Yo no veo mucho fútbol, como saben, pero recuerdo perfectamente aquel Italia-Francia del mundial 2006. Estaba en una conferencia en Gerzensee, rodeado de fans de los dos equipos (incluido un querido amigo francófilo que nos dejó demasiado pronto). El cabezazo de Zidane a Materazzi me dejó estupefacto. ¿Qué había pasado? Hoy les explicaré alguna evidencia experimental que lo aclara, mostrando en acción al Homo oeconomicus 2.0; el mismo robot frío y calculador de siempre, actualizado y mejorado para explotar estratégicamente las emociones del contrario. Con un par de ejemplos: el recientemente desaparecido Luis Aragonés (el “sabio de Hortaleza”) y sus señorías del Parlamento español y británico (al menos). .
Primero, la investigación. El artículo en cuestión, de Uri Gneezy y Alex Imas, ha sido publicado recientemente en los Proceedings of the National Academy of Science. El experimento es muy ingenioso. Consta de dos fases: en la primera uno de los participantes (el decisor o “DM”) escoge la duración (hasta 20 minutos, en intervalos de 5 minutos) de una tarea aburrida que el otro jugador (el trabajador “W”) deberá realizar al final del experimento y por la que DM, pero no W, recibe un pago que aumenta con la duración de la tarea. Esta fase es la manipulación que los investigadores utilizan para ver si el DM decide enfadar a W (los autores comprueban que mandar una tarea más larga es irritante en un tratamiento en el que solo se realiza esta tarea y después se pregunta a W cuánto le enfadó la decisión de DM).
En una segunda fase los participantes tomas decisiones en un juego en el que las emociones de W pueden tener un impacto para DM. El experimento tiene cuatro tratamientos, con distintos participantes. En dos de ellos el juego es tal que un W enfadado probablemente no le conviene a DM, a saber, una competición de fuerza (el enfado normalmente aumenta nuestra fuerza física), en la que el jugador que apriete un dinamómetro manual con más fuerza gana 5 dólares. En los otros dos tratamientos el juego requiere concentración y paciencia, se trata ahora de un juego de ordenador en el que los jugadores participan un duelo y tienen que decidir secuencialmente si avanzar un paso o disparar. Avanzar un paso tiene el riesgo de que el otro dispare, pero esperar mejora las probabilidades, por lo que es útil estar concentrado para calcular el momento óptimo para el disparo. En esas condiciones un W enfadado puede ser conveniente para DM.
Cada juego se estudia en dos condiciones: con un retraso de 10 minutos entre la decisión de la primera fase y la segunda; y sin retraso. La idea es que 10 minutos pueden servir para “enfriar” al W enfadado y por tanto DM no puede utilizar sus emociones para su propio beneficio. Un aspecto importante del diseño es que el beneficio monetario de la primera fase es pequeño en relación con el de la segunda, por lo que si las emociones de W son suficientemente importantes, puede ser beneficioso por parte de DM manipularlas.
Los resultados, que se muestran en el siguiente gráfico son los que uno esperaría en términos del efecto del enfado. En el tratamiento sin retraso del juego de fuerza (parte izquierda del panel B, por cierto que en el artículo están mal etiquetadas las figuras y B es el juego de fuerza, no A como se dice en la leyenda) asignar 20 minutos a W, tiene un coste medio (y significativo) de 1,45$ respecto a asignarle menos de 20 minutos. En el tratamiento con retraso (parte derecha del panel B) la diferencia es pequeña y no significativa. En cambio en el juego del duelo, en su tratamiento sin retraso (parte izquierda del panel A) asignar al W 20 minutos daba lugar a un pago esperado significativamente mayor en 0,28$ respecto a asignarle menos de 20 minutos. De nuevo, la diferencia es menor y no significativa en el tratamiento sin retraso.
Pero claro, esto todavía no hace a los DM’s merecedores del título e homo oeconomicus. Para esto tendrían que anticipar el efecto de sus decisiones y actuar en consecuencia. Y los resultados también apuntan en esa dirección. En el juego de fuerza el 45% de los W son asignados los 20 minutos, frente al 63% en el juego del duelo. Por el contrario el 20% son asignados cero minutos en el juego de fuerza frente al 6% en el del duelo. Algo que confirma un análisis de regresión que muestra que en el juego de fuerza a los W se les asignan menos minutos.
Claramente no es que todos los DM sean homo oeconomicus (casi mejor, no sé si querría vivir en un mundo así), bien porque no se dan cuenta del efecto de su acción (el 40% que son tan cortoplacistas que enfadan al contrincante antes del juego de fuerza) y otros que quizá son simplemente buenas personas y no quieren explotar al contrario (a pesar de lo que leo alguna vez por aquí a algún comentarista despistado esto NO quiere decir que no sean racionales, simplemente tienen preferencias que dan suficiente peso al bienestar de los demás).
Pero ejemplares del homo oeconomicus 2.0 “haberlos haylos”. No he encontrado un buen vídeo, pero en su día fue famoso el debate del Estado de la Nación en el que Josep Borrell dio una mala imagen, nervioso e irritado, porque aunque en la televisión no se podía escuchar bien, estuvo sometido a abucheos continuos. Algo que no pasa solamente en España, claro, la cámara de los Comunes británica es conocida por ser un pozo de leones para los oradores:
Pero para mí el mejor ejemplo es este vídeo (que me recomendó Manuel Bagüés cuando le dije que iba a hablar de este tema) del “sabio de Hortaleza” preparando a sus jugadores de la selección nacional en el campeonato de Europa del año 2008 (a partir del minuto 3:15). Me quedo con una frase antológica; “esto es [un deporte] de listos”. Ahí lo tienen, les presento al homo oeconomicus 2.0.