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¿Puede ser buena la corrupción?

Pues va a ser que no es buena. Y no se preocupen, no pienso dedicarme en exclusiva a preguntas con respuestas aparentemente obvias que luego confirmo, como ya hice en la entrada anterior. Pero es que cuando uno vive en un pueblo en el que dos de los últimos alcaldes están procesados es natural ser sensible al problema de la corrupción. Lo malo es que Boadilla del Monte no es la única que tiene problemas. En los índices de percepción de corrupción de Transparencia Internacional España tenía una nota cercana a 7 y estaba alrededor del puesto 23 entre el 2001 y el 2005. Desde el 2006 comenzó un descenso y en los tres últimos años nuestra nota está más cerca del 6 y hemos perdido del orden de 8 puestos.

El título de la entrada se explica porque los economistas somos muy creativos, y a alguno se le ocurrió un posible motivo por el que la corrupción podía tener aspectos positivos. Posiblemente el artículo pionero en este sentido es de Nathan Leff, y se llamaba “Desarrollo económico a través de la corrupción burocrática.” El argumento es sencillo: en muchos lugares hay regulaciones ineficaces y la corrupción puede servir para eliminarlas. En el artículo de Leff se cita el ejemplo de controles de precios agrarios impuestos en los 60 en Chile y Brasil. Como en Chile los funcionarios eran honestos, los controles se mantuvieron e hicieron daño a la agricultura. En Brasil la corrupción evitó los controles y los daños se evitaron. También se cita la relativa eficiencia y honestidad de los funcionarios franceses en el siglo XVIII respecto a los ingleses como una causa de la menor innovación y prosperidad de Francia, ya que con su celo regulador evitaron el establecimiento de actividades innovadoras.

Hay muchos argumentos posibles en contra de esta teoría. Uno importante es que tolerar la corrupción porque elimina algunas trabas es a su vez un incentivo tremendo a crear trabas. Seguro que alguno de ustedes ha oído la historia de las bandas de extorsionadores que rompen vitrinas de comercios y después pasan a venderte un seguro o protección contra los destructores de lunas. El segundo es que si el funcionario tiene el poder de extraer rentas para evitar trabas, es probable que se gasten enormes cantidades de esfuerzos improductivos en conseguir esta lucrativa posición. A las dos posiciones de este debate se las llama de manera bastante gráfica: engrasar vs. echar arena a las ruedas.

Muy interesante, pensará alguno, pero llegados a este punto ¿no sería más sensato dejar de inventar teorías y ver que nos dicen los datos? Una referencia clásica para empezar es el artículo de Paulo Mauro titulado justamente Corrupción y crecimiento. Los datos de corrupción vienen de Business International, más tarde absorbido por el Economist Intelligence Unit. Para evitar los sesgos de endogeneidad, se utilizan los índices de fragmentación etnolingüística que ya hemos comentado aquí alguna vez y que miden la probabilidad de que dos personas tomadas al azar en un país pertenezcan al mismo grupo etnolingüístico. Los resultados tienden a ser que la corrupción afecta negativamente a la inversión y al crecimiento, aunque los coeficientes no son extremadamente robustos y cuando se controla por la endogeneidad (ver tablas VI y VII) a menudo se pierde la significatividad.

Una perspectiva más interesante la ofrece un artículo de Toke Aidt. Primero nos señala algunas razones por las que es tan difícil ponerle el cascabel a este particular gato. Una de ellas, importante para evaluar lo que sucede en nuestro país, es que los índices más comunes, no solamente el de Transparencia Internacional que citamos antes, sino otros, como los de ICRG, o los de Governance matters del Banco Mundial se basan en percepciones de los encuestados, y no en experiencias concretas de corrupción. Si las percepciones dependen en parte del crecimiento económico y no sólo de la corrupción real, el análisis estadístico va a estar sesgado; podemos estar atribuyendo el menor crecimiento a una mayor corrupción, cuando en realidad es la falta de crecimiento la que nos ha hecho notar más la corrupción, que es la misma de siempre. El World Business Environment Survey evita este problema porque pregunta por la corrupción realmente experimentada por el encuestado. Es verdad que puede haber otro sesgo, los empresarios encuestados pueden ser reacios a decir que han tenido que pagar sobornos, por ejemplo. Pero al menos se evita la correlación espúrea con el crecimiento. La cuestión es que cuando se usa esta variable de corrupción no se encuentra ninguna relación significativa entre corrupción y crecimiento, ni siquiera usando mínimos cuadrados ordinarios, para los que Mauro obtenía buenos resultados.

La pregunta que se hace Aidt es si la relación relativamente débil que encuentra Mauro y que además desaparece cuando se usa una variable de corrupción no percibida sino experimentada no será porque la medida de crecimiento no es la más adecuada. Lo que hace es usar una medida de riqueza genuina propuesta por Arrow, Dasgupta y Mäler. Esta medida añade a la inversión neta de un país los gastos en educación y resta la desinversión en recursos naturales (daños por emisiones de dióxido de carbono, agotamiento de energía, minerales y bosques). Como se puede ver en la siguiente tabla, la relación en este caso es mucho más robusta. El crecimiento mejora con la transparencia, tanto para el índice WBES como el de Transparencia Internacional, y es significativo tanto con mínimos cuadrados como con variables instrumentales. Citando directamente al autor: "Para tener una idea de la magnitud de estos efectos, imagine, por ejemplo, que India "adopta" el nivel de corrupción (aparente) del Reino Unido. Como consecuencia de esto, la tasa de crecimiento de la India de la riqueza real per cápita pasaría de alrededor del 1 por ciento al 3,4 por ciento al año."

Por si acaso queda alguna duda, otro estudio interesante es el de Campos, Dinova y Saleh que hacen un metanálisis de esta extensa literatura. Este tipo de análisis requiere tener cuidado con los sesgos de publicación (es más difícil publicar un artículo que no obtiene un efecto significativo), y con sesgos debidos a malas especificaciones. La conclusión más importante es que aunque el sesgo de publicación hace que el verdadero efecto sea algo menos negativo de lo que se observaría en el artículo promedio, el efecto es genuino. Otros resultados de algo menor interés son: los académicos suelen encontrar efectos sistemáticamente más pequeños y menos negativos, el tipo de medida de la corrupción es importante, la presencia de los países de Oriente Medio en la muestra tiende a aumentar el efecto general negativo y la inclusión en el modelo del comercio y de las instituciones tienden a reducir el efecto negativo.

Así que la corrupción, como no podía ser de otra forma dada su naturaleza, es escurridiza; pero una lectura cuidadosa de la evidencia nos dice que es mala. Así que tolerancia cero con la corrupción. Con todas las herramientas de la ley, para empezar. Pero el sistema electoral es otra buena herramienta para castigar a los políticos corruptos, usémoslo. Por cierto, que también hay una literatura interesante, que ya comentaré otro día, sobre el efecto de distintos sistemas electorales en la corrupción.