Qué hace un buen profesor

Esta entrada está escrita con David Ramos Muñoz

Hace tiempo que David y yo estamos hablando de lo que hace un buen profesor, motivados en parte por un libro que escribió su tío Ángel Muñoz Caballero, en el que se refleja la vida de un pequeño pueblo de Badajoz, Zarza Capilla, en los años de la posguerra a la democracia. Uno de los capítulos hace referencia a la escuela, y a un profesor, don José. Este profesor, nos dice el libro “luchó tanto porque sus alumnos continuaran sus estudios más allá de la enseñanza primaria que, sabiendo que los padres no podrían costearlo, preparaba y presentaba a las promociones enteras a las entonces llamadas becas PIO y así consiguió que casi todos los niños estudiaran al menos el bachillerato”. La evidencia anecdótica (David) sugiere que todas las demás personas que tuvieron la suerte de aprender con don José (su propio padre, entre otros) no hablan tanto de si explicaba mejor Matemáticas, Lengua o Historia, y sí, y mucho, de su humanidad, y su capacidad de ver a cada estudiante por sí mismo.

Lo anterior justo coincide que la semana pasada celebraba (Antonio) un homenaje a uno de sus mejores profesores en la facultad, Emilio Cerdá (en la foto), que acaba de pasar a profesor emérito. Y la pregunta se hace como más urgente. Personas como Emilio o don José consiguen resultados extraordinarios, y esto no sorprenderá a los lectores de Antonio, porque ya he hablado de ello repetidamente (aquí o aquí, aquí, y en más sitios). Pero, ¿Cómo lo hacen? Y, salvando las distancias con estos verdaderos Maestros, para los mortales a los que, simplemente, nos importa ser buenos docentes, ¿Cómo podemos mejorar?

Lógicamente no podemos tener una respuesta unidimensional. Seguro que “cada maestrillo tiene su librillo.” Desde luego, Emilio era un profesor extraordinariamente claro y riguroso, que hacía parecer fácil lo difícil. Pero eso no es todo, y estamos de acuerdo, desde nuestra propia experiencia, como alumnos y como docentes, en que un buen profesor te hace consciente de lo importante que eres tú mismo para conseguir tus objetivos. Y te da confianza en que puedes hacerlo ¿Hay alguna evidencia general de esto?

Seguro que hay mucha más, pero nos ha llamado la atención un estudio muy reciente de Carrel y Kurlaender, sobre cómo un correo electrónico puede cambiar la vida de un estudiante, si ello le permite sentirse visto. La pregunta que se hacen los autores es si quizá no importa tanto un cambio radical, sino algo más sencillo, mostrar que la gente nos importa.

La investigación comenzó con una serie de grupos focales (focus groups). Los autores hablaron con estudiantes varones negros y latinos de una universidad pública no elitista en California; estudiantes con talento, pero con dificultades para mantenerse implicados con la educación. Se obtuvieron dos conclusiones clave: estos estudiantes se sentían desconectados de sus profesores y no estaban seguros de qué se necesitaba para tener éxito en la universidad. A diferencia de la secundaria, donde el apoyo docente era común, la universidad a menudo parecía impersonal. Sospechamos que a algunos compañeros les va a sonar esto, por desgracia demasiado habitual entre nosotros. Y es que, como académicos, damos cuenta de un estudio; pero, como docentes, formamos parte de un fenómeno que enfada y entristece a partes iguales.

Inspirados por esto, los autores desarrollaron una intervención sencilla: correos electrónicos personalizados de los profesores en momentos estratégicamente planificados, en los que, por un lado, reconocían el rendimiento presente de los estudiantes, y también ofrecían consejos concretos para mejorar (asistir tanto a las clases grandes como las pequeñas, completar los problemas prácticos, y hacer uso de las tutorías), y, por otro, indicaban la disponibilidad de horario de atención (tutorías). La idea era que los profesores parecieran más humanos, accesibles y comprensivos, y redujeran la incertidumbre psicológica que afecta a muchos estudiantes de primera generación y pertenecientes a minorías en su primer año. Lo interesante es que los autores mismos definen la intervención como “leve/suave” (light touch).

