia, produjeron modelos que hasta los dinosaurios tuvieron que imitar en algunas dimensiones. Y así como los dinosaurios han sobrevivido hasta nuestros días, convertidos en aves, tal vez algunos de nuestros dinosaurios institucionales logren inventar el vuelo.

Esto que propongo tampoco es nuevo, claro. Es una de las tesis básicas de las gentes de Public Choice: una de las ventajas de descentralizar es permitir la innovación y la destrucción creadora. Esto no quiere decir que la solución de Romer vaya a fallar siempre. Las innovaciones impuestas por la Unión Europea es una razón por la que españoles e italianos somos tan favorables al proyecto europeo. Nos damos cuenta de que las normas que vienen de Bruselas tienden a ser mejores que las nuestras, como sugieren Juanjo Ganuza y Esther Hauk en un excelente artículo.