La responsabilidad civil

Por el título uno podría pensar que voy a hablar de algo profundamente ético, estilo Gabilondo (cualquiera de ellos). Pero no, voy a hablar del sentido legal de la expresión. Mis hijos están pasando el mes en un campamento de verano británico. El jueves uno de ellos se dio un golpe en una rodilla. No llegó a sangrar, y cuando le recogí por la tarde no se notaba en absoluto (si es que se notó en algún momento). Y, sin embargo, tenía una pegatina amarilla en el pecho recordando que hablara con su monitor antes de marchar. El monitor me explicó el incidente verbalmente, y me entregó un informe de una página detallando lo que había pasado, quién estaba vigilando, qué medidas se tomaron y cómo evolucionó el problema. A la vuelta nos reíamos todos comparando mentalmente cómo se habría tratado el mismo incidente, o peor, uno más grave, en España.

Hace unos meses mi hija sufrió una luxación en un dedo jugando al baloncesto. Cuando llegó a casa tenía el dedo morado, y le dolía notablemente. Podría haber estado roto, así que la llevamos al hospital donde el médico necesitó una radiografía para confirmar que tenía una fisura. El dedo fue inmovilizado una semana. Pues bien, la reacción del profesor de educación física cuando sucedió el incidente fue decirle (sin casi mirar) "eso no es nada, ponte un poco de agua fría". Igual que en Birmingham, vamos. Y no es una anécdota aislada. Tanto mis hijos como su amiga Alicia me contaban el jueves incidente tras incidente en los que los profesores o monitores no prestan suficiente atención a chicos lesionados, con la evidente intención de dedicar el mínimo esfuerzo a esa parte de su trabajo.

Podríamos echar la culpa al sistema funcionarial o a la extrema protección a los trabajadores permanentes en España, que limita el poder de los incentivos a los trabajadores. Pero esta explicación se da de bruces con el hecho de que los trabajadores temporales del sector, que los hay y muchos, tanto entre profesores como entre monitores, podrían ver su posición comprometida si su comportamiento fuera inaceptable para el empleador. Y me temo, por la cara de la monitora inglesa, que si ella pudiera haberse ahorrado rellenar el dichoso papelito lo habría hecho de muy buen grado. De modo que tampoco es una superior "ética del trabajo" anglosajona.

La explicación pasa por la responsabilidad civil. Si un chico se hace daño en serio, la empresa (en este caso una "charity" sin ánimo de lucro) tiene que documentar que ha tomado las medidas necesarias para evitar un mal mayor al chico, y de paso evitar una indemnización multimillonaria. Los procedimientos de seguridad, de los que el papelito deja un rastro bien visible, son una prueba de cargo importante en casos como éste.

De manera que la responsabilidad civil es un instrumento eficaz para que las empresas, y por tanto sus trabajadores se tomen en serio su trabajo y eviten algunas "chapuzas nacionales". Y, sin embargo, no todo son luces en este asunto. Una parte no despreciable del gigantesco coste sanitario americano se debe a los problemas legales a los que se enfrentan los médicos. Hillary Clinton y Barack Obama escribieron un artículo sobre el tema en el New England Journal of Medicine en el 2006. De manera que los policy-makers están al tanto del problema. En economía hay también un vigoroso debate sobre el efecto de los costes legales (ver, por ejemplo Kessler and McClellan). Mi percepción es que en España las demandas por mala praxis médica ha aumentado mucho en los últimos años. Solamente he encontrado una referencia algo antigua de Llovet, pero me sorprendería que el número de casos no hubiera crecido mucho entretanto. De manera que no estaría mal que los economistas pensáramos en serio sobre cuál es el sistema óptimo de responsabilidad civil. Es un problema demasiado importante para dejarlo solamente en manos de abogados, políticos y profesores de derecho.