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Las universidades selectivas no son para todo el mundo

Afortunadamente las universidades españolas son cada vez más diferentes entre sí. Las notas de acceso para la misma titulación se distinguen en varios puntos entre universidades incluso en la misma comunidad autónoma. Esta tendencia se ha acentuado en los últimos años, probablemente porque la profunda crisis económica ha acentuado la percepción de que hay que elegir bien la carrera profesional a la que nuestros estudiantes se encaminan. Y aunque es mejorable, alguna información confiable está a disposición de los futuros universitarios (y ya sé que me pongo pesado, pero el ministerio debería liberar enseguida estos datos). Pero, ¿realmente vale la pena estudiar en una institución selectiva? Hoy les voy a describir un estudio americano según el cual la respuesta es “depende”, las universidades selectivas no funcionan para todo el mundo.

Supongo que muchos estarán pensando: vaya bobada, pues claro que no son para todo el mundo, por eso son selectivas, ¿no? Y, claro, no todo el mundo puede entrar en ellas, así que esos desde luego no se benefician. Pero lo más sorprendente del estudio es que incluso dentro de los que podrían entrar, quizá muchos no se beneficiarían.
Es posible que esto le sorprenda, desde luego a mí me sorprende, así que vamos a explicarlo con detalle. En primer lugar, es cierto que los estudiantes de las universidades más selectivas ganan más dinero. Normal, si la selección se hace por méritos (en media, seguro que hay errores y excepciones como los hijos de exalumnos y donantes de grandes cantidades de dinero) el que puede entrar es probablemente más inteligente, más trabajador o dispone otras habilidades, cognitivas o no cognitivas, que se aprecian en el mercado de trabajo. Y por tanto es natural que ganen más.

Para hacer una atribución causal a la contribución de la universidad selectiva es importante controlar por esos factores. La investigación pionera en este problema (aquí o aquí) intentó solucionarlo introduciendo variables que fueran indicadores plausibles de esas habilidades, como por ejemplo las notas del SAT (Examen de Aptitud Escolástica) un examen estandarizado que se exige en la mayor parte de las universidades americanas para entrar en las mismas, o las notas del bachillerato. Los resultados indicaban que incluso utilizando esos controles, haber ido a una escuela selectiva predecía unos retornos bastante elevados de asistir a esas universidades. Es decir, a igual SAT (u otro indicador similar) parecería superficialmente mejor ira una universidad selectiva.

La novedad del estudio que comentamos hoy es que los autores, Dale y Krueger, no se quedaron satisfechos con este procedimiento. Aún hay otro conjunto de habilidades, solo imperfectamente correlacionadas con el SAT o las notas del bachillerato, que pueden ser importantes en el mercado de trabajo, y que pueden estar relacionadas con el asistir a una universidad selectiva. Por ejemplo, asistir a una universidad selectiva puede requerir un grado de ambición, o de fe en uno mismo, muy superior a la media. Estos rasgos son valiosos en el mercado laboral. Podría darse el caso de que esto es lo que se captura en los altos salarios de los egresados de esas universidades, y no tanto el valor añadido de la universidad en sí.

Pero ¿cómo detectamos estas características? La respuesta de Dale y Krueger es buscar una variable que pudiera detectar estas características. Lo que se llama un modelo de “auto-revelación”. La variable que escogieron es la media del SAT de las universidades a las que solicita entrar el estudiante considerado. La idea es que el estudiante más esforzado, ambicioso y con fe en sí mismo escogería universidades más selectivas. También añadieron el número de solicitudes que hace el estudiante, pensando que tal vez un número mayor de las mismas podría revelar estas características.

El estudio utiliza datos de la encuesta “College and beyond” C&B (universidad y más allá) organizado por Mathematica Policy Research para estudiantes de las cohortes de 1976 y 1989. La encuesta pregunta a una muestra representativa de egresados de 34 universidades en la primera ola, y 27 en la segunda, que son las que forman parte del estudio. La lista completa está en la nota a pie de página 5, pero es importante hacer notar que son universidades muy respetables. Es decir que no se trata de pasar de la mejor universidad del país a una universidad mediocre. Las variables sobre las que pregunta son su renta, ocupación, actividades cívicas, sociodemográficos y satisfacción con la vida. La encuesta también preguntaba las universidades que el candidato consideró seriamente y aquellas a las que solicitó entrar.

Las variables sobre los estudiantes fueron su raza, sexo, notas de bachillerato, nota de SAT, renta de los padres (predicha utilizando educación y profesión), si el estudiante era atleta, y como ya hemos dicho la media de SAT de las universidades que solicitó y el número de las mismas. Para medir la selectividad de las universidades se utilizó su nota media de SAT de entrada, y el índice Barron de selectividad. La seguridad social americana unió los datos de los individuos anonimizados con los datos de la declaración de la renta de los mismos. Se utilizaron, para disminuir el ruido debido a choques transitorios, las medianas de la renta del individuo en cinco intervalos de cinco años.

Los resultados para la cohorte de 1976 se pueden ver en la siguiente figura. Como se puede ver para todos los períodos analizados de la vida de estas personas, la regresión “básica” o tradicional que solamente usa las características del individuo (SAT, y notas) tienden a dar resultados positivos (los números en paréntesis y llaves son los errores estándar, los de llaves tienen en cuenta la correlación debida a que algunos estudiantes están en la misma universidad) y significativos. Pero en cuanto se introduce la “auto-revelación”, en este caso con el SAT medio de instituciones a las que se solicita entrar, el efecto se hace mucho más pequeño y no es significativo. Los autores replican los resultados con otras medidas de selectividad: las tasas académicas y la medida de selectividad de Barron.
college selectivity 1
Y no es una casualidad para esa cohorte, cuando repiten el análisis con una cohorte mucho más reciente, que se podría pensar más competitiva porque más gente iba a la universidad, el resultado es exactamente el mismo.
college selectivity 2

Una excepción a este resultado se da con los estudiantes negros e hispánicos, si excluimos lo que se llama HBCU (Universidades Históricamente Negras), el panel inferior de la tabla.
college selectivity 3

Antes de concluir déjenme hacer un par de reflexiones. Los autores reconocen que una explicación para los resultados es que los retornos de una escuela selectiva podrían variar entre estudiantes, y los que van a universidades selectivas son los que se benefician más de ellas. En ese caso no es que las universidades selectivas no añadan valor, es que no lo añaden para todo el mundo, y los que pudiendo ir no lo hacen, es porque ya saben que no se van a beneficiar. Otra cuestión importante es que la muestra incluye universidades que tienen todas ellas una calidad apreciable, no universidades de todos los tipos. Y para concluir, como ya les explicaba hablando de bachillerato selectivo (también en USA), me pregunto si es posible que padres y alumnos que se matan a trabajar por entrar en esas universidades pueden estar equivocados. Me quedaría más tranquilo si se siguiera investigando el problema.