Recomendación de lectura - Polarizados: la política que nos divide

Hace tiempo que no les hablaba de libros. Hoy vuelvo con uno que trata sobre un asunto que me parece central para nuestra vida en común. Una sociedad necesita de unos mínimos para convivir, y el ruido ambiental en España es muy alto. Yo pensaba que esto era algo específico de Twitter y otras plataforma sociales, y bastaba con exiliarme de ellas para volver a la realidad menos agresiva. Pero este libro de Luis Miller ha cambiado mi forma de pensar. El ruido en Twitter es más bien un reflejo no distorsionado de la realidad. Realmente estamos mal.

Ciertamente, no creo que muchos de nosotros tengamos dudas sobre que la confianza entre ciudadanos de distintas orientaciones políticas es baja. Pero ¿cómo de baja? Un experimento de Torcal y Martini sugiere que mucho (por cierto, Mariano Torcal tiene otro libro excelente sobre el tema, del que quizá les hable en otra ocasión). Los autores hicieron un experimento de confianza, en el que una persona tiene una cantidad de dinero, que puede quedarse o enviar a un tercero en parte o totalmente. La cantidad que se envía se multiplica por una cantidad, típicamente por tres. Y la persona que recibe decide qué parte de la cantidad total devuelve al que le envió y qué parte se queda. La cantidad que se envía es una estupenda medida de confianza, porque si pienso que el otro no me va a devolver nada, mejor me quedo lo que tengo aunque sea poco e ineficiente. Pues bien, como se puede ver en el siguiente gráfico los votantes del PSOE envían a los del PP (y los del PP al PSOE) una tercera parte de lo que envían a alguien de su partido. Esto es una barbaridad comparado con lo que pasa en estos experimentos en general.

Por comparación, las actitudes entre ciudadanos de diferentes comunidades autónomas no son tan extremas, a pesar de lo que pueda parecer a veces.

Las diferencias de confianza entre madrileños y catalanes (y viceversa) son muy pequeñas comparadas con las diferencias entre partidos. Una brillante estudiante de UC3M, Najiba El Amrani, replicó estos resultados en Almería y allí también se ve que incluso en un entorno complejo, las diferencias entre nativos e hijos de inmigrantes son muy menores comparadas con las diferencias entre partidos (Najiba, si me lees, publica ya el TFM 😊 ). Y hay más resultados en esta literatura. El propio Luis Miller participa en una comparación internacional con un diseño similar, y también has escrito otro artículo donde replica los resultados en el laboratorio en el Reino Unido y España y aporta algún mecanismo explicativo.

Uno podría pensar que las diferencias son el resultado de la identificación personal con los partidos, y no con las ideas de estos, o que esto ya pasaba con Zapatero o con Aznar. Pero esto no es correcto, no nos enfrentamos a diferencias puramente simbólicas y tribales. Las ideas de nuestros conciudadanos han evolucionado mucho en estos veinte años y ahora estamos más separados, objetivamente, que hace 20 años.

Por ejemplo, el CIS pregunta a los españoles dónde se encuentran en términos políticos de 1 a 10, donde 1 es lo más a la izquierda y 10 lo más a la derecha. La primera observación es que en el 2000 había un 8% de personas en las posiciones extremas (1,2, 9, y 10). Ahora estamos en más del 20%. Algo que naturalmente se refleja en los votos.

Pero quizá hay una causalidad inversa. Ahora hay más partidos “extremos” que están en el gobierno, y quizá ha hecho más fácil definirse como extremos sin cambiar mucho de ideas. Esto tampoco es correcto. Una pregunta muy relevante del CIS es la siguiente “¿Diría usted que lo que los españoles pagamos en impuestos es mucho, regular o poco?.” Aproximadamente la mitad de los españoles piensan que pagamos mucho. En el PP es algo más grande, y un 60% lo piensa, y no ha cambiado mucho en el tiempo. En el PSOE eran un poco menos, un 50%, en el año 2000. Pero ahora son solamente un 20%. En Podemos se parecen mucho al PSOE, mientras que en Vox son el 80%. Estas son diferencias políticas reales, y de gran calado, no puramente retóricas.

Otra cuestión importante tiene que ver con las diferencias por los servicios públicos. A la pregunta sobre si preferimos un centro público o privado para un tratamiento sanitario, una clara mayoría contestamos un centro público. Esta preferencia ha aumentado entre un 12 y un 15% en votantes del PSOE, Podemos y hasta del PP en estos años. Pero Vox es el primer partido dividido a partes iguales entre sanidad pública y privada.

En temas culturales, también hay mayores diferencias. Nueve de cada diez votantes del PP se consideran católicos, ahora como hace 10 años. En el PSOE han caído de 71 al 55% y en Podemos del 44% de Izquierda Unida en 2010 al 19% de UP en 2022.

Otra pregunta importante tiene que ver con la creencia en la meritocracia. La pregunta tiene que ver con si la posición social se debe a la suerte o al esfuerzo. Los votantes de PSOE y de Podemos han aumentado un 20% la creencia de que se debe a la suerte. Los votantes del PP creen más que antes en la meritocracia, y los de Vox son aún más extremos. La diferencia entre extremos se ha más que cuadruplicado entre 2010 y 2022,

Seguiría, pero creo que no hace falta. Creo que es más productivo pensar si se puede hacer algo para mejorar el clima social. El autor propone varias líneas. La primera es una toma de conciencia personal sobre nuestros sesgos sobre los demás. En sus palabras: “Por ejemplo, deberíamos preguntarnos si nuestras reacciones automáticas a cuestiones políticas incorporan elementos de sobregeneralización, etiquetado o catastrofismo. Si es así, probablemente estamos siendo víctimas de una suerte de pensamiento distorsionado. Una segunda técnica que deberíamos utilizar es la de buscar evidencia a favor y en contra de nuestros pensamientos y convicciones. Una variante de esto último es tratar de imaginarnos cuáles serían los argumentos que defendería una persona que no esté de acuerdo con nosotros.”

