Redistribución: ¿Hobbes o Rousseau?

Aunque no me gusta hablar mucho de mi propia investigación en este blog, el reciente artículo de Pablo Brañas me da pie a comentar algo que acabo de terminar. Pablo se preguntaba por qué la gente que valora la suerte y no el esfuerzo prefiere la redistribución. Su contestación es que “ex post, los individuos evalúan sus resultados y dicen tener mala suerte. Como el desempeño no es verificable se alude a la mala fortuna pasada en vez de reconocer la falta de empeño.” Hoy voy a revisar otro par de experimentos, uno de ellos propio, que estudian de qué dependen nuestras preferencias por la redistribución.

El experimento, que llevamos a cabo con estudiantes de la universidad Pompeu Fabra con José Vicente Rodríguez Mora y Rosemarie Nagel intentaba averiguar si se podía conseguir algo parecido a un contrato social rousseauniano en una sociedad experimental. En el experimento un grupo de nueve personas tiene que decidir si trabaja o si no trabaja. Cuando no trabaja, el individuo consigue una renta baja. Cuando trabaja, paga un coste idéntico para todo el mundo, y tiene una probabilidad de dos tercios de tener una renta alta, y una renta baja con un tercio de probabilidad. Una vez cada individuo observa si los esfuerzos dieron resultado, todo el grupo vota si quiere redistribuir la renta generada en el grupo o no. Si una mayoría vota a favor de la redistribución, ésta tiene lugar y la cantidad total conseguida por el grupo se distribuye a partes iguales. En caso contrario, cada individuo conserva el resultado de su esfuerzo individual. Este proceso se repite 50 veces.

La teoría no ayuda demasiado a predecir el resultado del experimento. Hay varios resultados teóricamente posibles, dependiendo de las expectativas. Imaginemos por un momento que los sujetos votan de manera estrictamente egoísta. Entonces se vota a favor de la redistribución si y solamente si se es pobre. En ese caso, si espero que todos los demás trabajen, lo más probable es que la mayoría sean ricos y voten contra la redistribución. Por tanto, mejor pago el coste de trabajar y si tengo mala suerte me aguanto. Pero si espero que la mayoría no trabaje, entonces votarán a favor de la redistribución y acabaré con lo mismo que los demás y mi esfuerzo no habrá servido para mucho, con lo que lo mejor es que no trabaje. El primer equilibrio, donde todos trabajan, es mejor que el segundo, pero en cuál estemos depende de lo que cada grupo espere que pase.

Hay otra posibilidad mejor, que requiere una especie de contrato social. Podemos trabajar todos y después votar a favor de la redistribución incluso si somos ricos. Así cuando tengamos mala suerte los demás velarán por nosotros. ¿Cómo evitar que alguien se aproveche de una situación así? Pues usando el hecho de que también hay un equilibrio bueno y otro malo; si todos trabajamos y luego ayudamos a los que no tuvieron suerte, en la última fase del juego todos trabajan. Y si alguien se desvió, todos esperamos el equilibrio malo en el que nadie trabaja. Este último contrato social es mucho más elaborado que los equilibrios anteriores y requiere un grado de coordinación notable, pero es tan bueno que vale la pena ver si nuestros jugadores consiguen llegar a él.

Los resultados del experimento se pueden ver en los gráficos que siguen. Cada uno de ellos representa la media de resultados en cinco períodos de una sesión experimental; el rombo azul es el número de personas que se esforzaron en el grupo, los triángulos las personas que votaron que sí a la redistribución, los cuadrados el número de pobres y las aspas representan el porcentaje de veces que hay redistribución en los cinco períodos que representa cada punto. En tres de los grupos, el 1.1, el 2.1 y el 5.2 se puede ver que el nivel de esfuerzo es bastante elevado hasta el final, y los que votan a favor de la redistribución son minoría. En los restantes grupos, hacia el final del experimento prácticamente no hay esfuerzo y los votos a favor de la redistribución son mayoría.

