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La curiosa visión del Ministerio de Educación sobre la confidencialidad

de Antonio Cabrales y Gerard Llobet.

En el mundo académico damos muchísima importancia a la confidencialidad de las evaluaciones que llevamos a cabo. Los profesores acostumbramos a evaluar exámenes con autor cuyo nombre ha sido reemplazado por un número. Los trabajos que mandamos a revistas son examinados por expertos anónimos e incluso en algunos casos los trabajos se deben mandar también anónimamente para que los expertos no se dejen influir por el nombre del autor. Este proceso de pares ciegos (peer review) hace que la evaluación tienda a ser más sincera y se proporcione más información que si el nombre del examinador fuera público. Algo parecido pasa cuando un profesor escribe una carta de recomendación para un alumno. Aunque sí conoce el autor de la carta, el alumno nunca ve su contenido dado que la institución receptora se acostumbra a poner en contacto con el profesor y pide que se la mande directamente. Esta es la manera de funcionar en todo el mundo, incluyendo universidades españolas y becas como las de La Caixa, Banco de España, Fundación Ramón Areces, Fundación Rafael del Pino, etc.

El Ministerio de Educación español tiene, sin embargo, una visión distinta de lo que significa la confidencialidad de las cartas de recomendación (por ejemplo, para las becas pre-doctorales Salvador de Madariaga). Consiste en que el profesor mande la carta al alumno en pdf y que éste no la lea y la suba directamente a la aplicación informática que gestiona la solicitud. Claro, no hay riesgo de que el alumno la vaya a leer, ¿verdad?

Pantallazo
Fragmento del formulario de solicitud del Ministerio de Educación.

¿Qué consecuencias tiene esto? Que muchas más cartas recomendación terminen siendo del estilo “Este estudiante es fantástico y lo recomiendo muy mucho”, aunque no siempre sea cierto. Dado que los mejores ya iban a recibir esa recomendación este sistema termina beneficiando a los peores estudiantes al proporcionar menos información útil para quien tiene que tomar la decisión.

En algunas universidades y en algunas disciplinas el profesor le dice directamente al alumno que se escriba su propia carta recomendación y que él la firmará. Esto es precisamente lo que este tipo de sistemas fomenta y aunque puede tener su utilidad para que el alumno se conozca a sí mismo no puede ser la base de un sistema de evaluación serio.

A menudo nos hemos quejado en este blog de prácticas habituales en la academia y la administración española que son decimonónicas y que habría que ir eliminando. Esta es una de las más obvias y más fáciles de solucionar.

P.D.: El problema se podría arreglar fácilmente si el profesor mandara las cartas con una clave de acceso, algo que el formato pdf permite el Ministerio no acepta. Aparentemente, este año si uno se quejaba el Ministerio le facilitaba una dirección de correo para mandar la carta. Este apaño no es aceptable, dado que los estudiantes pueden terminar con cartas que terminan proporcionando diferente información y, sin embargo, se consideran de la misma manera.