Segunda, combinar la ideología y el bien común. De nuevo, en sus palabras “Una vez que reconocemos a los demás como interlocutores válidos y legítimos, independientemente de su ideología, debemos poner el foco en algo positivo: cómo alcanzar fines colectivos en entornos ideológicamente diversos. En última instancia, nos organizamos en sociedad para alcanzar metas y crear bienes colectivos que no podemos conseguir individualmente. Ésta debería ser nuestra razón para la convivencia, y no la promoción de visiones ideológicas estrechas del mundo. Por tanto, la segunda actuación tiene que ver con estar abiertos a la posibilidad de que aquellos que no piensan como nosotros puedan sorprendernos y aportarnos algo positivo para la consecución de un bien común. Esto tiene dos beneficios, uno moral, de reconocimiento del otro como interlocutor válido, y otro instrumental, de incorporar nuevas ideas y experiencias para alcanzar aquello que anhelamos.”

La tercera línea tiene que ver con hacer algo, como participar en organizaciones civiles en las que haya diversidad. La cuarta pide usar la tecnología para identificar mejor las fake news y pedir más responsabilidad a los medios de comunicación. Por último, propone intervenciones desde el sistema político, como mejorar el sistema electoral, o reforzar la independencia de distintos poderes.

Por mucha simpatía que tenga sobre las propuestas del autor, me queda la duda de que ninguna de ellas vaya a funcionar en serio. Creo que es un problema difícil, y las tendencias son feas. Es más complicado llegar a consensos en economías que no crecen como la nuestra y por tanto los conflictos redistributivos son importantes. Y el cambio climático lo va a complicar todo. Pero esto no es razón para no pensar en el problema, tenemos que trabajar en ello, y trabajar duro, porque es importante mitigar las consecuencias terribles de esta situación.

Hay 9 comentarios
  • Muy interesante el artículo, aunque solo confirme algo que ya intuíamos. Me uno al pesimismo del autor: esto no puede ser bueno...
    Creo que el aumento de la desigualdad es un motor importante de esta polarización, y me atrevo a decir, que es, incluso, la causa última de la misma.

  • Buenos días, Antonio. Interesante lectura.

    Creo que el tema capital es cómo tratamos a los votantes. Si los tratamos como mayores de edad o como sujetos condicionados por nuestra ideología, es decir, como menores de edad que necesitan ser tutelados y conducidos por nuestras arengas.

    Si yo me enfermo, a quién elegirían para curarme, al médico del pueblo o al curandero más popular. La respuesta que parece obvia, es sin embargo la menos evidente hoy en día.
    Y es que en ocasiones un tratamiento agresivo y realista es impopular, así que todo se reduce en la tendencia a aplicar la política no más eficaz, sino la más cosmética.

    Esta política patológica, que evita tomar decisiones valientes y difíciles, con tal de contentar a nuestro caladero de posibles votantes es un cáncer para la democracia. Aderezado por la irresponsabilidad de culpabilizar a la otra parte de todo lo que no cuadra con esa imagen cosmética que tratamos de proyectar.

    Al final, nos perdemos en discusiones superficiales que ocultan el verdadero calado de los problemas estructurales de nuestro país. Y la polarización del debate acaba por engullir incluso a los más honestos y preparados.

    • Es posible, pero fíjese que el argumento del libro es que las diferencias entre personas son reales. Es muy difícil ponerse de acuerdo sobre la reforma fiscal si la mitad de la sociedad piensa que pagamos demasiadoos impuestos, o a muchos les parece que la sanidad pública no es necesaria.

      • Perdón, creo que he confundido la base del argumento.

        He enfatizado el rol de la superestructura (partidos, medios, etc…) como fuentes de irradiación ideológica, sin tener en cuenta la infraestructura o el tipo de estatus real o estrato social de los votantes vinculado a nociones ideológicas por afinidad económica.

        Parece claro que la desigualdad genera divergencia de intereses, incentivando el conflicto. Sin embargo esa reactividad del animal político, a actuar como un resorte, en contra del otro por cuestionar la fundamentalidad de sus principios, requiere un trabajo psicológico de educación y empatía que compete a toda la sociedad. Y ahí caben dos caminos, o empezar desde la base, o corregir desde arriba, y por eso me inclino por la responsabilidad política a corto plazo, desde un liderazgo responsable basado en la educación y el respeto.

        Como decía Aristóteles “Sólo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo sin necesidad de aceptarlo”.

  • Muchas gracias por esta reseña Antonio, muy útil. Una pregunta: ¿el autor tiene en cuenta el impacto de la terrible crisis de 2008-2012 y su impacto en la década posterior? ¿Tb en relación al impacto que ha tenido por grupos sociales y sus preferencias de voto? Gracias.

    • Gracias, Carlos. No entra en tanto detalle, pero casi todos los datos son del CIS y por tanto es fácil replicar los análisis. Pero la mayoría de los gráficos del libro empiezan bastante antes del 2000 y se ve que las tendencias preceden a la gran Recesión y no observo un cambio o aceleración de la tendencia en ese momento. Creo que el autor señala en algún momento que puestos a buscar correlaciones, el cambio en la desigualdad tiene una tendencia más parecida.

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