La siguiente tabla nos muestra para cada uno de los experimentos los porcentajes agregados de esfuerzo en cada sesión, y los patrones de voto en las mismas. Tenemos el porcentaje de voto a favor de la redistribución de los ricos (todos los cuales hacen esfuerzo, red/rich), de los pobres que han hecho esfuerzo (red/poor), y de los pobres que no han hecho esfuerzo (red/ no eff.), así como los porcentajes de redistribución efectiva y los pagos medios.

Como se puede ver, los pobres votan de manera casi unánime a favor de la redistribución, sea cual sea la causa de la pobreza (la mala suerte o la falta de esfuerzo). Los ricos, todos los cuales han tenido que hacer esfuerzo, votan en contra. No parece haber evidencia del contrato social complejo. La gente vota por su propio interés, y se acabó. Para asegurarnos de que esto era así a pesar de que los resultados son ya bastante claros, hicimos también alguna regresión buscando los determinantes del voto. Nos interesa saber, por ejemplo si el voto de los ricos depende de cuánta gente se esforzó. Esto es importante, porque el contrato social requiere que los ricos voten en contra de la redistribución cuando la pobreza es consecuencia de la pereza, pero a favor si es consecuencia de la mala suerte. En la tabla 5 del artículo, por ejemplo, mostramos que los ricos no reaccionan con su voto al número de personas que realizaron esfuerzo (el coeficiente de la variable n-effort es insignificante en todas las regresiones).

Para los que piensen que esto es algo peculiar de nuestra cultura patria o de nuestras actitudes, resulta muy interesante repasar los resultados de otro experimento, esta vez de Pedro Rey-Biel , Roman Sheremeta y Neslihan Uler. En ese experimento los sujetos primero trabajan en una tarea cuyo pago depende en parte del esfuerzo del individuo, y en parte de la suerte. Una vez han trabajado, los sujetos deciden si dar parte de lo ganado a otro de los miembros del grupo. Una de las cosas más interesantes del experimento es que a la hora de donar dinero, a algunos sujetos se les decía qué parte de la renta de los otros era debida a la suerte, y otros no recibían esta información. Otra faceta interesante es que el experimento se hizo tanto en Estados Unidos como en España y esto permite hacer comparaciones culturales.

Los resultados son los siguientes. Aunque en este experimento los ricos sí que redistribuyen algo, cosa más fácil que en el nuestro porque la decisión no es entre igualitarismo perfecto o no redistribución, lo importante es que, como en nuestro caso, lo que se da no depende del esfuerzo de los otros, sino solamente de su renta. Como dicen los autores (p. 12) describiendo la tabla 4: “las donaciones en el tratamiento en el que se da información a los sujetos decrecen con la renta del otro sujeto. Más sorprendentemente, controlando por la mala suerte, las transferencias son más altas para los sujetos con bajo esfuerzo.” Es interesante observar (tabla 3) que cuando tienen información acerca de las causas de la renta de los otros jugadores, los americanos y españoles son igualmente generosos.

Quizá la diferencia cultural más interesante es la que surge de las creencias. Los dos gráficos siguientes muestran lo que americanos y españoles creen que es el factor suerte en el resultado de alguien con mal resultado (figura 2) y alguien con buen resultado (figura 3). Cada columna es el porcentaje de gente en España (oscura) y América (clara) que cree en un valor de la suerte mayor que el real en un número determinado. Por tanto las columnas con números positivos indican la gente que cree que hubo mejor suerte de la real, y las columnas con números negativos indican que se cree en peor suerte de la real. Como se puede ver, para los que tuvieron malos resultados los americanos creen que su suerte fue mejor que los españoles. Y por tanto, los americanos atribuyen más parte de los malos resultados al poco esfuerzo. Lo contrario sucede con los buenos resultados, los americanos atribuyen más parte del resultado al mucho esfuerzo que los españoles. Esto me parece significativo porque se parece a lo que nos dicen encuestas sociológicas, como el World Values Survey. Curiosamente, en el experimento, los españoles aciertan más. En la vida real es posible que los dos tengan razón. Allí puede que pese más el esfuerzo y aquí más la suerte.

Mi conclusión general de esta evidencia es que el contrato social que subyace al estado del bienestar es frágil. Tenemos que procurar que se use bien para no estropearlo. Esto supone conseguir que de verdad paguen los que más tienen, gastar bien lo que se recaude y transferir solamente a los que de verdad hacen esfuerzos pero a los que la suerte no acompaña.