La primera prueba se realizó en una clase numerosa de introducción a la microeconomía. Los estudiantes que no entregaron o suspendieron la primera tarea fueron asignados aleatoriamente a un grupo de tratamiento o control. Los del grupo de tratamiento recibieron retroalimentación (feedback) personalizada del profesor después de la primera tarea (sobre qué se necesita para que te vaya bien; ir a clase, hacer las tareas, ir a tutoría, y recordando las horas de consulta del profesor) y después del primer examen parcial, adaptada a su rendimiento (en qué fallaron, qué pueden hacer).

Los resultados fueron sorprendentes: los estudiantes del grupo de tratamiento obtuvieron mejores resultados en todos los aspectos: mayor entrega de tareas, mejores calificaciones parciales y finales, e incluso un aumento en las calificaciones generales del curso (aproximadamente media letra/medio punto en promedio en una escala de uno a cuatro) Aunque la muestra fue pequeña, fue suficiente para sugerir que estas intervenciones "suaves" tenían potencial.

Motivados por el piloto, los autores ampliaron el experimento. En esta ocasión, trabajaron con 22 profesores de 20 asignaturas diferentes, llegando a casi 3000 estudiantes de la misma universidad. En la versión completa, los estudiantes del grupo de tratamiento recibieron tres correos electrónicos personalizados durante el semestre: a principios del trimestre, a mitad del semestre y antes del examen final. Estos mensajes seguían el mismo guion principal: "Así es como lo estás haciendo, así puedes mejorar y así puedo ayudarte".

Los estudiantes fueron asignados aleatoriamente dentro de cada curso, y los profesores tuvieron libertad para adaptar los mensajes, respetando los principios clave. Es importante destacar que los investigadores se centraron especialmente en estudiantes de minorías, especialmente estudiantes negros y latinos, así como en estudiantes de primera generación que asisten a la universidad.

La intervención tuvo efectos pequeños en la muestra completa, pero mucho más contundentes en los estudiantes a los que se diseñó para ayudar. Entre los estudiantes de minorías, especialmente los de primer y segundo año, el tratamiento produjo mejoras significativas en resultados académicos. Las calificaciones medias de esa clase mejoraron aproximadamente un sexto de letra (dado que sus notas van de 1 a 4, sería cerca de medio punto de 1 a 10). Estos estudiantes tuvieron un 4.9% más de probabilidad de obtener una A (equivalente a nuestro excelente) o una B (notable). También fueron menos propensos a abandonar esa clase (en USA los estudiantes no tienen muchas clases obligatorias, y pueden decidir abandonar una, antes que suspender, si no les gusta mucho o les va mal en ella).

Lo que es aún más notable es que estos efectos no se limitaron solo a la clase donde se realizó la intervención. Los estudiantes tratados también obtuvieron mejores resultados en otras clases durante el mismo semestre, lo que sugiere un efecto colateral en la motivación y la confianza. El impulso psicológico de saber que un profesor se preocupaba podría haber mejorado sus ganas de trabajar en los estudios en general.

Y no se detuvo ahí. Los resultados a largo plazo, medidos hasta cuatro años después, mostraron que los estudiantes tratados acumularon más créditos (aprobaron más clases, ya que los estudiantes americanos pueden cursar más clases de las obligatorias para tener el título), y obtuvieron tasas de graduación más altas. Por ejemplo, la tasa de abandono disminuyó en 7.3 puntos porcentuales para los estudiantes de primer y segundo año de URM en el grupo de tratamiento.

Uno de los aspectos más reveladores del estudio provino de las encuestas estudiantiles. Los correos electrónicos no solo cambiaron el rendimiento académico, sino también cómo se sentían los estudiantes. Los del grupo de tratamiento fueron significativamente más propensos a decir que el profesor se preocupaba por su éxito y los mantenía informados sobre su progreso. Curiosamente, o, quizás, no tanto, los estudiantes no necesariamente calificaron la retroalimentación en sí como más útil, pero el que el profesor se interesara sí importó.

