Llega el verano, y encima unas elecciones, y con ellas gobierno como mínimo con nuevas caras. Así que igual les apetece a los lectores una lectura “ligera” sobre asuntos importantes para nuestro futuro. El autor, Nacho Conde, es un habitual de estas páginas, y aparte de su trabajo de divulgación por aquí (y en muchos otros medios), ya nos regaló otro interesante libro, “Qué será de mi pensión.” En él se hablaba de la grave dificultad para mantener el pacto generacional que sostiene un sistema de pensiones de reparto cuando la población y el crecimiento se estancan, como nos pasa ahora mismo. Este nuevo libro, donde la coautora de lujo es su hija Carlotta es en el fondo un producto de las reflexiones que dieron lugar al anterior. Porque el problema de las pensiones en un contexto de población decreciente es que pone en una situación muy comprometida a la generación que tiene que pagarlas. Esa generación es la que Nacho y Carlotta llaman “la juventud atracada.” Ahora intento explicarles brevemente por qué.
El primer capítulo es más bien descriptivo de cómo son las nuevas generaciones. Hay muchos mitos fácilmente desmontables (egoísmo, falta de participación o resiliencia), pero algunas realidades interesantes. Tienen niveles educativos más elevados, son más “digitales”, tolerantes de la diversidad, y más celosos en proteger su vida privada contra la intrusión del trabajo. Quizá esto último es lo que provoca las amargas quejas de los “cuñados boomer”, pero a mí me parece un progreso que los jóvenes muestren poca tolerancia a ser forzados a jornadas inhumanas. Ah, y tienen hábitos más saludables, en términos de menor consumo de tabaco, alcohol y drogas que la generación de sus padres. Aunque no todo es color de rosa, tienen más problemas de depresión y ansiedad que sus padres. Esto último quizá sea porque son más conscientes de este problema que es menos tabú en su generación. Y, obviamente se enfrentan a muchos retos, que es de lo que vamos a hablar.
El segundo capítulo ya entra en materia revelando la raíz del problema. Los jóvenes son una fracción del electorado mucho menor, que la que eran sus padres a la misma edad. Los de 18 a 34 años han pasado entre 1980 y ahora de ser el 35% de los votantes al 21% y los mayores de 65 han pasado del 16% al 25%. Y esta transición demográfica no ha terminado aún. Además, los jóvenes, antes como ahora, votan menos que los mayores, con lo que su peso es aún menor. Para colmo, llegar a los jóvenes en campaña es difícil porque no usan medios tradicionales y es muy costoso apuntar a ellos en redes. Para los mayores basta la televisión y los diarios “de siempre”. Encima, a los mayores les preocupa algo muy reducido, su pensión y la sanidad. No tienen preocupación por la educación, la ciencia, el cambio climático. Todas esas cosas son para el futuro.
Y, claro, ya el en tercer capítulo vemos que los gastos públicos están muy comprometidos. El 40% del presupuesto van ya a pagar cosas de los mayores. Pero esto va a empeorar. Donde hoy la pensión de un jubilado la pagan entre 3 trabajadores, en 2050 lo harán 1.5. La carga, pues, se va a doblar. Es verdad que algo de crecimiento habrá en este período, pero confiarse al crecimiento en un país en el que productividad total de los factores lleva tres décadas sin crecer parece como poco excesivamente optimista. Y, no, la reforma actual de las pensiones no va a mejorar ese problema Lo único que ha hecho es “garantizar” que los mayores de esa época cobrarán sin que eso aumente la deuda, pero esto no soluciona esa aritmética fatal.
Una verdadera solución pasaría por aprovechar la mayor longevidad para prolongar la vida laboral voluntariamente, o el crecimiento, por ejemplo. Pero no parecen ir por ahí los tiros. Otra solución requeriría hacer inversiones fuertes y serias ahora en cosas que pueden aumentar el crecimiento. Como la educación y la investigación. Ya hemos hablado en el blog muchas veces de la importancia de la educación para el crecimiento, pero no está de más recordarlo. Lo mismo se puede decir de la ciencia y la innovación. Pero lo cierto es que ni la mejora de la calidad de la educación ni, sobre todo, la de la ciencia, dan muchos votos. Las pensiones sí los dan. Y más que van a darlos. Y por tanto el gasto en pensiones sigue aumentando de manera imparable y para llegar al gasto medio de la Unión Europa en ciencia, algo que no requiere ni un uno por ciento del PIB llevamos prometiendo, y no haciendo, dos décadas.
Este es el atraco del que hablan Nacho y Carlotta. Lo que podría hacerse para mejorar el futuro no da votos, y no se hace. Lo que hunde en la miseria a los jóvenes da votos aquí y ahora. Pues adelante a toda máquina al abismo del “atraco perfecto”.
Hay muchos más asuntos “atracantes.” La bola de deuda que hemos acumulado habrá que pagarla (las consecuencias de no hacerlo no son mucho mejores), y esa “pelota” la estamos tirando hacia delante, para que, otra vez, la paguen los jóvenes. Los jóvenes también sufren de nuestro mercado de trabajo tan dual y precario. Es verdad que la reforma ha traído disminución de los contratos temporales, pero no la precariedad. Como argumentan Nacho y Carlotta “En el 2022 (tras la reforma) se hicieron 23,9 millones de altas y 21,6 millones de bajas, prácticamente igual en el 2021 (antes de la reforma), donde se hicieron 23,5 millones de altas y 22,3 millones de bajas. Si la reforma hubiera transformado contratos temporales en indefinidos se observaría una caída muy significativa del número de altas y de bajas.”
Los problemas no acaban aquí. Como los salario de los jóvenes no mejoran, y la vivienda crece en precio, esto hace más difícil independizarse y por tanto dificulta aún más la natalidad. La revolución digital es muy probable que polarice a la sociedad, destruyendo empleos de salarios intermedios. Y la emergencia climática, que hemos creado los mayores, va a generar otros muchos problemas adicionales, que tienen que pagar los jóvenes.
¿Se puede hacer algo? Algunas cosas ya las hemos dicho aquí. Los mayores debemos ser menos egoístas y contribuir más al futuro, no pasar la bola de deuda para adelante, y aumentar las contribuciones ahora para gastos que generen más crecimiento en el futuro. La alternativa es que los jóvenes se harten y manden el pacto generacional a paseo, como ya advertía en una de mis primeras intervenciones en estas páginas. O pueden “votar con los pies” e irse a países donde a los jóvenes los traten mejor.
Sospecho que los lectores de este blog ya están convencidos de lo que dice el libro. Pero el formato compacto y “fácil”, lo hace muy recomendable como “regalo de graduación” para los jóvenes no concienciados, o de jubilación para mayores que tal vez sean persuadibles de la necesidad de reformas para proteger a sus sucesores. Porque el altruismo de los mayores hacia “sus” jóvenes es una verdad evolutiva incontestable, y quizá vale la pena apalancarlo para conseguir un altruismo hacia los jóvenes en general. La alternativa parece poco recomendable.
Ah, y si conocen a alguien que no le gusta leer, pero quizá se anime a escuchar, Nacho y Carlotta van a seguir la estela de Santi Sánchez Pagés y además de un libro, harán un podcast que esperamos sea tan bueno como el Capital y Trabajo de Santi (que también recomiendo encarecidamente escuchar si les gustan el cine y la economía). Permanezcan atentos porque promete ser muy interesante.