Hay 26 comentarios
  • Coincido plenamente en las conclusiones en cuanto a que:
    La sociedad se ha creado para protegernos del exterior y de nosotros mismos. Por tanto, quien más tiene debe ayudar a quien nada tiene, pero con mecanismos que no desincentiven el esfuerzo y la retribución del riesgo beneficioso para la sociedad.

    El Estado debe utilizar el dinero de todos de forma eficiente, ya que en otro caso no cumplirá la función por la que fue creado y acabará pervirtiendo todo el sistema, provocando un debilitamiento de la propia democracia.

    Las personas sin recursos deben obtener un mínimo, pero no suficiente para que les sea beneficioso no intentar cambiar su situación. Y se tiene que ayudar a los que la fortuna no les ha sonreído, para que dispongan de una segunda oportunidad de enriquecerse y enriquecer a la sociedad.

  • Qué buen artículo. Una cita que viene al pelo:

    "Resulta difícil saber que tipo de desigualdades son aceptables por la mayoría de los ciudadanos. Por ejemplo, muchos consideran injusto que algunas personas ganen millones y otras ganen bien poco, y piensan que el gobierno debería recaudar dinero de quien más gana para repartirlo entre quienes menos tienen. Ahora bien, estas mismas personas juegan a la lotería. Si se fijan ustedes, la lotería hace precisamente lo contrario: todos pagamos más o menos la misma cantidad de dinero y hacemos que el azar convierta a unos pocos en multimillonarios. Si, una vez finalizado el sorteo, el gobierno cogiera el dinero de quien lo ha ganado para redistribuirlo entre la población, seguro que todo el mundo se quejaría. La razón por la que esto me parece extraño es que yo pienso que las desigualdades que proceden del azar son menos justas que las que proceden del trabajo. ¡Justo lo contrario de lo que parece pensar la mayoría de la gente!"

    Economía liberal, para no economistas y no liberales. Xavier Sala i Martin

  • Dans:

    Pese al respeto que me inspira el Sr Sala i Martín, hace tiempo que no leía un despropósito tan brutal. Por su capacidad demostrada, creo que el Sr Sala lo puede hacer mucho mejor. Volveré sobre el particular cuando tenga tiempo.

  • José Jarauta:

    Gracias por el aviso, y espero que vuelvas sobre el particular para explicarme por qué es un despropósito. Lo escribo sin ápice de ironía; no soy economista y quiero aprender. Otra posibilidad es que la cita sea apócrifa, uno nunca sabe ya. De todos modos, también sospecho que Sala i Martin hace trampas, pese a lo que dicen no le veo (al menos en sus artículos divulgativos) tan lejos de Huerta de Soto en cuanto a ideologización. Un saludo.

  • Sobre la conversación entre José Jarauta y Dans.

    He de decir que tengo bastante mala opinión de los tres grandes hombres --Hobbes, le citoyen de Genève y John Rawls--, y por ello mis palabras son sospechosas. Pero creo que la base del párrafo de Sala i Martin no está ni en Hobbes ni en Rouseeau. Se encuentra en Rawls.
    Lo que Sala parece estar haciendo es exponer la incoherencia de una de las bases de la filosofía del contrato Rawlsiano: No hay mérito porque hasta el esfuerzo, como el talento, es inmerecido, fruto del azar y por tanto los rendimientos excepcionales deben ser socializados para poder ser permitidos por el acuerdo o contrato del “escenario original”.

    Pero me ha parecido muy interesante ver que el profesor Cabrales dedica esfuerzos a validar la solidez de las bases intelectuales del estado de bienestar. Enhorabuena.
    Los modelos experimentales son una forma de hacerlo. Otra es ver lo que sucede alrededor porque todo occidente es un macro-laboratorio en el que podemos ver los resultados de Rousseau -- la sacralización de la voluntad común en manos de exégetas omnipotentes, es decir, un Hobbes camuflado-- y los de Rawls: los acuerdos tomados por dos seres disminuidos cubiertos por el velo de la ignorancia para toda la eternidad.
    La verdad es que parece más digna la visión de Rousseau pero tras casi 50 años de aplicación de las reglas de Rawls nos sobra base empírica para ver los resultados en un entorno en el que, a efectos prácticos, Hobbes y Rousseau se parecen mucho más de lo que pensamos.

