Supongo que no van a sorprenderse mucho de que volvamos a meternos con los efectos perniciosos de los contratos temporales desde estas páginas. Pero es que representan un problema canónico de nuestro sistema económico-institucional. Como no nos atrevimos en su día a romper con las relaciones laborales heredas del franquismo, hicimos una reforma en el margen (1984) que permitia el uso indiscriminado de la contratación temporal para actividades regulares (no estacionales), al tiempo que se mantenía la elevada protección de los contratos indefinidos. Desde entonces, todo el mercado laboral en España está seriamente deformado y arrastra a la economía detrás. Un nuevo elemento a añadir a la amplia evidencia sobre lo negativo de nuestras reglas laborales nos lo regala PIAAC, el examen de PISA para adultos que tanto hemos comentado por aquí.
Es verdad que la economía española creció mucho entre 1998 y 2007, pero creció mal. Como pueden ver en este Gráfico, donde se representa la productividad del trabajo (PIB por hora trabajada, para ser más concretos) en España y los 15 primeros países que entraron en la UE, como fracción de la productividad en EE.UU, nuestra productividad fue aumentando respecto a la de EE.UU hasta mediados de los años 80. Sin embargo, a partir de ahí se estanca (coincidente con los efectos de la reforma laboral de 1984), y desde mediados de los 90 comienza a ir peor, bastante peor, no solo que la norteamericana sino también que la de los socios de la UE a los que en algún momento llegamos a superar
Y, no, no es simplemente el efecto del boom en el sector inmobiliario: fue la productividad en TODA la economía la que iba mal como se observa en este otro gráfico en el que se separa la línea azul, de la economía en su conjunto sin la construcción, de esta última (aunque la evolución en la construcción fue particularmente mala).
Seguro que todo es muy complejo y que no hay un solo culpable, claro. Sin embargo, vamos a presentar alguna evidencia, como verán circunstancial, que apunta a nuestro sospechoso habitual, la contratación temporal, como uno de los principales responsables esta evolución tan desfavorable tanto de la productividad laboral como de la multifactorial . Los resultados que comento a continuación proceden de un artículo en el que he trabajado recientemente con nuestro colaborador Juanjo Dolado y con Ricardo Mora, el cual se puede consultar en volumen 2 del informe nacional de PIAAC recientemente publicado por el Ministerio de Educación .
Como ya les hemos contado muchas veces, la tasa de temporalidad (es decir, la proporción que representan los trabajadores con contrato temporal sobre el total de trabajadores asalariados) se disparó desde un 15% antes de la reforma del año 1984 hasta el 35.4% a mediados de los 90. Tras una larga sucesión de reformas parciales del mercado de trabajo, la tasa de temporalidad se estabilizó en un 30%. Incluso tras la masiva destrucción de empleos temporales (1.8 millones) que ha tenido lugar durante la grave crisis que afecta la economía española desde 2008, dicha tasa solo se ha reducido hasta el 24%, manteniéndose todavía como una de las más altas en la OCDE.
Nuestro objetivo en el trabajo que les comento hoy es examinar cómo diferencias en la protección laboral entre contratos indefinidos y temporales puede estar relacionadas con la formación ocupacional que los distintos tipos de trabajadores reciben por parte de las empresas. Adicionalmente analizamos cómo la formación puede estar conectada con las habilidades y competencias cognitivas de dichos trabajadores. Finalmente, aunque esto ya va más allá de lo que podemos medir en nuestros datos, puesto que la educación es uno de los determinantes fundamentales de la tasa de crecimiento de la productividad multifactorial, nuestro estudio permite establecer una conexión entre los dos fenómenos con los que comenzábamos este post: nuestros malos resultados en productividad y el uso desmedido de la contratación temporal.
Les recuerdo que en PIAAC los individuos participantes (unos 6500) tienen edades comprendidas entre los 15 y los 65 años. Nosotros nos fijamos en aquellos que son empleados asalariados y han contestado los cuestionarios y las pruebas contenidas en su totalidad, con lo que el tamaño de nuestra muestra se reduce a unos 2500 individuos. La principal variable de tratamiento es tener un contrato temporal, la cual se define como una variable dicotómica que toma el valor 0 cuando el individuo trabaja con un contrato indefinido y el valor 1 cuando lo hace con un contrato temporal (es decir, cuando tiene un contrato de duración determinada, un empleo temporal con una agencia de empleo, o algún tipo de contrato en prácticas).
