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La falta de excelencia en PISA: ¿Y si la culpa es de la universidad?

Como saben los asiduos, estoy algo obsesionado con la falta de excelencia en nuestro sistema educativo, reflejada de manera especialmente dura en los resultados del examen de PISA. Como nos mostró hace poco Luis, seguimos tristemente en las mismas. Hoy voy a argumentar que una parte importante de esa falta de excelencia en primaria y secundaria es consecuencia directa de la falta de excelencia universitaria. Y no (o no solamente) por la razón más evidente de que una universidad mediocre forme profesores con enormes carencias. El problema fundamental es que una universidad sin excelencia no da incentivos a los chicos a esforzarse en primaria y secundaria, y no da señales útiles a sus futuros empleadores.

Jesús Fernández Villaverde nos explicaba recientemente que para entender los resultados de PISA conviene mirar a los países orientales, donde la excelencia es tan abrumadora que merece ser estudiada con cuidado. Ya hace tiempo apunté a una razón cultural para esta dominancia oriental. Pero como un cambio cultural no es fácil de replicar, hoy repasaré una razón institucional.

Tanto en Japón como en Corea o China los exámenes de entrada a la universidad son intensamente competitivos. Una buena descripción del sistema se puede encontrar en un artículo de Sakamoto y Powers del American Sociological Review. Algunas citas del artículo son reveladoras. “En general se cree que esta intensa competencia entre los estudiantes japoneses se deriva de la estrecha relación entre la educación alcanzada antes de entrar al mercado de trabajo y las oportunidades socio-económicas a lo largo de la carrera laboral que sigue."
Otra cita, aún más interesante para mi argumento, dice que los implacables exámenes “arrojan su sombra con mucha anticipación sometiendo al estudiante a severas presiones durante toda su escolarización”.

Es decir, que los alumnos chinos, coreanos o japoneses trabajan muy intensamente durante toda su vida escolar porque una buen equipaje educativo es prioritario para entrar en las mejores universidades y esto es a su vez crucial para obtener una buena colocación. La clasificación de universidades es por tanto bien conocida y crucial para la colocación de los estudiantes. Como dice Rebick en un artículo de Oxford Economic Papers “hay un ranking explícito de universidades por la dificultad de sus exámenes de entrada y un ranking de empresas de acuerdo con su tamaño y oportunidades futuras. La información sobre el ranking por los dos lados está ampliamente disponible en un buen número de publicaciones anuales”. Rebick también nos dice que “un gran número de estudios han demostrado que en Japón la calidad de la universidad a la que se asiste es el factor más importante para determinar el empleo del futuro graduado”. Por ejemplo, Sakamoto y Powers nos dicen que un estudiante japonés con un ranking educativo medio tiene una probabilidad de trabajar en lo que ellos llaman el sector primario (los trabajos buenos, para entendernos) del 17,6 por ciento. Alguien con un ranking una desviación estándar mayor que la media tiene una probabilidad del 41,3 por ciento; y con dos desviaciones estándar por encima de la media la probabilidad se va al 68,4 por ciento.

En otras palabras, los países orientales han cerrado un círculo virtuoso. Las universidades buenas reciben a los mejores estudiantes y éstos a su vez van a las empresas líderes. Esto genera por su parte poderosos incentivos para que los chicos estudien de manera intensa y lleguen a la universidad muy bien formados. El sistema educativo de estos países tampoco es particularmente caro. Según la OCDE el gasto por estudiante en primaria y secundaria en Japón es de 8012 dólares, y en Corea de 6663. En España es de 7671 dólares. Aproximadamente en línea con nuestras diferencias de PIB.

Otro artículo que corrobora la estrecha ligazón entre excelencia universitaria y la reacción a la misma del mercado de trabajo es de Fabrizio Colonna. Fabrizio parte de la observación que el diferencial de salarios entre graduados universitarios y personas que no han estudiado en la universidad es de un 27% en Italia y de un 60% en Estados Unidos (el diferencial en España cae más o menos entre los dos, ver los artículos de Pijoan-Mas o de Felgueroso, Hidalgo y Jiménez). Lo que Colonna encuentra es que los estudios per se pueden dar cuenta de un diferencial de salarios de un 20 por ciento entre titulados y no titulados. Esto no cambia mucho entre países. El resto de la diferencia se explica en buena medida porque las universidades americanas dan una señal mucho más precisa a los empleadores que las italianas sobre la productividad de los egresados.

Las implicaciones de política de estos resultados son claras. La reforma de la universidad requiere primar la excelencia de manera inequívoca y decidida. En parte por las razones habituales, la universidad es fuente de I+D que a su vez contribuye de manera decisiva al crecimiento económico. Y la investigación de punta la hacen de manera desproporcionada los investigadores de punta. Lo único equitativo (además de eficiente) para la sociedad en su conjunto es ser extremadamente desigualitario en el reparto de recompensas a la investigación y a la ciencia. Y esto además redundará en beneficio de la educación primaria y secundaria. Este debe ser el programa de gobierno para las universidades para quien le importen todos sus ciudadanos, y no los beneficios corporativos de los más mediocres de sus empleados.