    A ver si esta noche puedo pensar despacio sobre el trabajo de Antonio Cabrales y consigo echar una mano recurriendo a lo que para mí es la clave de este asunto: La redistribución como obligación moral privada, la igualdad de oportunidades como responsabilidad real del estado limitado y la caza libre del “free-rider” como condición necesaria para la supervivencia del conjunto.

    Salut et bon appétit

  • Sería interesante estudiar la dinámica de las decisiones, como por ejemplo ver si la gente condiciona su voto en función de su experiencia pasada (elección propia y de los demás, resultado de la parte aleatoria, etc.). Me imagino que alguien que ha tenido suerte varias veces no se comportará igual que otro que ha tenido mala suerte varias veces. También hay un problema de creencias: el voto de los demás puede influir sobre lo que creo que es justo para la sociedad.

  • Los experimentos me parecen fascinantes. Del segundo de ellos sólo se me ocurre extraer la siguiente enseñanza: si vives en EEUU, oriéntate hacia el esfuerzo. Si vives en España, oriéntate a saber aprovechar con máximo efecto las los escasos episodios de buena suerte que puedas tener, porque el esfuerzo te va a servir de menos.

  • Excelente artículo. No soy economista de formación, si bien trabajo en una entidad financiera (Caja Rural para más señas). Agradezco la claridad del autor, lo acertado de su enfoque y el tono utilizado (a pesar de que se nota que se muerde la lengua varias veces). Enhorabuena

  • Sería interesante para el experimento introducir una variable que reflejara la evolución de la renta media per cápita en el medio y largo plazo en función de la opción elegida. La solución ideal debería optimizar (maximizar) esta variable garantizando una renta mínima a los menos favorecidos por la "suerte" (incluyendo en ésta la inclinación natural hacia el trabajo o la pereza, así como los dones naturales...).

    Un saludo

  • Fuera del laboratorio hay evidencia que demuestra que Rawls tenia mucha razon cuando pedia que el contrato social se hiciera desde detras del velo de la ignorancia. Este articulo de Di Tella, Galiani y Schargrodsky en QJE 2007 muestra como las creencias sobre justicia redistributiva y valoracion del esfuerzo de unos ocupantes ilegales de tierra en Buenos Aires cambiaron cuando a algunos de ellos se les otorgaron titulos legales. Por supuesto, los que recibieron los titulos se hicieron mas "pro-mercado"
    http://www.people.hbs.edu/rditella/papers/QJEBeliefs.pdf
    En mi opinion es extremadamente necesario realizar estudios serios sobre de donde procede la desigualdad en nuestro pais (y en todos). Si del esfuerzo o de las circunstancias, que son moralmente arbitrarias. Esa informacion resulta valiosisima para la elaboracion de un contrato social que a mayor parte de los ciudadanos pueda considerar como justo.

    Antonio, gracias por el texto y un saludo.

  • Creo que una cuestión interesante seria descubrir cuál es la relación entre esfuerzo y habilidad en nuestra función de producción. Si esfuerzo y habilidad son independientes una mayor habilidad implicaría una mayor producción (o éxito) pero no una mayor disponibilidad a esforzarse. En este caso está muy claro que un buen contrato social debería ayudar a los que se esforzaron aunque tuvieron mala suerte (porque nacieron con baja habilidad) pero no ayudar a los que se esforzaron poco, simplemente porque el esfuerzo es independiente de la suerte que hayas tenido con tu asignación de habilidad. Sin embargo, si esfuerzo y habilidad son complementarios, la habilidad determina la productividad del esfuerzo y por lo tanto la disponibilidad a esforzarse. En este caso es muy difícil distinguir si el esfuerzo es bajo porque la persona en cuestión es vaga o porque tiene una baja habilidad y esto determina un bajo esfuerzo, en este último caso un bajo esfuerzo es también consecuencia de la mala suerte.

