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La riqueza de las ciudades

El Economist nos ha dicho hace unas semanas que el economista de cabecera de David Cameron es Richard Florida. Este economista se hizo famoso porque encontró que varias medidas de tolerancia predecían bien el éxito y crecimiento en el sector de la alta tecnología de las áreas metropolitanas. Hoy comentaré brevemente las ideas de Florida y, con mayor extensión, otra evidencia reciente, menos colorista pero más sólida, sobre la riqueza de las ciudades

La evidencia que presenta Richard Florida es la siguiente: una elevada proporción de inmigrantes, una numerosa población homosexual y una alta concentración de artistas y bohemios está muy correlacionada con el desarrollo tecnológico de un área metropolitana. A partir de esta correlación Florida ha construido una teoría lo suficientemente plausible como para que alguien de la inteligencia de Cameron se sienta atraída por la misma. La clase creativa que hace florecer lo mismo la ciencia que el arte y la tecnología necesita de libertad para ensayar sus ideas novedosas y esto es lo que les hace concentrarse en núcleos urbanos particularmente tolerantes. Resulta interesante, pero por muy atractiva que sea la idea, no me parece que la correlación sea suficiente para validar una teoría tan ambiciosa. Es evidente que la libertad de pensamiento es útil para la creación de cualquier tipo, pero no estoy seguro de que sea suficiente o de que tenga un peso preponderante en el estímulo al desarrollo tecnológico. Para el que quiera una crítica muy constructiva y detallada de la obra de Florida, Ed Glaeser ha escrito una muy buena.

No obstante, algo muy llamativo sucede en las grandes ciudades. La producción y la renta per capita es mayor en ella que en menores núcleos urbanos. Las estimaciones recientes indican que la productividad aumenta entre un 2 y un 7 por ciento cuando se duplica la población. Así que imaginen la diferencia de productividad entre una ciudad de cien mil habitantes y Madrid que es más de cuarenta veces más grande. Hay varias explicaciones posibles para este aumento de productividad. Algunas tienen que ver con lo que los economistas llaman economías de aglomeración. Por ejemplo, si una empresa pierde a un empleado especializado de cierto talento, en una ciudad puede encontrar otro con mayor celeridad que en un lugar pequeño. Otro ejemplo, cuando hay muchas empresas especializadas cercanas trabajando en sectores y problemas parecidos, resulta más fácil compartir la solución a problemas complejos que surgen en el día a día. Pero ésta no es la única explicación posible. También es posible que la competencia más intensa que tiene lugar en un mercado más grande haga difícil la supervivencia de las empresas menos productivas.

Combes, Duranton, Gobillon, Puga y Roux intentan deslindar el peso de las dos explicaciones. Para ello primero construyen un modelo en el que las dos están presentes para ver cómo se pueden diferenciar, dado que los dos predicen una mayor productividad media de las ciudades grandes. A grandes rasgos, lo que encuentran es que mientras la hipótesis de selección implica que la proporción relativa de empresas de baja productividad es menor en las grandes ciudades, la hipótesis de economías de aglomeración implica que en las grandes ciudades la productividad de las empresas es mayor en cualquier percentil de la distribución. Es decir, las dos cambian la media, pero tienen implicaciones diferentes sobre la distribución en su conjunto. Una hipótesis corta la distribución de empresas por abajo, y la otra desplaza toda la distribución hacia arriba.

Estos autores encuentran que la hipótesis de aglomeración es más acorde con los datos franceses que manejan que la hipótesis de selección. La mayor parte del aumento de la productividad se puede explicar por un simple movimiento a la derecha de la distribución de productividad entre ciudades de distintos tamaños. Si además se permite la flexibilidad de que las empresas más productivas disfruten más de las economías de aglomeración, la evidencia es aún más fuerte. La ganancia de productividad entre ciudades de más y menos de 200.000 habitantes es del orden del 5% para las empresas de la cuarta parte inferior de la distribución y del 14% en la cuarta parte superior.

La evidencia que acabo de descubrir tiene que ver con las empresas. La que mencionaba Florida con las personas. ¿Se puede decir algo también acerca de los individuos? Esto es lo que hacen Eeckhout, Pinheiro y Schmidheiny. La pregunta que se hacen estos autores es cómo difiere (si es que lo hace) la distribución de productividad de las personas según el tamaño de las ciudades en las que viven. Es cierto que la productividad media es más elevada cuando crece la población, pero ¿cómo es la distribución completa? Lo que los autores encuentran es que las grandes ciudades concentran de manera desproporcionada a las personas con niveles de talento y capacidad productiva más elevada y aquellas con los niveles más bajos de las mismas. Esto resultará familiar para quienquiera que pasee por una metrópolis en casi cualquier lugar del mundo. En todas ellas hay notorios contrastes entre grandes hoteles o tiendas lujosas y barrios marginales o mendigos durmiendo en las aceras. La pregunta es, ¿por qué sucede esto?

La respuesta depende de manera crucial de la tecnología. Si la facilidad (elasticidad) con que se pueden sustituir los factores aumenta con la densidad local de estos, las ciudades grandes tienen una ventaja en contratar a individuos cuya frecuencia es muy baja y tenderán a concentrar mayores cantidades de éstos en términos relativos. Para ilustrar lo que digo, les explicaré una anécdota de un director de cine, padre de uno de mis compañeros de colegio, que fue a filmar una película por primera vez en su vida a Los Ángeles. Decía este señor que su mayor sorpresa en América no fue el nivel técnico de los estudios, o los medios con los que contaba. Lo más sorprendente era que si un día decía que necesitaba para el día siguiente a un señor alto, que pesara más de ciento cincuenta kilos, guapo, de ojos verdes, cojo de la pierna izquierda y algo bizco para rodar una escena, en unas horas tenía diez para elegir antes del rodaje. En algún sentido esto tiene que ver con la historia de Richard Florida, el talento está desproporcionadamente concentrado en lugares con mayor diversidad, pero aquí se ve más claramente que esta diversidad es la consecuencia de la concentración del talento, no su causa.

¿Qué consecuencias podemos extraer de esto? A mí me parece importante que nos quedemos con la lección de que la concentración de talento es buena para la productividad. Es tentador para los políticos hablar de inversiones para sostener el equilibrio territorial, o dificultar los movimientos de población con subvenciones para mantener artificialmente a la población ligada a un territorio. Pero el bienestar global depende de la productividad total, y ésta a su vez de las economías de aglomeración que se producen en las grandes áreas metropolitanas. Y dado el papel tan importante que desempeña en estas economías de aglomeración la comunicación y la transmisión de información, ¿qué tal un poco más de atención a las redes informáticas de alta velocidad como nos decían Juanjo Ganuza y Fernanda Viecens hace unos meses?

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