Los autores enfatizan que no se trataba del contenido, sino de la conexión. En las clases donde los estudiantes a menudo se sienten invisibles, una nota personalizada de un profesor les decía: "Tú importas". Y esa nota, añadimos, tampoco era híper-personal, porque, para poder medir resultados con rigor, la intervención debía estar protocolizada, de modo que el texto de los emails era conciso y eficaz, pero también algo genérico y monótono. Esto ayudaría a responder a la previsible reacción de muchos colegas nuestros al contarles este estudio: “mi trabajo no es dar afecto”. En el fondo, sospechamos que, quizás, se sienten incómodos, porque creen que se les da mal. Lo llamativo del estudio es que los mensajes eran bastante simples, y al alcance del profesor más obtuso, endurecido o inseguro.

El mensaje tuvo un efecto dominó en la trayectoria académica de los estudiantes, e, imaginamos, en sus vidas. Pensemos que el efecto dominó no se detiene en las notas, y que el estudio no llegó a medir el impacto que estos e-mails habrán tenido en la vida de las parejas, hijos, amigos, y familia de quienes se sintieron vistos, y pensaron que, sólo por ello, podían hacerlo mejor.

Si hubiésemos querido escribir un post para provocar, lo habríamos titulado “¿cuándo vale un e-mail?”, y habríamos usado el mismo estudio para hacer una crítica de las políticas públicas. Pero ese es un post para otra ocasión. En esta queríamos poner el foco en el “light touch”, en las “pequeñas cosas”, que diría Serrat; que, pese ser importantes, a veces pasan inadvertidas para la mayoría, solo por ser pequeñas. Este estudio nos recuerda lo que nos queda de profesores como Emilio o don José: los pequeños actos de empatía pueden tener un gran impacto. La intervención no requirió asesores pedagógicos, nuevas tecnologías, ni una reforma curricular drástica. Simplemente pidió a los profesores que demostraran a sus estudiantes que eran considerados y apoyados.

Una vez más un millón de gracias, Emilio, Don José, y los millones de profesores por ahí que nos dicen: tú puedes, tú importas, esfuérzate y llegarás lejos.

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Hay 15 comentarios
  • Me uno al homenaje a Emilio Cerdá, maestro de generaciones de economistas, gran profesional y una persona increíble. La profesión le debe mucho.

  • El auto-concepto académico se forja a través de incentivos en nuestra interacción con el resto de la comunidad en el ámbito de la investigación y la docencia. Una retroalimentación negativa o neutra se agrega o acumula condicionando las iteraciones futuras.
    El prestigio y la reputación son la imagen pública de una trayectoria que decide en qué grado tu trabajo será finalmente reconocido o no.
    Es curioso, pero mucho de lo que se publica y que viene asignado a un nombre es tenido mucho más en cuenta que trabajos o publicaciones de académicos menos conocidos. Eso si se leen.
    Por todo ello, la faceta social y las habilidades sociales cobran un inusitado interés añadido a las competencias curriculares. Los estudiantes no elitistas con bajo auto-concepto por tanto muy probablemente mejorarán al corregir el estigma social de la mano de profesores que generen empatía, y se esforzaran más para superarlo a través del juego de reputación académica.

    Un saludo.

  • Las «pequeñas cosas», como la atención de un profesor o unas palabras amables, suelen recordarse toda la vida. El verdadero valor de la educación está en la humanidad.

  • Me pregunto si el efecto estará mediado en alguna medida por la sensación de sentirse vigilados (no decepcionar a quien deposita confianza en ti).
    Por otro lado, respecto a eso de que "mi trabajo no es dar afecto", y dado que los mensajes eran simples e impersonales, me pregunto si consideraríamos moralmente admisible hacerlo mediante una IA (pero sin decir que es una IA, claro, porque te cargas el efecto, que es una especie de placebo...)

    • Gracias, Jesús, sospecho que ningún comité ético aprobaría hacer el experimento de que una IA nos diera el feedback sin que se supiera que es una IA. Pero aunque coincido contigo en que el factor humano puede ser importante (nadie hace caso a los recordatorios automáticos de las revistas de que tienes que hacer una evaluación), esta es una tecnología nueva, y su capacidad de diálogo es tan buena que tampoco descarto que pueda tener un impacto parecido (o hasta mayor) a un humano.

  • Interesante post. Siempre he creído en esto, la motivación intrínseca de cara al estudio de una materia aparece cuando se establecen vínculos afectivos con los estudiantes, en forma de metas claras y reconocimiento durante el proceso. Es por tanto positivo manifestar ese apoyo a nuestros estudiantes, un simple mail o una conversación puede hacer que el estudiante invierta más esfuerzo debido al interés suscitado.