  • Gracias Antonio un trabajo muy bonito.

    Bueno, supongo que lo pasa a lo largo del experimento es que al final hay mucho "cooperador condicional" que se ve arrastrado por los gorrones y no le queda otra que acabar mal. Y claro si al final eres pobre (sea cual sea la razón) no te queda otra que pedir la redistribución.

    Recomiendo a todo el mundo que se lea el mecanismo de Kroll & Davidovizt (2003). En este paper se le enseña a los sujetos experiementales un dado de 6 caras (donde 1 es 1 euro, 2 es 2 euros,..., 6 es euros) y se le dan dos opciones:
    * A: salga lo que que salga en tu dado, el mismo resultado se pagará a todos los participantes del experimento
    * B: el resultado de tu dado es para tí y a cada participante se le lanzará su propio dado.

    Todo el mundo elije A.

    referencias: KROLL, Y. y L. DAVIDOVITZ (2003), “Choices in Egalitarian distribution: Inequality aversion versus Riskaversion”, Economica, 70, pp. 19-29

  • Sería interesante sacar del laboratorio el experimento y poder identificar dentro de un país o región quiénes son realmente los esforzados con mala suerte (pobres) y no los vagos con buena suerte. Esto supondría un enorme avanza en la política de desarrollo. Si garantizamos una distribución desde el "rico-esforzado y con suerte" al pobre esforzado sin suerte, tendríamos una ayuda al desarrollo eficaz. Así se rebatiría la hipótesis de que la ayuda oficial es recaudación entre los medios-pobres de los países ricos que temrina en manos de los medios-ricos de los países pobres. Pero no es nada fácil ni barato identificar realmente quien tuvo esfuerzo sin suerte.

  • Del enunciado se deduce que el 66% de los trabajos pagan bien y el 33% mal o poco. Me queda la curiosidad de ver qué sucedería si el modelo, en vez de ofrecer esas estupendas rentas con alta probabilidad, ofreciese algo más frecuente. Es decir, un 5% de renta muy alta, un 10% de renta alta, un 65% de mileuristas --todos ellos tributando-- y un 20% de paro con renta mínima y sin tener que barrer ni el suelo.
    Entonces es cuando se entiende lo que explica Antonio: Que los modelos redistributivos por exacción forzada de un poder absoluto son débiles. Realmente se autodestruyen al cabo de cierto número de ciclos porque el contrato social queda expuesto y condenado por sus resultados. Personalmente creo que el factor causal más importante es que, tras unos ciclos en los que el sistema se degrada por altos costes y bajos incentivos, lo racional es ser gorrón, free-rider, y muy quejoso.

    La teoría de los contratos sociales suele olvidar a Proudhom y se centra en crear un subterfugio para que el estado pueda tener el poder de quitar a unos y dar a otros según sus criterios. Criterios que teóricamente son de equidad (sólo en dinero, es lo único de lo que se preocupan) pero en la práctica estos criterios son dictados por el interés de los órganos de control estatal propiamente dichos.

    Es por eso que Rawls necesita como el comer dos seres minimalistas e irreales cubiertos por el velo de la ignorancia. De no ser así nadie aceptaría un modelo que, en el fondo, es el estricto modelo comunista de los años previos al stajanovismo. El individuo es definido por el estado y está a su disposición.

    Realmente la crítica de Rawls ya está hecha (Sandel, Nozick, Rodilla en España, etc) pero quizás la más demoledora es la del mero sentido común que dice: "Vale, de acuerdo, aceptamos tu teoría y la aplicamos a rajatabla. ¿Qué te parece si tras funcionar con ella 40 años levantamos el velo de la ignorancia y miramos a ver qué ha sucedido?"

    Saludos

  • Dans:

    Una cosa es considerar que el esfuerzo deba ser recompensado, que no creo que nadie en su sano juicio pueda negar y otra cosa es confundir el trabajo (neg-ocio) con el juego (ocio). Confundir ambos planos demuestra una falta de cultura general preocupante, y cualquier intento de equipararlos es pueril.

    Los juegos de azar son eso: juegos.