La variable dependiente principal es la variable dicotómica DOJT (on-the- job training) que toma el valor 1 cuando el trabajador afirma haber asistido, en los últimos 12 meses, a alguna sesión organizada de formación impartida por sus supervisores o compañeros de trabajo. De acuerdo con PIAAC, estas actividades de formación ocupacional deben caracterizarse “por ser períodos planificados de formación, instrucción o experiencia práctica, usando las herramientas normales de trabajo.” Se incluyen, por ejemplo, “cursos de formación o instrucciones organizados por los directivos, mandos o compañeros de trabajo para ayudar al entrevistado a hacer mejor su trabajo o para familiarizarle con sus nuevas tareas.”
Aunque no podemos afirmar con rigor la causalidad de la relación que encontremos, por lo menos intentamos controlar por todos aquellos factores observables en la muestra que potencialmente puedan afectar tanto a la variable dependiente (es decir, tanto las variables relacionadas con las actividades de formación así como las variables de competencias) como a la variable de tratamiento (en nuestro caso, el tipo de contrato). Los controles adicionales se pueden dividir en dos tipos.
En primer lugar, utilizamos características básicas del individuo, tales como su edad, género, nivel de educación, estado civil, hijos, si es inmigrante y el nivel de educación de sus padres. En segundo lugar, controlamos por variables artificiales de ocupación (a dos dígitos) e industria (a un dígito). Resulta importante señalar que, debido a su disponibilidad en PIAAC, también controlamos por una variable de tipo individual que normalmente está ausente en este tipo de análisis empírico y cuya omisión puede sesgar gravemente los resultados. Se trata del grado de motivación del trabajador, medido éste mediante una variable dicotómica, motivation, que toma el valor 1 cuando el individuo revela estar identificado “en gran medida” o “en muy gran medida” con el aprendizaje de nuevas capacidades que le ayuden a mejorar su rendimiento en el puesto de trabajo, y 0 en caso contrario. En ausencia de dicha variable, bien pudiera ser que los individuos menos motivados fueran los que no consiguen un contrato indefinido y reciben menos formación, creando una correlación espuria entre ambas variables.
En el siguiente cuadro se ofrece la relación estimada entre la probabilidad de recibir formación en la empresa y tener un contrato temporal, controlando, según la columna, por un número creciente de características individuales y del puesto de trabajo. Dependiendo de la especificación, un contrato temporal está asociando con una reducción de entre un 8 y un 16 por ciento en la probabilidad incondicional de recibir dicha formación que, en nuestra muestra asciende al 45%. Seguramente, detrás de estos resultados este el hecho de que a los empresarios no les resulta rentable formar a trabajadores que van a despedir con alta probabilidad al finalizar sus contratos (tasa de conversión del 5% en la actualidad) pues la todavía elevada diferencia entre las indemnizaciones por despido entre indefinidos y temporales les supone un obstáculo insalvable.
El siguiente Cuadro muestra la asociación entre habilidades cognitivas (en este caso numéricas) y haber recibido formación en la empresa (la variable DOJT de la primera fila), de nuevo para varias especificaciones. Como se puede ver la relación es también bastante robusta y positiva. Dado que la diferencia de resultados en este test entre indefinidos y temporales fue de 14 puntos (261 y 247, respectivamente), los resultados indican que entre 4 y 7 puntos de este gap viene explicado directamente por la menor formación ocupacional que reciben los trabajadores temporales.
Ya he comentado desde el inicio del post que esta evidencia no es una “smoking gun” del efecto nocivo que los contratos temporales tienen sobre el deficiente funcionamiento de nuestro mercado laboral, pero convendrán conmigo en que resulta bastante sugerente. Esperaremos que otros análisis posteriores permitan obtener una inferencia más causal, pero yo mantendría al sospechoso bajo arresto domiciliario y con fuerte vigilancia policial. Si realmente representa un peligro social, por lo menos intentemos que no haga más daño.