    • Efectivamente, y un aspecto importante de la cuestión es que el efecto es mayor en los que están más cerca del precipicio. Esto es relevante porque, por más que nos gustaría, no podemos tener conversaciones personales con los 150 o 300 estudiantes de una magistral bien organizada. Pero se puede concentrar el esfuerzo en quien más lo necesita y eso ayuda a hacerlo de manera eficiente.

  • Tecnicamente esta intervención es un "nudge". Y estoy de acuerdo en que se podría hacer un experumento en donde el nudge lo de una IA y comparar diferentes grupos: a) sin nudge; b) con nudge humano; c( con nudge de IA comunicando al alumnos que es una IA y d) con nudge de IA pero sin comunicarlo o comunicando al alumno que puede ser IA o no pero sin que el alumno pueda saberlo (o sea una forma de placebo)

  • Gracias por el post. También soy de los afortunados que tuvo la suerte de recibir clases de Emilio Cerdá. Mi recuerdo del año que lo disfruté es enormemente alegre, y su Humanidad hizo que su asignatura la aprovechara con gran interés. Es fácil obviar en el día a día la importancia de los pequeños actos para hacer que los que están alrededor de tí se sientan valorados y, gracias a ese pequeño empujón, den un extra individual que afecta a lo colectivo. ¡Gracias por esta necesaria entrada!

  • Muchas gracias Antonio (Y David) por el articulo. Estoy muy de acuerdo que los pequenyos gestos tienen un efecto multiplicador. Aqui en USA se trata de avanzar en esa direccion. Otro detalle importante es hacer un esfuerzo por aprenderse el nombre de los alumnos. Eso les sorprende y lo agradecen. El problema es que hacer compatible la atencion personalizada de los alumnos con la presion por publicar es complicado. Y si no publicas te cargan la docencia a 360 horas x year con lo que tampoco puedes atender a los alumnos de forma mas personalizada... Es un equilibrio complicado. En cualquier caso, gracias por este bonito articulo

    • Gracias a ti, por la perspectiva. Y David al menos se sabe el nombre de sus alumnos. A mí me cuesta más ahora. Cosas de la edad, que no perdona. Pero es una muy buena práctica, claro.

  • Apreciado Antonio,

    No es ni el primer, ni el segundo curso que se queda grabado en mi memoria gracias a un comentario puntual de algún alumno valorando alguna atención recibida —ya sea por correo o en persona— por parte de alguno de los profesores que impartimos la asignatura. El efecto es bidireccional.

    Al mismo tiempo, cada año resulta más difícil obtener un feedback claro sobre cómo perciben los alumnos la docencia. El aula se ha vuelto inescrutable.

    Concretamente este año, la asistencia a las clases que no eran seminarios obligatorios ha sido prácticamente marginal. Más aún, el comentario informal que me trasladó una antigua profesora mía (macro), a quien seguro conoces, fue que en el primer curso de este 2024-25 la caída del nivel ha sido abrumadora, y los profesores de esta asignatura troncal estaban desconcertados. Si ya llevaba años preocupado por la deriva del sistema educativo (desde primaria hasta la universidad), estas últimas experiencias han sido especialmente reveladoras.

    A nivel personal, he intentado plasmar por escrito aquellos factores que, a mi juicio, están generando una evolución entrópica del sistema educativo. Con tu permiso, dejo aquí un enlace a Google Drive con un par de esquemas por si pueden resultar de interés. Si consideras que no es pertinente, puedes eliminar sin problema este párrafo y el enlace. Cualquier comentario será bienvenido.

    https://drive.google.com/drive/folders/1CHy9d6pVvtMwh1sqOqJC8DGD5iw-GyuT?usp=sharing

  • Lo de "hacer parecer fácil lo difícil" como seña de identidad del buen profesor hace tiempo que me chirría un poco. Me parece peligroso que salgan de clase creyendo que lo han entendido todo, y casi aprendido, sin ser cierto, y luego por su cuenta no lo miren.

    Explicar muy bien es bueno. Pero para compensar, quizá intercalar preguntas aparentemente fáciles pero diseñadas para que contesten mal. Que no se confíen demasiado.

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