    En el universo mágico de Xala i Martín ésto es un absurdo, pero sucede:

    http://patrioticmillionaires.org/

    Por cierto, creo que esto sería muy difícil de ver en España, nos parecemos pero no tanto.

  • Antonio y Pablo,

    Gracias por este post. Sobre la fragilidad del contrato social (equilibrios multiples), mi articulo favorito--que seguro conoces- es Alesina y Angeletos, Fairness and Redistribution, AER 2005.

    Dejo el link para los interesados: http://www.jstor.org/pss/4132701

    David

  • Con respecto a lo que dice Sebastian Melmoth sobre esfuerzo y habilidad, hace poco hicieron un estudio que tiene relación:

    http://www.wired.com/wiredscience/2011/10/why-do-some-people-learn-faster-2/all/1

    Se hicieron tests a centenares de escolares. Después, a un grupo se les elogió por su inteligencia, mientras que a otro se les elogió por su esfuerzo. Dados a elegir los siguientes tests, se comprobó que los del grupo esfuerzo elegían las pruebas más difíciles, mientras que los del grupo inteligencia las menos (procuraban evitar el riesgo a equivocarse). Se comprobaba después que los del grupo esfuerzo tenían una mayor predisposición a querer aprender de sus errores. Finalmente, la realización de nuevo del test inicial suponía una mejora del 30% en los del grupo esfuerzo y un empeoramiento del 20% en los del grupo inteligencia.

    Parece que el esfuerzo tiene una relación directa con la habilidad y por ello con la productividad. Por tanto el esfuerzo debería ser incentivado, independientemente de la suerte del individuo.

  • En algún otro post de Nada es gratis he leído que son las habilidades no cognitivas las que realmente determinan el éxito laboral. Siendo así, no hace falta que nos preocupemos mucho sobre la injusticia de nacer con más o menos talento. En este caso la suerte no es importante.
    Más preocupante es que el éxito esté determinado por la situación económica de los padres. Un poco de Rawls para evitar esto no vendría mal.
    En cualquier caso, la efectividad del velo de la ignorancia o de su aplicación es medible desde mi punto de vista. Basta con ver la correlación entre los ingresos de los padres y los de los hijos. Y, si no me equivoco, estos datos han aparecido también por estas páginas y creo que en la meca del esfuerzo (USA) la cuna era más determinante que en Espanya. Hablo de memoria y quizás me equivoco, estaría bien que alguien nos enlazase estos datos.

  • @ Manu Oquendo

    Siempre interesante y siempre críptico. Qué ha sucedido tras funcionar 40 años el velo de la ignorancia? Realmente se ha aplicado a conciencia?

  • Antonio:

    A la comparativa que haces al final sobre datos de EE.UU. y España le falta un anexo en el que los encuestados norteamericanos y españoles definan por sí mismos el concepto de suerte. Posiblemente nos encontraramos con que en EE.UU. suerte es que a uno le toque la lotería, mientras que aquí es tener un concuñado concejal de urbanismo. Por eso salen las estadísticas que salen. Por eso los que nos hemos esforzado solemos mirar con recelo el estado del bienestar, porque ya hemos devuelto lo que de él hemos recibido y le estamos invitando a comer a más de uno, que diría Friedman.

  • Mala suerte es la que tuvo ayer por la tarde el pobre conductor al que le cayó un coche encima al pasar bajo un puente por la M-50.

    En cuestiones a más largo plazo no creo que quepa hablar de suerte sino de valoración y aprovechamiento de oportunidades. Esto depende bastante de las actitudes y cuando son constantes la gente suele salir adelante y muy bien. Unas veces ganas, otras pierdes, pero el saldo es decente. De eso se trata, del neto.

    Otra cosa son los “Bill-Gates”. Estos son excepcionales pero tampoco en la suerte sino en entender situaciones con oportunidad y cómo aprovecharlas y gestionarlas. Cada día hay mucha gente que firma contratos de software pero ninguno tan sabio y prudente como Gates cuando firmó el primero con IBM.

    La suerte suele ser una ayudita psicológica que se nos ofrece para tranquilizarnos.

