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¿Inquieto?: Tómese una galleta. Ah, y que los chicos desayunen bien antes de ir al cole

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No sé si ven el programa Cazadores de mitos (se lo recomiendo, es divertido y a veces se aprende algo). Se trata de hacer experimentos para ver si algunos “mitos populares” son ciertos. Mi favorito es el de intentar quemar un barco concentrando luz solar con un espejo parabólico, como dice la leyenda que hizo Arquímedes (buena leyenda, pero no funciona). Muchos de los “experimentos” son complicados y se tienen que hacer con un tiempo muy limitado. Uno de los presentadores, Adam, tiende a ponerse nervioso. Así que el otro, Jamie, le dice: “tómate una galletita”. Hoy les comentaré alguna evidencia que quizá rompa el mito. O no.

Y es que es un problema muy complicado, muy interesante, y en el que me parece que no hay un consenso. Así que se agradecerán los comentarios como siempre, pero en particular los de expertos que conozcan bien el tema por si nos iluminan sobre mi percepción de falta de consenso.

Comencemos con algo que es probable que muchos lectores lo hayan leído en “Predeciblemente Irracional” de Dan Ariely, o en “Pensar Rápido, Pensar Despacio” de Dan Kahnemann (éste último es para mí un libro más recomendable, porque no es sólo una recopilación de “casos raros” sino que además tiene una teoría para sistematizarlos y sacar conclusiones de las observaciones). Se trata del artículo de Danziger, Levav, y Avnaim-Pesso sobre decisiones judiciales.

Los autores recogieron 1112 decisiones judiciales de 8 jueces israelíes sobre libertad condicional de presos encarcelados por delitos muy variados. Los jueces tienen dos pausas para comer, una a media mañana (entre 10 y 10.30 aproximadamente) y otra a media tarde (entre 1 y 2 de la tarde). La pausa se toma en media después de 8 casos para la primera y 11 para la segunda. Los resultados son muy llamativos y la figura siguiente los ilustra. Las columnas blancas son porcentajes de decisiones favorables al reo en los tres casos después de una pausa (o al principio del día) para distintos tipos de presos. El panel A para los que no tienen encarcelaciones previas y el panel B para los que sí las tienen. Y dentro de cada panel se agrupan por presos con condenas de distinta longitud.

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Claramente las diferencias son en general muy significativas a favor de que los casos en los que el juez está descansado/comido son muy distintas al resto. No voy a extenderme en esto, pero para atribuir causalidad hay que tener cuidado. Los autores documentan que el momento del día en que se ve el caso es improbable que dependa del tipo de caso (por la aleatoriedad del momento en que se hacen las pausas, el hecho de que el juez no sabe de qué va el caso antes de verlo, y que el momento lo determina la llegada del abogado defensor, entre otros). Tampoco parece que haya un problema de cuotas (como en el análisis que hace Manuel Bagüés de las oposiciones españolas). No es un caso blindado, pero es tan llamativo que no sorprende que PNAS aceptara el artículo, y que Ariely y Kahnemann le presten tanta atención.

Leyendo el artículo una conjetura natural es que al principio del día y después de las pausas, uno llega con el estómago lleno y esto podría ser como mínimo parte del motivo para la diferencia de comportamiento de los jueces. De hecho los autores citan un artículo de Gailliot y Baumeister que resume 9 artículos anteriores de la literatura en los que se relaciona el nivel de glucosa en la sangre con actos de auto-control o de otras decisiones relacionados con actividades cognitivamente exigentes. Los estudios que se resumen tienen la característica de que comparan un grupo de tratamiento que tiene que realizar una actividad que requiere auto-control, y después otra que también lo requiere. Y se comprueba que con respecto a un grupo que solamente realiza otra actividad que no requiere auto-control, el desempeño de los que realizan dos tareas con auto-control es inferior. La explicación para los autores pasa porque la actividad cognitiva consume un recurso escaso necesario para el auto-control, muy probablemente la glucosa. Sin embargo, un artículo de Kurzban pone en duda los resultados, básicamente porque en los artículos referenciados no es evidente que la actividad de auto-control reduzca el nivel de glucosa en sangre.

Una prueba más directa del efecto de la glucosa se debe a Dickinson, McElroy y Stroh, que usan dos grupos, uno que bebe una bebida azucarada y otro que toma el mismo refresco (lógicamente con la lata escondida para que el participante no vea lo que toma) en versión “baja en calorías”, o sea, sin azúcar. Después les plantean una tarea de decisión que requiere cálculos bayesianos para hacerse bien. Y el grupo “azucarado” tomas las decisiones de manera más consistente con la racionalidad. Pero como les advertía este problema es bien complejo, porque otro estudio, de Kuhn, Kuhn y Villeval con una manipulación parecida (bebida azucarada, vs. Bebida “light”) muestran que la glucosa “per se” no parece aumentar la paciencia (la capacidad de diferir el consumo si esto aumenta la cantidad consumida), aunque sí parece haber un efecto placebo (beber algo de sabor dulce sí que aumenta la paciencia).

Digamos que el mensaje que me llevo de estas lecturas es que la comida o la bebida nutritivas tienen algunas consecuencias cognitivas, pero no es una cuestión muy simple y necesitamos investigar más. Pero estas lecturas me han recordado una de las entradas más interesantes de la “troika” (Floren, Sergi, Luis) en la que nos contaban entre otras cosas que los niños españoles son campeones de PISA en interrupciones de clase,

FLS

y lo he relacionado mentalmente con otra noticia, los niños españoles desayunan mal.

¿Coincidencia? Quizá, pero yo de ustedes me aseguraría de que los chicos van bien desayunados a la escuela, y de que a ser posible los compañeros también lo hagan. Y ya seguiremos informando si de la correlación pasamos a la causalidad.