    Quisiera añadir que, aunque soy muy crítico con Rawls, ello no me impide admirar la obra monumental que construyó a lo largo de su vida.
    Recomiendo su estudio, lectura y relectura pausada porque pocas cosas más profundas y con más efecto en nuestras vidas se han hecho desde Kant y con una diferencia: Mientras Kant fue un golazo por la escuadra del poder omnímodo, Rawls proporciona una eficaz “guía para legisladores” de los regímenes surgidos de Robespierre y de las rectas de Rousseau para ser buen ciudadano.
    Sirve para entender, por ejemplo, muchos de los titubeos y errores del estado en la lucha contra el terrorismo nacionalista e islámico o lo referente a la baja exigencia escolar o las políticas de redistribución.

    Sólo desde este esfuerzo de reflexión sobre esta obra se puede descubrir lo torticero de su esquema directriz y el daño corrosivo que nos viene produciendo quizás desde la buena intención. Esa que pone los adoquines camino del infierno.

    PD. Didac. Es un asunto ya conocido en el blog hace mucho tiempo y resulta off-subject. Desde mi e-mail te puedo enviar la respuesta que es un poco larga. manuoquendo@yahoo.es
    Saludos

  • ¿Hobbes o Rousseau?.

    A Hobbes y Rousseau yo los considero en ocasiones menos notarios de su tiempo, y como tales propensos a cometer algunos errores administrativos. Dependiendo del momento pueden ser elevados a los altares o enviados directamente al paredón. Mi preferencia va por una aproximación ecléctica que sería prolija exponer en este momento.

    Elevemos la pregunta a un nivel macro:

    ¿Puede el pobre con su esfuerzo financiar al rico?.

    La respuesta evidente, y yo me atrevería a decir de sentido común, es que en ocasiones SÍ.

    China’s $1.5 Trillion Bet: Understanding China’s External Portfolio
    A CGS Working Paper.

    http://www.cfr.org/china/chinas-15-trillion-bet-understanding-chinas-external-portfolio/p18149

  • Antonio Cabrales, este trabajo es original e interesante.

    Ahora bien, si yo fuera un parado pensaría, "entonces, cuánto peor les vaya a los demás, más solidarios serán, luego lo que debo hacer es socializar mi sufrimiento" ...

  • Ante todo felicitarte por el artículo, aunque no estoy de acuerdo desde el punto de vista moral.
    Tu conclusión:
    "Mi conclusión general de esta evidencia es que el contrato social que subyace al estado del bienestar es frágil. Tenemos que procurar que se use bien para no estropearlo. Esto supone conseguir que de verdad paguen los que más tienen, gastar bien lo que se recaude y transferir solamente a los que de verdad hacen esfuerzos pero a los que la suerte no acompaña".
    Pero es complejo y dificil enjuiciar el estudio. antes que nada se basa en algo absurdo "tener suerte es ganar mucho dinero".
    1º Me duele ver donde hemos llegado con este tipo de estudios. Que de seguro ha sido promovido y realizado por quien ha tenido suerte y se ha esforzado (la suerte se tiene cuando uno se esfuerza).
    2º Por encima de todo está el ser humano, cada uno es un mundo y me gustaria saber quien enjuicia el sacrificio, la suerte. ¿Quién puntúa?.
    3º El enfermo, que no ha tenido suerte, que necesita de un tratamiento caro ¿que se muera?. Quien dice enfermo, el anciano, el que ha estado trabajando toda la vida ganando un sueldo básico y se queda en el paro con 50 años etc. etc. Estos ¿dónde van? ¿que hacemos con ellos?.
    4º Aquellos que nacen con un defecto mental, con una alta minusvalía, estos no se van a esforzar nunca. Los eliminamos, entonces.
    Sí se que expongo situaciones límites y que de seguro no las incluye en el reparto de tus conclusiones. Pero quiero hacer ver una cosa, el hombre es algo más que una vida dedicada al trabajo, que entra en un engranaje y que tiene que procurar con su esfuerzo su trabajo que la maquina funcione.
    No estoy de acuerdo con este tipo de estudios, propios de una sociedad oscura, robótica y extremista. ¡ah! me considero de los que he tenido suerte y sacrificio. Ahora tengo 60 y me pregunto ¿para qué?.

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